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Las dos caras de la pandemia

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Alberto Ferrari

Mientras el mundo desarrollado avanza en la implementación de una tercera aplicación, países africanos consideran la posibilidad de fraccionar las dosis debido a la escasez.

Kenia. Campaña de vacunación en Nairobi. Solo el 1,4% de los habitantes de países de bajos ingresos recibió al menos una dosis.

CHIBA/AFP/DACHARY

Los países desarrollados que ya recibieron el 83% de las 6.503.000.000 dosis de las vacunas COVID distribuidas en el mundo hasta comienzos de octubre y avanzan en la aplicación de dosis de refuerzo a sus poblaciones. Los países pobres, por el contrario, analizan recurrir a las dosis fraccionadas ante la escasez de suministros. Mientras tanto, la industria farmacéutica que se niega a compartir las patentes, pide no desesperar porque para junio de 2022 se experimentará un «excedente» con una oferta de vacunas que superará la demanda.
La disparidad de «la doble vía de la pandemia» refracta la falta de solidaridad y el fracaso de las campañas globales por garantizar la equidad en la distribución a través del mecanismo COVAX de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Y además presagia un desastre económico: se estima que el costo de la inequidad alcanzará los 2,3 billones de dólares en PBI perdido, hundiendo aún más las economías de los países en desarrollo.
Pero, sobre todo, hay vidas que penden de una decisión política correcta y urgente. Airfinity, una empresa estadounidense dedicada a compilar y analizar estadísticas sobre salud global, calculó que «si los países ricos no redistribuyen el excedente de vacunas este año, como resultado podrían perderse entre 1 y 2,8 millones de vidas».

Doble vía
El Instituto Sudafricano de Asuntos Internacionales (SAIIA), integrado por expertos en políticas públicas, junto con asociaciones internacionales de la sociedad civil, ha lamentado que se consolide una «pandemia de dos vías», pues solo el 1,4% de las personas en los países de bajos ingresos han recibido la primera dosis, mientras que alrededor del 83% de las vacunas han ido a países de ingresos altos y medianos altos. Coincidentemente, la OMS estimó que 42 de los 54 países africanos no alcanzarán el objetivo de vacunar al 10% de la población de grupos vulnerables antes de fin de año.
«Todos los más vulnerables del mundo y los que están en mayor riesgo necesitan recibir su primera y segunda dosis, antes de que grandes proporciones o toda la población en algunos países reciba esa tercera dosis», alertó la líder técnica de respuesta a la pandemia de COVID-19 de la OMS, Maria Van Kerkhove, e instó a países como Estados Unidos (de donde es oriunda) a usar su suministro de vacunas de «una manera que sea moral».
Pero, como no hay señales de que los países ricos estén dispuestos a compartir la misma vía con los pobres, la OMS está revisando actualmente la evidencia en favor de la fragmentación de las vacunas y emitió una declaración provisional reconociendo los «beneficios potenciales para la salud pública de las estrategias de ahorro de dosis para aumentar el suministro de vacunas».
La fragmentación no es una estrategia nueva para la OMS porque en 2016, cuando un brote de fiebre amarilla en Angola y la República Democrática del Congo amenazó con agotar las reservas mundiales de vacunas, la organización recomendó a los países que utilizaran una quinta parte de una dosis normal en sus esfuerzos de vacunación de emergencia. La OMS también ha recomendado el uso de dosis fraccionadas de vacunas inactivadas contra la poliomielitis y vacunas conjugadas meningocócicas durante los períodos de escasez de esas inyecciones. «Las medias dosis podrían duplicar la cobertura, y proporcionan más de la mitad del nivel de protección en comparación con una dosis completa», dijo el británico Ben Cowling, codirector del Centro Colaborador de la OMS para Epidemiología.
En tanto, la tercera dosis o dosis de refuerzo ha disparado una controversia política y científica. Mike Ryan, director ejecutivo del Programa de Emergencias Sanitarias de la OMS, criticó los planes de los países ricos de priorizar a sus propias poblaciones, condenando el impulso de «repartir chalecos salvavidas adicionales a las personas que ya tienen chalecos salvavidas mientras dejamos que otras personas se ahoguen».
Desde la mirada opuesta y en favor de las dosis de refuerzo, en Estados Unidos y Europa sostienen que un estudio del Ministerio de Salud israelí demostró que la vacuna de Pfizer fue 75% efectiva contra la cepa Delta en personas que habían recibido sus vacunas en abril, mientras que esa protección se redujo al 16% en aquellos que recibieron la vacuna en enero.
Para la industria multinacional la cuestión no es la escasez actual sino el «excedente» que experimentará el mercado de las vacunas COVID a partir de junio del próximo año cuando la oferta superará la demanda. Así lo expuso la Federación Internacional de Fabricantes y Asociaciones Farmacéuticas (IFPMA) durante una conferencia virtual.
IFPMA estimó que Estados Unidos, Europa y Canadá disponen de alrededor de 500 millones de dosis para donar a otros países, pero a la espera de las donaciones de las vacunas «excedentes» de los países ricos, el ritmo «glacial» del despliegue mundial de las vacunas «costará 2,3 billones de dólares en PIB perdido, especialmente en los países pobres, cuyas sociedades ya comparan con resentimiento la disparidad de las campañas de inmunización en los países ricos», advirtió un informe de The Economist.
El informe calculó que los países que no inoculen al 60% de su población para mediados de 2022 se verán afectados por pérdidas del PIB de 2,3 billones de dólares (1,6 billones de euros) entre 2022 y 2025.

Repartir las sobras
El Director General de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, imploró una vez más a comienzos de septiembre a las naciones más ricas que detengan los refuerzos hasta fin de año para que los países de bajos ingresos puedan recibir sus vacunas y, en un tono inusual para su habitual diplomacia, fustigó que los países ricos proponen «repartir las sobras».
Matshidiso Moeti, directora ejecutiva de la OMS para África, calculó que solo el 4,9% de los habitantes del continente han sido vacunados y dos países, Eritrea y Burundi, todavía no iniciaron sus campañas de vacunación.
No solo no hay «moratoria», sino que para los países ricos acceder a las dosis de refuerzo constituye apenas una transacción comercial. «El acaparamiento de más de 870 millones de dosis en exceso de vacunas COVID-19 en solo 10 países de altos ingresos probablemente privará a cientos de millones de trabajadores de la salud y poblaciones vulnerables en países de ingresos bajos y medianos de la oportunidad de obtener incluso una primera dosis de vacuna», denunció un nuevo informe de Médicos Sin Fronteras (MSF).
«Si el exceso de dosis de vacuna COVID-19 no se redistribuye con urgencia, millones de dosis podrían desperdiciarse. Los países del G7 y de la UE por sí solos podrían desperdiciar 241 millones de dosis a finales de 2021. Esto sería una tragedia dada la urgente necesidad en los países de ingresos bajos y medianos», afirma la organización.
Pero la realidad es que alrededor del 98% de las poblaciones de los países de bajos ingresos siguen sin vacunarse ni con las «sobras» de las donaciones, porque ha fracasado el mecanismo COVAX patrocinado por la OMS con el propósito fundacional de garantizar una distribución equitativa de las vacunas.
COVAX, descrito como «ingenuamente ambicioso» por expertos, ha contribuido «con solo el 5% de todas las vacunas administradas a nivel mundial y recientemente anunció que no alcanzaría su objetivo de 2.000 millones para 2021», escribió The Bureau of Investigative Journalism. A través del goteo de COVAX «los países han recibido suministros con meses de retraso o sin previo aviso, lo que ha provocado el caos en las campañas de vacunación y, en ocasiones, ha retrasado las segundas dosis de las personas», reseñó la investigación periodística.
Algunos funcionarios de salud latinoamericanos consultados por el sitio periodístico internacional acordaron que la mayor responsabilidad ha sido de la industria farmacéutica que –excepto AstraZeneca y las chinas Sinopharm y Sinovac– ignoraron a COVAX. Un ejemplo de la falta de voluntad de la industria multinacional es el bloqueo que se le impone al laboratorio canadiense Biolyse Pharma que vendió 20 millones de dosis de una versión genérica de la vacuna COVID de Janssen/J&J a Bolivia en marzo pasado a un costo de 4 dólares la unidad, pero no consiguió aún una licencia voluntaria u obligatoria para comenzar a producirla.
La multinacional estadounidense que vende su vacuna de una sola dosis a 38 dólares negó compartir la licencia y el Gobierno canadiense, árbitro final de la disputa, se niega a extender una licencia obligatoria a través del Sistema de Acceso a los Medicamentos (CAMR en sus siglas en inglés) para fabricar y exportar la vacuna a Bolivia.

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