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La reconquista de la Luna

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Marcelo Torres

Después de 50 años una misión de la NASA orbitó con éxito el satélite. En poco tiempo llevará astronautas y se establecerá una base antes del viaje Marte.

Foto: NASA

Con gran estruendo y echando un mar de fuego por las toberas en su parte inferior, el cohete más poderoso del mundo, el Space Launch System (SLS) de la NASA, despegó con éxito el pasado 16 de noviembre desde el Kennedy Space Center, en Cabo Cañaveral, Florida. La gigantesca nave espacial partió rumbo a la Luna portando en su extremo superior a la cápsula Orión, como parte del programa Artemis: el proyecto de la agencia espacial estadounidense –asociado con las agencias espaciales Europea (ESA), Canadá (CSA), Australia (ASA), Japón (JAXA), México (AEM) y Brasil (AEB)– que volverá a llevar al ser humano a nuestro satélite en los próximos años.
El cohete lanzador es, simplificando, un enorme tubo de metal lleno de combustible que al encenderse, con su empuje, le permite vencer la gravedad terrestre y salir al espacio. Una vez fuera de la atmósfera el SLS fue desprendiendo diferentes partes hasta que solo la cápsula Orión –la que en un futuro llevará a los astronautas, hoy solo unos maniquíes– comenzó su viaje hasta unos 65.000 kilómetros más allá de la Luna y luego retornó a la Tierra en el transcurso de unos 25 días, tras recorrer en total 435.000 kilómetros. Conocida como Artemis I, esta misión es parte fundamental del proyecto de exploración Moon to Mars (de la Luna a Marte) de la NASA, y ha sido una prueba esencial antes de la misión tripulada Artemis II, que llevará a astronautas a nuestro satélite por primera vez en 50 años, ya que la última misión tripulada fue la Apolo 17, en diciembre de 1972.

Por qué volver
Pero, ¿por qué las agencias espaciales más importantes del mundo quieren regresar a la Luna después de tantas décadas?
La respuesta es sencilla, porque la conquista (o reconquista) de la Luna permitirá establecer una base permanente en nuestro satélite y oficiar de lugar de aprovisionamiento en el viaje a Marte, el gran objetivo de, al menos, Estados Unidos en los próximos 10 años. Más allá de eso la Luna es rica en minerales (silicio, hierro, magnesio, aluminio, entre otros) y su suelo posee grandes cantidades de titanio, un material altamente requerido por las industrias de la Tierra.
Consultado por Acción, el astrónomo Marcelo Colazo, gerente de Vinculación Tecnológica de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE), refiere que «el ambiente lunar es extremadamente hostil y los astronautas van a encontrar una gran cantidad de desafíos: las diferencias de temperaturas, que son extremas; el tener dos semanas de radiación solar y dos de noche; una gravedad menor, que a nivel muscular les va a afectar en el largo plazo. Deberán tener hábitats donde estén protegidos de la radiación, ya que tiene efectos acumulativos. También está el peligro del impacto de micrometeoritos –dice el científico–. Las cuestiones a tener en cuenta cuando se piensa en algo a largo a plazo, en establecerse permanentemente y de una manera sustentable, son muchas: generar aire, agua, tener alimentos y poder construir en la Luna», dice Colazo, quien aclara que lo mejor es «tener una estación orbital a la Luna que se pueda operar desde la propia estación o desde la superficie y desarrollar tecnologías para poder desplazarse de una manera eficiente. Otro tema es el manejo de los desechos. Hay que intentar que todo pueda ser reusable».
Una vez alcanzada la Luna, la nave Orión se colocó en una órbita alejada –en un punto donde nunca habían llegado las misiones Apolo– y comenzó a enviar fotos en alta resolución al Centro de Control de Misión en Houston. Algunas jornadas después haría lo propio, pero desde una órbita más cercana, para luego volver a la Tierra al cabo de 25 días.
Sin embargo, lo más importante de la misión no fueron las fotografías sino la prueba de todos los sistemas, del cohete lanzador SLS así como de la cápsula Orión, que es donde se alojarán los astronautas y con la que descenderán en la Luna, tal como lo hizo el módulo Eagle en 1969.
«En esta primera misión de Artemis –reflexiona Colazo– los objetivos son claros: demostrar la capacidad de operación de todas las instalaciones de la NASA para las comunicaciones, ya que tiene que hacer uso de su red de espacio profundo como de espacio más cercano; comprobar que funciona correctamente el protector para el calor del reingreso a la atmósfera terrestre de la cápsula Orión; y cuán exitosamente pueden recuperar la nave una vez en el océano».
También la supervisión de las maniobras de alejamiento y acercamiento a la Luna son fundamentales, ya que son las que le permiten tomar impulso –gracias a la gravedad– para emprender el regreso a la Tierra. Este se concretó el 11 de diciembre pasado cuando Orión amerizó en el océano Pacífico cerca de la isla mexicana de Guadalupe, frente a la Baja California.

Competencia internacional
Solo para Artemis I, el cohete SLS envió más de 27 toneladas y se espera que a medida que evolucione será capaz de transportar cargas útiles aún más pesadas a la órbita lunar.
La siguiente misión, Artemis II, será el primer vuelo de Orión con tripulación a bordo y su tarea será confirmar que todos los sistemas de la nave funcionen en el entorno del espacio profundo según lo esperado. Esta será la primera prueba de vuelo con tripulación y allanará el camino para la misión Artemis III, que llevará a la primera mujer y al próximo hombre a la superficie lunar, tal vez en 2025. Otras naciones que tienen puestos sus ojos en nuestro satélite son los países europeos congregados en la ESA, Rusia, Corea del Sur, Australia, Emiratos Árabes, Israel, Japón, Corea del Sur y la India. Pero el mayor competidor de Estados Unidos es China, que recientemente ha enviado con éxito un rover a la cara oculta de la Luna, que por primera vez en la historia envió fotos en alta resolución desde el oscuro suelo.
La carrera por hacerse con los recursos del satélite ya ha comenzado, los países que logren ubicar primero a sus astronautas en territorio lunar, serán los más beneficiados, ya que no sería extraño que en poco tiempo empiecen los reclamos legales entre naciones sobre quién tiene la propiedad de tal o cual área.
Para Colazo, «definitivamente la Luna resultará en una estación intermedia para las futuras misiones a Marte u otros cuerpos del sistema solar. Un lugar donde se puedan almacenar provisiones, material y realizar construcciones, así como evaluar los procesos de desarrollo, de mantener una estructura que nos permita la sustentabilidad de la vida humana en Marte. Lanzar misiones desde allí será más económico que hacerlo desde la Tierra», aclara el científico de la CONAE. Por ahora, cuando el regreso a la Luna sea ya un éxito, la agencia espacial estadounidense espera hacer regulares las misiones Artemis tripuladas a nuestro satélite, para luego establecer una plataforma orbital de lanzamiento para la exploración de Marte y en algún futuro, no tan lejano, de otros planetas del sistema solar.

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