Sociedad | SALUD MENTAL JUVENIL

Adolescentes sin red

Tiempo de lectura: ...
Roxana Russo

La pandemia profundizó problemáticas preexistentes y puso de relieve la falta de perspectivas para el futuro. Secuelas e impacto de la situación socioeconómica.

Contacto. Los adolescentes necesitan vínculos reales, no alcanza con las redes sociales.

Foto: Shutterstock

Aunque por varias razones no permanezcan en primer plano de la agenda pública, los cambios sociales provocados por la pandemia de covid se manifestaron de variadas maneras y aún persisten, y de forma preocupante, entre los adolescentes.
«Estamos en una sociedad de consumo donde todo el tiempo se les muestra a los jóvenes aquello que los otros pueden, con lo cual cuando ellos no pueden suponen que hay alguien que les está quitando algo, que se les cercenan posibilidades todo el tiempo. Por eso están enojados, decepcionados. En medio de esto muchas veces lo que hacen es autolesionarse, y en casos más graves intentos de suicidio o hecho consumado. Son dos cosas distintas, una cosa no lleva a la otra. Y a eso se suma el tema de la droga y del alcohol. Es como si en algún punto intentaran anestesiarse o encontrar una felicidad de manera rápida. Todo esto es muy preocupante», reflexiona Beatriz Janin, psicóloga y psicoanalista, docente y presidenta de la Asociación Civil Forum Infancias de Argentina.
La problemática del suicidio es compleja porque históricamente estuvo ligada a un diagnóstico patológico. Hoy existe otra mirada más relacionada con los factores de violencia social, en un contexto en el cual los chicos y chicas sienten que no pueden poner en palabras lo que sienten. Hay una visión más comunitaria del tema. Datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) revelan que el suicidio es la segunda causa principal de muerte a nivel mundial entre adolescentes y jóvenes de 15 a 29 años de edad. La situación en la Argentina es acorde con la tendencia internacional. Según cifras oficiales de la Dirección de Estadísticas e Información en Salud (DEIS) –que depende de la cartera sanitaria nacional–, en 2020 fallecieron en nuestro país por suicidio 386 niños, niñas y adolescentes de entre 10 y 19 años, lo que da un promedio superior a un caso por día.

Descuido
En este sentido, Janin cree que «durante la pandemia se descuidó mucho a los adolescentes, se suponía que no sentirían tanto el tema del aislamiento por su conexión con las redes. Lo que vi ahí muy claramente es que pueden estar muy conectados con las redes sociales, pero necesitan poner en juego el cuerpo. Cuando los adolescentes no tienen los abrazos de sus pares, de otros que ya no pueden ser sus padres –porque eso está prohibido internamente para ellos–, cuando esto no se da, cuando un chico no siente que el contacto con otro lo hace sentirse en cuerpo, a veces necesita, por ejemplo, autolesionarse para sentir que tiene un cuerpo, casi como provocarse».
Durante los 6.000 encuentros sobre salud mental pospandemia en los que participaron más de 60.000 estudiantes del tercer año del secundario de casi 90 municipios de la provincia de Buenos Aires, los jóvenes tuvieron la oportunidad de manifestar y compartir sentires con sus pares.
Sebastián Holc es director de Prevención y Promoción de Salud Mental y Consumos Problemáticos y coordinador de esos grupos. A su juicio, «las conductas autolesivas, incluso los suicidios, eran temas que los pibes traían y fueron exacerbados por la pandemia. No es que la pandemia originó una situación, sino que el lugar de la salud mental en la pandemia generó las condiciones para que los pibes digan: tenemos este problema y nos queremos cuidar. Cuando uno profundiza, lo que aparece son las dificultades que presentan en el diálogo con los adultos, consideran que los adultos no los escuchan. Es uno de los temas centrales».

Sin lugar
Coincide la psicóloga Janin: «La pandemia lo que hizo fue mostrar y acelerar cuestiones que venían de antes –expresa–, pero además incrementarlas enormemente porque puso al rojo vivo las dificultades propias de esta época, de un tipo de sistema y de funcionamiento en el cual no hay lugar para los jóvenes, les queda un lugar medio de desecho muchas veces».

Diálogo. Una generación que pide ser escuchada.

Foto: Shutterstock

Muchos adultos suelen referirse a esta generación de jóvenes como la «generación de cristal», débil, a la que todo le resulta trabajoso: «Esa es una mirada de las generaciones anteriores que no necesariamente es mejor, vemos que hay una empatía muy profunda y que esto es algo muy valioso. Los pibes dicen cosas muy profundas sobre lo que les pasa, denuncian que los adultos no comprenden o no están a la altura de la subjetividad que ellos tienen. Es una generación que pide que los adultos estén presentes, que tengan un diálogo distinto, quieren ser escuchados con sus sensibilidades actuales», refiere Julieta Calmels, subsecretaria de Salud Mental, Consumos Problemáticos y Violencias del Ministerio de Salud bonaerense.
Una investigación internacional realizada por Unicef junto con la empresa de análisis Gallup durante el primer semestre de 2021 revela que 1 de cada 5 jóvenes de entre 15 y 24 años dice sentirse deprimido o tener poco interés en alguna actividad. Para Janin, es nodal ayudarlos a armar y sostener nuevos proyectos a pesar de las dificultades del contexto: «Si los adolescentes suponen que viven en un puro presente, un tiempo detenido, sin salida ni esperanza, se desvitalizan; con ellos tendremos que trabajar teniendo en cuenta que el tiempo se ha trastocado y tenemos que inventar nuevos tiempos… Una meta clínica con ellos supone pasar del “no futuro” a la construcción de un tiempo que se va desplegando».

Imágenes y palabras
Se superó lo más duro de la pandemia, un logro colectivo –quizá no haya quedado claro ese esfuerzo– pero sobrevino una guerra, la inflación y los problemas económicos que esos hechos conllevan, con falta de certezas y consecuentemente un futuro incierto que pega más en los jóvenes que comienzan a desandar un camino: «Una vez finalizada la pandemia lo que apareció fue esta idea del sálvese quien pueda. Deja sin red a niñas, niños y adolescentes. Y los jóvenes se identificaron con las explosiones de furia, se ponía en juego el propio enojo, el enojo con un mundo que, tras la pandemia, les muestra un grado de agresión, entonces saltan ellos de la misma manera», interpreta Janín.
Frecuentemente, y sobre todo en el mundo joven, existe un predominio de la imagen por sobre la palabra, de las redes sociales por sobre otro tipo de lecturas. Para Janin, esto «lleva a que los jóvenes queden como perdidos porque muchas veces el tema es quién puede hacer mejor espectáculo y no quién dice o quién piensa. Hay una caída en cuanto al pensamiento crítico. Hemos perdido una batalla cultural y no nos hemos dado cuenta y esto es grave. No hay reflexión sobre los discursos, sobre lo que se dice».
La pandemia finalizó, pero no pasó inadvertida y dejó secuelas que aún habrá que desglosar, como afirma la psicóloga y titular histórica de la cátedra de Salud Pública y Salud Mental de la UBA, Alicia Stolkiner: «Hay que ponerse a mirar lo que nos pasó porque después de la pandemia vino la guerra, la crisis económica. Hay que pensar a lo que hemos estado sometidos: es muy impresionante. Recién ahora tengo la impresión de empezar a poder balconear la pandemia porque durante mucho tiempo hemos tratado de olvidarla».
El denominador común de los jóvenes durante y después de la pandemia puede traducirse en el reclamo de ser escuchados con y desde sus propias voces, sin calificaciones que los estigmaticen. Habrá que pensar y crear dispositivos que promuevan la escucha y potencien y viabilicen sus proyectos.

Estás leyendo:

Sociedad SALUD MENTAL JUVENIL

Adolescentes sin red

Dejar un comentario

Tenés que estar identificado para dejar un comentario.