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Inteligencia artificial y educación

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Iván Gajardo

Sus defensores sostienen que puede transformar radicalmente métodos tradicionales de enseñanza y aprendizaje, sin embargo, algunos especialistas advierten sobre las limitaciones y alcances de su desarrollo.

Estudio. Existe el riesgo de que las personas deleguen tareas cognitivas a la IA y reduzcan su compromiso con el pensamiento reflexivo.

Foto: Shutterstock

No es fácil competir con la buena prensa que tiene en la actualidad la Inteligencia Artificial (IA), esa disciplina informática que emergió como una de las más disruptivas en numerosos ámbitos de la experiencia humana y multiplica promesas de mejoras sustantivas en cada uno de ellos.

Es, por lo general, definida como la capacidad de los sistemas informáticos para ejecutar tareas que tradicionalmente requieren inteligencia humana, es decir para aplicar algoritmos, aprender de los datos y emplear ese conocimiento en la toma de decisiones, imitando así nuestro razonamiento.

Sus defensores sostienen que incuba un gran potencial para transformar los métodos tradicionales de enseñanza y aprendizaje, fundamentalmente por modificar la manera en que las personas acceden a la información, se comunican y adquieren conocimientos.

Sin embargo, entre tanta promesa se impone también tomar recaudos y atención sobre las limitaciones y alcances de su desarrollo.


Clickbait
Bajo esta perspectiva, Marcelo Babio, doctor en Comunicación e investigador, propone separar la paja del trigo y enmarcar el problema a sabiendas de que al hablar de IA se camina sobre un terreno polémico. También sugiere no olvidar los intereses económicos implicados en su abundante difusión. 

Babio subraya que existe un fuerte hype (entusiasmo) generado por el sistema mediático vinculado con la necesidad que tienen los medios de lograr interesar a la gente con cualquier tipo de artilugio o de argucia, es decir, el mundo del clickbait.

«Aparecen muchas notas periodísticas que influyen en la opinión pública en relación con la importancia de la IA y el eventual reemplazo en actividades de todo tipo», asegura.

–¿Y cuál sería el objetivo de esa profusión de notas?
–Las grandes empresas de IA tienen una necesidad muy fuerte de instalar sus productos como gran solución al trabajo, la educación, la medicina, la producción industrial, etcétera. ¿Por qué?, porque están implicados grandes inversores y grandes inversiones que aún no dan dividendos sustanciales, con lo cual deben seguir manteniendo la promesa de que esto será una herramienta muy importante en ese sentido. 

–¿Esto sucede con todo lo que involucra a la IA? ¿También al ámbito educativo, por ejemplo?
–En el mercado y la industria educativa, muchos educadores se han subido a esta cuestión de la IA, obviamente con distintas miradas y propósitos. Mucho de lo que nosotros vamos a leer sobre la IA y su impacto en la educación está generado por la propia IA, es decir, con poco esfuerzo de elaboración por parte de los docentes. Hay también otro sector que proviene de la educación, el conocimiento y la tecnología, que evalúa estas herramientas en términos de su rendimiento en sectores particulares. Gente que se dedica a la enseñanza de la matemática e informática con herramientas de IA usadas como auxiliares, que la aplican directamente a procesos educativos. También tenés un sector de gente que, trabajando en escuelas primarias y secundarias, intenta integrar estas herramientas en su tarea diaria. En la Universidad de Buenos Aires doy seminarios sobre IA, sobre lo que llamamos su apropiación responsable y allí se producen experiencias muy enriquecedoras.

–¿Qué sería exactamente la apropiación responsable?
–Lo que trabajamos en los seminarios es que la gente se centre en sus propias capacidades más allá de subirse obligatoriamente a una tecnología que irrumpe. Buscamos hacer una especie de análisis funcional de las tareas que nosotros llevamos y descomponer cuáles son esas tareas, lo que nos obliga a reflexionar sobre quiénes somos nosotros. Por ejemplo, trabajamos con artistas que se preguntan sobre su forma de producir, sobre la manera en que encaran su relación con el arte a través de las IA, pero también con educadores que se preguntan cuál es la relación de los alumnos con las tecnologías y cuál es el espacio en el que la autonomía de los jóvenes o su capacidad creativa y de aprendizaje se ve potenciada al utilizarlas. 

–De alguna manera sería un posible escenario promisorio.
–Bueno, en principio sí, pensado desde esa óptica, pero también hay diversos negocios montados de gente que busca aprovechar la oportunidad para usarla en carreras universitarias y para trabajar. Acá se mezclan intereses enormes de grandes empresas.


Pensamiento crítico
El portal MDPI, una plataforma editorial de revistas científicas –según comenta Babio– publicó el informe «Impacto de la IA en el pensamiento crítico», que abordó la relación entre el uso de herramientas de IA y las habilidades de pensamiento crítico, destacando la descarga cognitiva (que define como la delegación de tareas cognitivas a la IA) como un factor mediador en esa relación.

Potencial. Mucho de lo que los educadores leen sobre la IA y su impacto en la enseñanza está generado por la propia IA.

Foto: Shutterstock

El registro encontró una correlación negativa significativa entre el uso frecuente de herramientas de IA y las habilidades de pensamiento crítico.

El estudio hace hincapié en los riesgos implicados en que los individuos deleguen tareas cognitivas a ayudas externas y consecuentemente reduzcan su compromiso en el pensamiento profundo y reflexivo. Si bien esto libera recursos cognitivos, también puede redundar en un declive en el compromiso cognitivo.

A largo plazo, la dependencia excesiva puede llevar a una disminución de las habilidades cognitivas internas, como la retención de memoria, el pensamiento analítico y la resolución de problemas.

Según el estudio, los participantes de entre 17 y 25 años muestran una mayor dependencia de la IA y puntuaciones más bajas en pensamiento crítico en comparación con los participantes mayores, mientras un nivel educativo más alto se asoció con mejores habilidades de pensamiento crítico, independientemente del uso de la IA. En términos de resistencia, el común denominador se centra sobre todo por el rol pasivo que impone a los usuarios.

Desde la organización Fundar, que investiga y diseña estrategias de enseñanza con IA en escuelas, se destaca la paradoja de que es la misma eficiencia de la IA la que puede transformarla en contraproducente. En un reciente podcast el investigador Adolfo Kvitca, que integra esa organización, comenta que ese riesgo empujó a algunas escuelas a prohibir el chat GPT, o hacer firmar a los alumnos un «compromiso de honestidad».

Sin embargo, también considera inútil ignorar la existencia de la IA, ya que eso equivaldría a evadir el problema. Los jóvenes usan la herramienta, eso es un hecho incontrastable que obliga a no mirar hacia otro lado sino a modificar los modos de evaluar o qué tipo de tareas exigir y repensar la educación en función de los desafíos actuales.

Toda nueva tecnología despierta resistencias, porque obliga a modificar el sistema educativo en su conjunto. La educación es un proceso activo que probablemente impulsará al ser humano a cambiar un eje básico: en vez de aprender a responder es imperativo aprender a preguntar.

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