4 de marzo de 2024
Como efecto directo del cambio climático, la enfermedad se extiende por Latinoamérica. En Argentina ya fallecieron 71 personas y crecen los casos autóctonos. Hablan los especialistas.
Aedes aegypti. Este mosquito incrementa su población en épocas de calor y mucha humedad.
Foto: NA
De la mano del cambio climático, una mayor movilidad de las personas entre países, una altísima tasa de urbanización y hábitos de consumo en los que el plástico es un elemento central, la Argentina entró de lleno en la era del dengue, una enfermedad transmitida por el mosquito Aedes aegypti que suele vivir y reproducirse en patios, terrazas y balcones de zonas urbanas y que incrementa su población en épocas de calor y mucha humedad.
Fiebre alta, dolores musculares, dolor detrás de los ojos y de cabeza, malestar, falta de apetito y manchas rojas o sarpullido en el cuerpo son los síntomas más frecuentes de esta enfermedad, que –si bien en la mayoría de los casos tiene efectos leves sobre la salud humana– puede ser grave si una misma persona se infecta por segunda vez con un serotipo diferente al de la primera vez.
Carlos Tasinato, ingeniero agrónomo a cargo de la dirección de Control de Vectores de la Municipalidad de Rosario (ciudad que ya acumula 4.500 casos de dengue desde que empezó el año, algo inédito) explicó que los brotes «se están volviendo recurrentes». «Antes veíamos brotes cada cuatro, cinco años, después aceleró el ritmo y ahora tuvimos el año pasado y ahora otro, es algo inédito, nunca habíamos tenido dos seguidos». A eso se suma que el verano pasado la ciudad registró por primera vez casos de chikungunya –otra enfermedad transmitida por el mismo mosquito– autóctonos.
Según datos oficiales, en 2023 se registraron en Argentina 128.129 casos autóctonos, con 71 personas fallecidas. Este año, con el brote aún en pleno desarrollo y sin un dato nacional preciso, desde el Conicet estimaron que los casos de dengue subieron un 2.500% respecto al año pasado. A esto debe añadirse que por cada caso confirmado se calculan entre 7 y 10 más «estimativos». «Los casos que llegan a una consulta son los menos, muchos son asintomáticos y ni siquiera quedan registrados», detalló Tasinato.
Región al rojo vivo
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), Latinoamérica es la región del planeta más afectada por esta enfermedad, que el año pasado concentró más del 80% de los casos mundiales con 4,5 millones. A principios de febrero de este año desde esa organización se declararon «preocupados» por los brotes de dengue en distintos países de la región con Brasil a la cabeza, que para finales de febrero ya sumaba más de un millón de infecciones, un aumento del 390% con respecto al mismo período del año pasado, informaron las autoridades sanitarias de ese país.
El Gobierno brasileño ya asignó 1.500 millones de reales a estados y municipios para apoyar los gastos de las autoridades locales en la lucha contra la epidemia y además decidió incorporar al programa de inmunización pública a la nueva vacuna contra el dengue, con foco en niños de entre 10 y 14 años en 512 municipios.
Desde la OMS explicaron que, además de Brasil, otros países latinoamericanos como Paraguay, Colombia, México y Nicaragua están atravesando brotes importantes. «A nivel América y a nivel país el escenario está complicado. Y si bien países como Brasil ya aplican la vacuna, esto no quiere decir que haya que dejar las campañas de información de lado», puntualizó el experto en vectores de la municipalidad rosarina.
Altas temperaturas
Según Tasinato, la influencia del cambio climático es fundamental para entender la aceleración de los brotes: «A esta altura es imposible negar el cambio climático, que hace que empiece a haber promedios de temperaturas más altas en estas latitudes durante más tiempo a lo largo del año. A eso este año le sumamos el Niño, que trae lluvia, y el resultado es que hay más mosquitos que antes, durante más tiempo».
Muchas publicaciones especializadas, como The Lancet Countdown, una de las revistas científicas de medicina más prestigiosas del mundo, señalan de qué manera el cambio climático –una de cuyas expresiones es el aumento de las temperaturas promedio del planeta por causa de la acción humana (sobre todo, por el uso de combustibles fósiles como el petróleo, el gas y el carbón)– favorece las condiciones para el desarrollo e incremento en la población de mosquitos.
Es que tanto la alteración en los patrones de lluvias como los ciclos alcistas de temperaturas promedio benefician el ciclo de vida de los mosquitos. También se observa una correlación entre el cambio climático y el aumento en la distribución geográfica de la enfermedad, ya que algunos eventos extremos como las sequías, las precipitaciones intensas, las olas de calor o las inundaciones son más frecuentes e fuertes, lo que a su vez se traduce en condiciones más favorables para que el vector se reproduzca y se propague en una zona geográfica cada vez más amplia.
Al efecto del cambio climático se suman, este año, los efectos coyunturales del fenómeno de El Niño, que en la región central de Argentina se expresa a través de mayores probabilidades de lluvias.
A mediados del año pasado, desde la OMS advirtieron sobre los potenciales efectos de El Niño sobre la salud de los latinoamericanos, con una intensificación de casos de dengue, zika y chikungunya. Así se estableció en un documento llamado «Análisis de la situación de salud pública», donde se analizan los impactos sanitarios actuales y potenciales, a los que pueden enfrentarse las poblaciones vulnerables como resultado del clima.
Hábitos urbanos
Contra lo que muchas veces se instala desde el imaginario popular o incluso desde los medios de comunicación, la fumigación a mansalva no es la mejor herramienta para luchar contra el Aedes aegypty, que es un mosquito de hábitos domiciliarios urbanos, más que silvestres. Para reducir las poblaciones del vector que transmite el dengue es importante que los habitantes de los centros urbanos mantengan los ambientes lo más libres posible de mosquitos que potencialmente puedan transmitir la enfermedad: además de usar espirales, pastillas o insecticidas y de contar con telas metálicas en puertas y ventanas, es fundamental revisar los elementos que acumulen agua y reducir al máximo los residuos sólidos que puedan convertirse en criaderos de mosquitos, como los envases de alimentos y bebidas.
«Estos días, durante los operativos sanitarios de bloqueo, no deja de sorprenderme que a pesar de las propagandas y las campañas de difusión de los últimos 10 o 15 años igual falta conciencia social para la eliminación de los reservorios donde los mosquitos ponen los huevos. Falta más educación ambiental, en general», sintetizó el director de Vectores de Rosario.