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Los expedientes Facebook

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Esteban Magnani

Documentos internos difundidos por exempleados revelan manejos poco transparentes. Las alertas que la empresa desoyó para resguardar un negocio perfecto.

Parlamento Europeo. Haugen declaró sobre los efectos de las grandes empresas tecnológicas.

THYS/AFP/DACHARY

Frances Haugen es la última de una serie de exempleados de Facebook que sale a hablar directamente con los medios, frustrada por la imposibilidad de torcer el rumbo de una corporación cuya inercia se mide en miles de millones de dólares. Como muchos de los anteriores, Haugen viene con informes internos bajo el brazo que muestran que el daño y la discrecionalidad con que se maneja la corporación es aún peor de lo que se percibe desde afuera. El Wall Street Journal publicó «The Facebook files» en el que resume los problemas que los mismos empleados detectan pero que la empresa ignora o sobre los que interviene tibiamente para no afectar el negocio.
Facebook sistemáticamente asegura que las cosas no son tan graves como parecen, pero tampoco abre la información a la que nadie más accede. Desde afuera se hace ingeniería inversa para adivinar qué ocurre allí, aunque con creciente regularidad algún trabajador decide contar que las cosas son peores de lo que se cree. Filtración a filtración se ha sabido que el botón de «like» implementado en 2009 es realmente tan adictivo como se creía, que grupos de inteligencia rusos intervinieron en la campaña que llevó a la victoria de Donald Trump en las elecciones de 2016, que algunos famosos no sufren los mismos controles sobre sus posteos que el resto, que se hizo poco y nada cuando los empleados señalaron campañas masivas para dividir a las sociedades si esto ocurría en países del Tercer Mundo. 
Frances Haugen en particular llegó a Facebook proveniente de Google y antes había trabajado en Yelp y Pinterest. Esta analista de datos asegura que en ninguna de las otras empresas (que también tienen serios problemas) las cosas estaban tan mal como en su nuevo empleo. De hecho, ella fue contratada para algo que le pareció valioso: reducir la cantidad de mensajes tóxicos en la red durante las elecciones presidenciales de 2020. En 2016 Facebook había sido vector de una brutal campaña sucia que aprovechó las herramientas de microsegmentación para llegar con mensajes diseñados a medida para indignar a los usuarios. 

Política y salud mental
Según Haugen, su equipo logró, a grandes rasgos, reducir el daño durante el último proceso electoral, pero apenas terminado, los dispersaron. Frustrada, la exempleada de Facebook vio cómo el 6 de enero de 2021 cientos de manifestantes entraban al Capitolio. Esta locura fue posible por la explosiva combinación de un presidente como Trump y unas redes que radicalizaron mensaje a mensaje a los más alterados del grupo durante años. De hecho, muchos de los que hoy están presos o con causas judiciales por el asalto presentan una fuerte inestabilidad psíquica. Dios los cría y Facebook permite arriarlos.
Una y otra vez la empresa supeditó todo a la necesidad económica de aumentar el tiempo que los usuarios pasan frente a la pantalla para mostrarles más publicidad. Un informe interno filtrado por Haugen muestra el impacto de Instagram en la autopercepción corporal: un 13,5% de las adolescentes británicas aseguró que el uso de esa red social había empeorado sus pensamientos suicidas y un 17% había profundizado sus desórdenes alimentarios. De hecho, ya existían informes de otras organizaciones que vinculaban la depresión en adolescentes con ese mundo perfecto que se muestra en las redes y que afecta sobre todo a aquellos más inseguros o con vidas más difíciles en un momento de gran fragilidad y necesidad de reconocimiento social. El proceso, para peor, se profundiza con una creciente selección y edición de fotos en una espiral de perfección inalcanzable, frustrante y deprimente.
Facebook declaró en su defensa que 8 de cada 10 usuarios adolescentes de Instagram en Estados Unidos asegura que la plataforma los hace sentir mejor respecto de sí mismos. Según Haugen, «En el caso de los cigarrillos “solo” el 10% de la gente que fuma tiene cáncer. Entonces, la idea de que el 20% de los usuarios podrían estar enfrentando serias dificultades de salud mental y que eso no es un problema, me resulta chocante». Ante el escándalo, Facebook decidió detener el lanzamiento de Instagram for kids.
Todo indica que, una vez más, Facebook explicará que hay problemas pero no es para tanto y se mostrará dispuesto a que lo regulen, para luego retacear la información necesaria que permita comprender la envergadura real de los problemas de la corporación y tomar medidas acordes. Pero regularlo, no es tarea fácil para un sistema político que no sabe por dónde empezar y que, en general, ha demostrado no entender demasiado bien cómo funciona Facebook. 
La corporaciones ha logrado una combinación de recursos tecnológicos y financieros que afectan la política global, la economía, las sociedad y hasta las formas de construcción de la subjetividad de niños y adolescentes. No será tarea fácil cambiar el rumbo de un Titanic que amenaza con hundir a todo lo demás.

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