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Claves de la cuarta ola

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María José Ralli

Un nuevo brote de COVID-19 encuentra al país en un escenario distinto. Vacunas y medidas de cuidado, las herramientas para enfrentarlo.

NA

Como un déjà vu, el COVID-19 vuelve a estar en agenda. Los crecientes números de casos –casi se duplicaron en la última semana– encendieron las alarmas y advirtieron que Argentina está a las puertas de una cuarta ola, algo que, se sabía, tarde o temprano iba a ocurrir, como sucedió ya en otros países del hemisferio norte. Sin embargo, y gracias al alto índice de vacunación, el escenario es completamente distinto.
«La cuarta ola es inevitable aquí y en otros países que nos precedieron independientemente del nivel de vacunación de la población», reafirma la infectóloga y miembro de la Sociedad Argentina de Infectología Leda Guzzi, quien explica que «esto tiene que ver con que las vacunas modifican claramente el riesgo de hospitalización y muerte, pero no la transmisión». Con el virus circulando, «era difícil pensar que Argentina y el Cono Sur pudieran escapar a esta dinámica viral», señala.
Hace poco más de un mes, cuando las clases de todos los niveles educativos y gran parte de los trabajadores volvieron a la presencialidad total, se instaló una falsa percepción de que la pandemia había quedado atrás. Los barbijos comenzaron a ser la excepción, la distancia social prácticamente dejó de existir, volvieron los encuentros masivos, los abrazos y los besos y con los primeros fríos, los ambientes cerrados y sin ventilación adecuada.
Pero «la pandemia aún no terminó», subrayó la ministra de Salud de la Nación, Carla Vizzotti, y llamó a retomar las medidas preventivas y a aplicarse las vacunas de refuerzo. Vizzotti alertó que en Argentina hay 3 millones de personas mayores de 50 años que aún no se vacunaron con la tercera dosis y dijo que «van a aumentar los casos y tenemos que estimular la vacunación para que no haya más muertes».
Para el bioinformático y científico del Conicet Rodrigo Quiroga, parte de esta «invisibilización» de la pandemia obedece a la falta de comunicación sobre el tema en los últimos meses. «La ola es inevitable pero su magnitud va a depender de las medidas que se tomen y de la actitud que adopte la sociedad frente al aumento de casos», señala, e insta a «aumentar los cuidados y promover la aplicación de las dosis de refuerzo».
Dominada por la variante Omicron BA.2 –el último reporte del consorcio Proyecto PAIS de vigilancia genómica de SarsCov2 indica que al 10 de mayo fue detectada en el 87% de los casos–, su impacto es impredecible. Así como esta variante no causó casi problemas en algunos países, en otros generó olas mayores a la variante BA.1. «Por el momento parece que vamos a tener una ola parecida a la de Europa, pero ya se está viendo y previendo que podría haber nuevas olas de contagios con las variantes BA.4 y BA.5 o BA2.12.1, esta última es la que se ha vuelto dominante en la ciudad de Nueva York», explica Quiroga, y advierte que la protección que nos otorgan las vacunas frente a estas variantes «es aún menor que frente a BA2 y esto le da una ventaja para propagarse y terminar siendo más transmisible». «Es muy probable que tengamos que lidiar con esta ola nueva y en tres o cuatro meses tengamos otras olas productos de estas otras variantes», adelanta.

Táctica y estrategia
Con más de cien millones de vacunas aplicadas y casi 38 millones de personas con el esquema inicial de dos dosis completo, el escenario se presenta diferente y quedó descartada cualquier posibilidad de cuarentena estricta. «La estrategia de la mayoría de los países del mundo –entre ellos, la Argentina– es vacunar para que no haya hospitalizaciones y muertes, además de sostener los cuidados, pero no volver a los confinamientos», sostuvo Vizzotti en el marco del último Consejo Federal de Salud, y subrayó que el brote de contagios «nos encuentra en una situación totalmente distinta, ya que tenemos un panorama que nos permite seguir adelante en una nueva etapa de esta pandemia».
Reforzar –y recordar– aquellas recomendaciones que se cumplían hasta no hace mucho tiempo es la clave. Para Guzzi, entre las medidas principales para mitigar el impacto de la nueva ola, «lo primero es la vacunación, completar los calendarios y recibir los refuerzos, en segundo lugar, el uso de barbijos de buena calidad en interiores y por último la ventilación constante y cruzada en los interiores». La infectóloga, además, refuerza algunos conceptos: las vacunas comienzan a generar anticuerpos entre los 10 y los 15 días posteriores a la aplicación, «por lo que sería ideal que la ola ya nos encuentre con las dosis en nuestros brazos, lo antes posible, según la frecuencia indicada». Quiroga coincide y subraya que «tendríamos que estar retomando el uso del barbijo en interiores. Hubo un ida y vuelta y no ha habido planificación a largo plazo en el uso del barbijo, y para mí es un gran error. Hay que insistir en retomar los cuidados, reforzar la ventilación y aplicar las dosis de refuerzo a quienes corresponda».
En definitiva, así como la población aprendió a lavarse las manos y a lavar los alimentos durante la pandemia de cólera, y con el VIH a usar preservativos, y adoptó a largo plazo esos hábitos de prevención, hoy es posible aprender que el barbijo y la ventilación permiten prevenir una gran cantidad de infecciones, y que cuando hay aumento de la circulación viral es necesario retomar esos cuidados.
«A corto y mediano plazo es probable que los casos aumenten y generen tensión en el sistema de salud –concluye Guzzi–, pero no creo que la ola se vaya a acompañar de un número importante de internados y fallecidos, gracias al excelente nivel de vacunación».

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