Sociedad | Alerta médica

Las superbacterias

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María José Ralli

Crecen las infecciones causadas por microorganismos resistentes a los antibióticos. El último informe del Instituto Malbrán confirma una tendencia preocupante que pone en jaque a la salud pública.

RAM. La resistencia antimicrobiana ocurre cuando virus, bacterias, hongos o parásitos desarrollan mecanismos para evadir los medicamentos diseñados para combatirlos.

Foto: Shutterstock

Las bacterias resistentes a todas las opciones terapéuticas actuales, conocidas como superbacterias, ya no son una hipótesis de laboratorio ni un problema del futuro. Están circulando en establecimientos de salud del país y representan una amenaza concreta para la salud pública.

Durante décadas, los antibióticos fueron una herramienta decisiva para tratar infecciones, pero su uso inadecuado les fue restando eficacia. Y como es un recurso limitado y no renovable, el escenario se torna aún más crítico. A este fenómeno se lo conoce como resistencia antimicrobiana (RAM), y ocurre cuando virus, bacterias, hongos o parásitos desarrollan mecanismos para evadir los medicamentos diseñados para combatirlos.

La situación no es nueva, pero se agrava. La RAM es hoy una de las mayores amenazas para la salud pública mundial y en Argentina es un problema que se intensifica con el uso extendido, y muchas veces innecesario, de antibióticos. Además, sigue pendiente una deuda estructural: fortalecer las políticas de prevención y control de infecciones dentro del sistema sanitario.


El remedio no alcanza
El último Boletín Epidemiológico Nacional del Instituto Anlis-Malbrán confirma una tendencia preocupante: un aumento de infecciones causadas por bacterias resistentes a todo arsenal antimicrobiano. A este fenómeno se lo denomina «pandrogoresistencia», que en palabras simples significa que hay infecciones que ya no pueden tratarse con ningún antibiótico existente en el país, ni siquiera con los más nuevos o de última generación.

En diálogo con Acción, el infectólogo Pablo Scapellato –profesor en la Universidad Fundación Favaloro y miembro del Grupo Coordinador del Programa RAM de la Sociedad Argentina de Infectología (SADI)– no dudó en calificar la situación como «un evento de mucha gravedad». Y explicó: «El hecho de que aparezcan cepas pandrogoresistentes en la Argentina es de gran preocupación, fundamentalmente porque nos pone ante la realidad de tener pacientes con infecciones potencialmente difíciles a imposibles de ser tratadas».

Los datos oficiales muestran que las infecciones hospitalarias causadas por bacterias resistentes están en aumento, sobre todo en unidades de cuidados intensivos, donde cualquier infección puede convertirse en un riesgo de vida si no hay antibióticos eficaces.

Entre octubre de 2023 y abril de este año se notificaron 42 casos sospechosos de estas superbacterias. Tres fueron confirmados por el Instituto Nacional de Enfermedades Infecciosas (INEI) en la Ciudad de Buenos Aires y, en todos ellos, los antibióticos disponibles en el país no lograron controlarlas.

Las cifras del Malbrán también advierten sobre un crecimiento sostenido en la resistencia de las bacterias a los tratamientos más habituales. Las infecciones respiratorias y urinarias, por ejemplo, incrementaron su resistencia en un 39% y 22%, respectivamente. Esto pone en riesgo la eficacia de los tratamientos y puede derivar en brotes hospitalarios difíciles de contener.


Uso y abuso
Para Scapellato, este escenario es multicausal. «El fenómeno de las superbacterias o de las bacterias multirresistentes se va tornando cada vez más común debido a una conjunción de cosas. Por un lado, el solo uso de los antibióticos induce a la potencialidad de que se produzcan bacterias que van tornándose resistentes y es casi un camino indefectible. No obstante, uno tiene formas de mitigar esto, como usar los antibióticos adecuados y de mejor manera y no usarlos cuando no es necesario».

Por otro lado, prevenir infecciones asociadas al cuidado de la salud es una herramienta clave, aunque no siempre se cuenta con los recursos necesarios para implementar las estrategias adecuadas. «Esto tiene que ver con desarrollar políticas y controles de prevención de las infecciones», señala Scapellato, y apunta que «hay que jerarquizar los comités de control, que tengan un lugar preponderante en la decisión de las políticas de las instituciones». También diseñar marcos regulatorios y de optimización del uso de los antimicrobianos, un camino que, insiste el especialista, «se genera con equipos que concientizan, con reglas, con normativas institucionales y con la optimización de los métodos de diagnóstico».

Tomar conciencia de la dimensión y el alcance del problema es el primer paso. No automedicarse, evitar el uso de antibióticos sin prescripción médica y cumplir con las indicaciones profesionales son gestos individuales que pueden marcar la diferencia. Sin embargo, el desafío excede lo personal. No hay soluciones simples ni inmediatas y cualquier respuesta requiere del compromiso de la comunidad, decisiones sanitarias y acciones políticas preventivas.

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