23 de octubre de 2025
Un estudio de científicos franceses e israelíes presenta una fuerte evidencia del cruce entre Homo sapiens y neandertales hace 140.000 años. El singular fósil con características morfológicas de ambas especies.

Intercambio genético. Se pensaba que el mestizaje entre neandertales y sapiens se produjo hace unos 60.000 años, pero este hallazgo puede llevarlo a 140.000 años atrás.
Foto: Getty Images
Un proyecto de paleontólogos del Centro Nacional Francés para la Investigación Científica (CNRS) y de la Universidad de Tel Aviv proporcionó recientemente al mundo la primera evidencia científica de que los neandertales (Homo neandhertalensis) y los humanos modernos (Homo sapiens) tuvieron relaciones biológicas y sociales que posibilitaron un mestizaje entre las dos especies.
El equipo de científicos halló una combinación de rasgos tanto neandertales como sapiens en los restos fósiles de una niña de aproximadamente 5 años, que habían sido descubiertos en 1929 en la cueva Skhul, Monte Carmelo, Israel. Este fósil (Skhul I), que se calcula tiene unos 140.000 años, es el más antiguo del mundo en cuanto a rasgos morfológicos de ambos grupos humanos, que hasta no hace mucho eran considerados dos especies separadas. Es también la evidencia más temprana de los lazos biológicos y sociales que forjaron estas dos poblaciones durante miles de años.
Según señala a Acción Miguel Delgado, doctor en antropología y docente de la UNLP, «hay sugerencias en el registro fósil de mestizaje entre neandertales y humanos modernos en Asia y Europa. En Portugal, por ejemplo, hay también un niño que tendría características morfológicas de ambas especies. En el registro fósil la mayor parte que se preserva es todo lo que sea óseo, dientes y el esqueleto en general y ciertas características sobre todo a nivel del cráneo y los dientes que sugieren si es una especie u otra», explica el también investigador del Conicet.
«Se sospechaba desde hace tiempo que había habido algún tipo de mezcla; no obstante, los estudios paleogenómicos intensivos en fósiles empezaron recién en 2010. En el caso de la niña de Israel sería un individuo híbrido o mestizo que lleva características de las dos especies, aunque debería hacerse un estudio genético para hablar de hibridación de manera más confiable».
Este hallazgo, según refirieron medios internacionales, desafía las ideas que se tenían sobre estos dos grupos humanos y genera nuevas preguntas, no solo sobre las relaciones sociales que mantuvieron las dos especies sino también sobre los ritos funerarios que organizaban estas comunidades, ya que se trata de uno de los cementerios más antiguos conocidos.
Modelos tridimensionales
Aunque el fósil Skhul I ya había sido investigado anteriormente, los nuevos estudios –usando tecnología microCT– permitieron crear modelos tridimensionales de mayor precisión, incluidas ciertas estructuras internas no visibles, como las del oído, para poder compararlas con las características anatómicas de las distintas poblaciones de homínidos. También los investigadores reconstruyeron en forma digital el interior del cráneo para poder apreciar la red de vasos sanguíneos alrededor del cerebro. La información obtenida respecto a la fisiología y las conexiones que hubo entre neandertales y Homo sapiens era inédita hasta hoy.
Es decir, según este nuevo estudio, algunos de los fósiles de la cueva israelí son resultado de una impregnación genética de la población local –más antigua–, los neandertales, en la de Homo sapiens. Así, la forma del cráneo de la niña es como la del Homo sapiens en cuanto a la curvatura craneal, sin embargo, tiene un sistema de irrigación sanguínea intracraneal, así como una mandíbula inferior y una estructura del oído interno propias de los neandertales.
Según apunta Delgado, no existe todavía información clara de cuándo los neandertales y los sapiens comenzaron a tener contacto. «Algunas evidencias incorporan los últimos 200.000 años, y los encuentros se produjeron mayormente en Europa. Hace mucho tiempo se creía que los neandertales eran muy diferentes a los humanos, que no tenían tanto desarrollo cultural ni tanta capacidad para enfrentar una serie de problemas complejos o simbólicos –explica el antropólogo–, pero a medida que se los estudia más nos damos cuenta de que eran muy parecidos a nosotros; incluso tenían una capacidad craneana más grande que la nuestra, así que tenían un cerebro mayor. No obstante, los humanos modernos somos muy versátiles, entonces eso fue una ventaja evolutiva».
El estudio sobre la niña israelí fue dirigido por Anne Dambricourt Malassé, del Instituto de Paleontología Humana de Francia, y por el profesor Israel Hershkovitz, de la Facultad Gray de Ciencias Médicas y de la Salud de la Universidad de Tel Aviv. Los resultados de este histórico descubrimiento fueron publicados en la revista L’Anthropologie. Según explicó Hershkovitz «los estudios genéticos realizados en la última década han demostrado que estos dos grupos intercambiaron genes». En tanto la Universidad de Tel Aviv expresó en un comunicado: «Incluso hoy, 40.000 años después de la desaparición de los últimos neandertales, parte de nuestro genoma es de origen neandertal. Pero estos intercambios genéticos tuvieron lugar mucho más tarde, hace entre 60.000 y 40.000 años. Aquí, sin embargo, estamos hablando de un fósil humano de 140.000 años de antigüedad».
Impacto
Delgado dice que existen diferentes indicios que hablan de la herencia neandertal en los humanos modernos. «Aproximadamente entre el 3% y el 5% de nuestro material genético es neandertal. Algunas poblaciones puede que tengan un poco más. Y eso ha impactado en una cantidad importante de rasgos, tanto anatómicos como genéticos; estos últimos recién se están investigando –aclara el científico–. El mestizaje implica adquirir características genéticas de dos individuos, en este caso de dos especies, y siempre eso tiene algún impacto, mayor o menor, en el fenotipo, en la morfología y en la parte genética también, pero generalmente son ventajas que permiten una mayor diversidad».
Para el científico de la Universidad de La Plata, una población con cierta diversidad que se une con otra diversidad va a producir más diversidad genética. «Esa diversidad siempre es importante porque es flexible y permite una mayor adaptación a diferentes eventos, enfermedades, cuestiones climáticas –dice Delgado–, entonces siempre el mestizaje es una norma en la naturaleza y los humanos y los ancestros homininos no son la excepción».
Skhul I. Características del interior del cráneo de la niña, así como el oído interno y la mandíbula son propias de los neandertales. Israel Hershkovitz, uno de los investigadores. Foto: Universidad de Tel Aviv
Algunos especialistas, como el paleoantropólogo John Hawks, de la Universidad de Wisconsin-Madison, y como Delgado, aunque valoran el trabajo hecho por sus colegas sobre el fósil Skhul I, creen que aún no es posible confirmar por completo la hibridación porque harían falta análisis genéticos. Según Hawks: «No podemos identificarlo definitivamente como un híbrido sin extraer su ADN… puede haber mucha variabilidad en su apariencia y forma física, incluso sin mezclarse con grupos antiguos como los neandertales».
Hacia el sur
En Argentina –en todo el continente en realidad– no hubo neandertales, pero sí toda la humanidad porta un pequeño porcentaje genético de esa especie extinta, tal como los primeros Homo sapiens que pisaron América. «Existe un debate acerca de cuándo llegaron los primeros humanos modernos al continente. Hasta hace un tiempo se creía que había sido hace unos 14.000 años, pero hay sitios que presentan evidencias de que ocurrió entre 19.000 y 25.000 años atrás», explica Delgado, y cuenta entusiasmado que «en Argentina tenemos varias pistas. Justo el año pasado dirigí un estudio muy interesante en el que encontramos restos de un gliptodonte con marcas de cortes hechos por humanos que tiene unos 22.000 años. También hay registros interesantes en Brasil, en México, y varios sitios en Norteamérica. Muchos hallazgos tempranos sugieren que los primeros humanos llegaron al sur de Sudamérica, de acuerdo con nuestros estudios, hace entre 21.000 y 22.000 años antes del presente, como mínimo», concluye el científico.