10 de mayo de 2022
La resistencia a los antibióticos es uno de los mayores desafíos que enfrentará el mundo en las próximas décadas. Prescripción excesiva y automedicación.
Doble filo. Los antibióticos transformaron en los últimos cien años la historia de la medicina y hoy parecen ser víctimas de su propio éxito.
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Durante décadas, los antibióticos fueron un tratamiento efectivo, pero su uso inadecuado les fue restando eficacia. Además, los antibióticos son un recurso limitado y no renovable, y este problema global y multicausal, que involucra no solo a la salud humana sino también la animal y al ambiente, se agudizó con la pandemia y provocó un escenario más complejo. La resistencia antimicrobiana (RAM) es la capacidad que tienen algunos microorganismos como virus, bacterias, hongos y parásitos de sufrir cambios para que los medicamentos no tengan efectos sobre ellos. Es justamente esa resistencia la que pone en peligro la prevención y el tratamiento de una gran cantidad de infecciones.
Los antibióticos, que transformaron en los últimos 100 años la historia de la medicina, hoy parecen ser víctimas de su propio éxito. La mala utilización, la prescripción excesiva, el consumo indiscriminado y la automedicación fueron agudizando el proceso natural de la RAM. «La mayor posibilidad de daño con la automedicación es el uso de dosis tan pequeñas que, en lugar de eliminar la infección, eduquen a los microbios a resistir a la penicilina». Ya lo advertía en 1945 el escocés Alexander Fleming cuando recibió el Premio Nobel de Medicina por el descubrimiento del antibiótico más utilizado en el mundo.
Nueva era
Con el correr de los años las bacterias fueron intercambiando su material genético y se fueron haciendo multirresistentes, un proceso natural que se aceleró a pasos agigantados y hoy tiene en vilo a todo el planeta.
Para Pablo Scapellato, jefe de Infectología del Hospital Santojanni y miembro de la Sociedad Argentina de Infectología(SADI), «los datos revelan que hay situaciones de difícil tratamiento y otras imposibles de tratar, entonces hay que generar mezclas de antibióticos de modos especulativos para tratar algunos tipos de infecciones». El especialista advierte que «claramente podemos hablar de una era posantibiótica» y argumenta que con el tiempo las bacterias generaron mecanismos de resistencia por los cuales muchas de las infecciones que hace 30 años eran fáciles de tratar, hoy son muy complicadas. «La ciencia médica ha progresado y han aparecido procedimientos como cirugías complejas para las cuales tratar o combatir las bacterias o los gérmenes que pueden producir complicaciones es absolutamente imprescindible. Si las bacterias se tornan resistentes, no vamos a tener cómo tratarlas». El escenario se complejiza porque la resistencia no afecta solo a infecciones asociadas con la internación sino con muchas otras, dermatológicas o de transmisión sexual, «que antes se trataban con mucha facilidad y hoy es enormemente complejo su tratamiento», señala Scapellato.
Tomar conciencia de la dimensión y el alcance de la situación es el primer paso: no automedicarse, no tomar antibióticos sin prescripción, cumplir estrictamente las indicaciones del médico. Sin embargo, por más que se pueda hacer mucho con estas pequeñas acciones, «si creemos que no hace falta nada más, estamos errados», considera Scapellato. «En tanto no tengamos conciencia social de que es un problema, es difícil que se tome en serio».
Para el médico infectólogo, «no hay salida a corto plazo, cualquiera que se busque es compleja y requiere de mucho trabajo y el compromiso de muchas áreas de la comunidad». El Sars Cov-2, explica, fue una muestra de cómo se producen mutaciones y cambios azarosos que en algunas ocasiones les confieren a los organismos la capacidad de aprender mecanismos de supervivencia. «Eso es inherente a la evolución», subraya, y señala que «cuando se dan antibióticos sin ton ni son, lo que hacemos es direccionar los mecanismos resistentes».
Para dar un ejemplo, cuando se trata a una persona con una infección de muela, el remedio actúa en la bacteria de la boca pero también en bacterias de la piel, los intestinos o el esófago. De este modo se enfrentan a ese antibiótico y aprenden algo de él para adquirir mecanismos de resistencia.
Un problema mundial
Datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) estiman que en el mundo mueren alrededor de 700.000 personas por año a causa de la RAM; 480.000 personas presentan tuberculosis multirresistentes, mientras que la resistencia a los fármacos también empieza a complicar la lucha contra el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) y el paludismo. Para 2050 la cifra podría alcanzar los 10 millones si no se activa el Plan de Acción Global contra la Resistencia Antimicrobiana propuesto por la OMS en mayo de 2015, en el marco de la 68ª Asamblea Mundial de la Salud. Para el primer informe, 40 países proporcionaron datos sobre sus sistemas nacionales de vigilancia y 22 países también proporcionaron datos sobre los niveles de resistencia a los antibióticos. Los resultados fueron alarmantes: la resistencia a la penicilina varió de 0% a 51% entre los países informantes. Y entre el 8% y el 65% de Escherichia coli asociado con infecciones del tracto urinario presenta resistencia a la ciprofloxacina, un antibiótico de uso común.
Argentina se viene preparando desde 2015 con una estrategia nacional basada en el trabajo articulado de la CONACRA (Comisión Nacional para el Control de la Resistencia Antimicrobiana) coordinada por la Dirección Nacional de Epidemiología del Ministerio de Salud de la Nación, donde participan además sociedades científicas, colegios profesionales y la sociedad civil. «Hay un diagnóstico, la solución ahora es visibilizar la problemática y que los decisores de la salud tomen las riendas del asunto», concluye Scapellato.