9 de febrero de 2024
Millonarios y famosos se preparan para el Apocalipsis construyendo búnkeres pertrechados con alimentos y tecnología. En un planeta desigual, ¿sobrevivirán los que más tienen?

Salvarse solo. Recreación del supuesto búnker de Zuckerberg.
En su reciente discurso en el Foro de Davos el presidente argentino, Javier Milei, aseguró: «Gracias al capitalismo de libre empresa hoy el mundo se encuentra en su mejor momento. No hubo nunca, en toda la historia de la humanidad, un momento de mayor prosperidad que el que vivimos hoy». También aseguró: «El capitalismo es virtuoso porque promueve la paz» y «otro de los conflictos que los socialistas plantean es el del hombre contra la naturaleza». Cerró con un mensaje para los empresarios: «Ustedes son benefactores sociales. Ustedes son héroes».
Muchos de los presentes se sorprendieron con semejantes afirmaciones: el planeta ya siente los síntomas del colapso ambiental y la guerra asola desde Israel hasta Ucrania. En Ecuador el corrimiento del Estado favoreció el emprendedorismo narco y el aumento de la violencia. Podríamos decir que ambas Guerras Mundiales, de las más mortales de la historia, también fueron producto de la libre competencia entre naciones que no priorizaron la cooperación.
Un estudio (por citar solo uno) realizado por un grupo interdisciplinario conducido por la National Science Foundation y financiado por la NASA advertía algo ya sabido: el consumo de recursos del planeta resulta más acelerado que la reproducción de ellos. El petróleo, por mencionar solo un recurso energético, ha sido consumido para financiar el crecimiento acelerado del capitalismo; pero no durará mucho tiempo más. Además, los recursos disponibles se reparten de manera cada vez más desigual en beneficio de un puñado de ultrarricos, lo que aumenta la inestabilidad del sistema político. Justamente, estos multimillonarios son los que podrían cambiar el rumbo del sistema, pero tienen muy pocos incentivos para hacerlo porque eso implicaría resignar privilegios.
Como explica el mismo estudio, el análisis histórico de civilizaciones avanzadas, como la romana, la han o distintas culturas mesopotámicas, demuestran que las elites con poder para evitar el colapso fueron las últimas en percibir y hacerse cargo de lo que estaba ocurriendo. Algo parecido explica el divulgador Jared Diamond en su libro llamado, justamente, Colapso, en el que imagina, por ejemplo, a los humanos que cortaron el último árbol en la Isla de Pascua, poco antes del fin de la cultura rapanui.
Solucionismos
En la actualidad, se multiplican las promesas de reparaciones de último momento, sobre todo tecnológicas, como si la historia la escribieran guionistas de Hollywood. Sin embargo, ni siquiera muchos de los tecnohéroes que prometieron hacer del mundo un lugar mejor gracias a sus plataformas se creen esa promesa. Lo que sí lograron fue hacerse inmensamente ricos como para comprarse un lujoso bote salvavidas antes del naufragio general.
Un extenso artículo reciente de la revista Wired cuenta que Mark Zuckerberg y su esposa están construyendo un refugio en Kauai, una isla de Hawái. Desde 2014 compran terrenos allí para desarrollar un extenso complejo sobre el que se saben pocas cosas, debido al secreto con que se gestiona el faraónico proyecto. Solo en la compra de tierra deben de haberse invertido 170 millones de dólares. Allí, según las informaciones fragmentarias que se consiguieron, instalaron una docena de edificios, con habitaciones, oficinas, ascensores, gimnasio, pileta, sauna, una cocina industrial, etc. Sin embargo, lo más sintomático es que Zuckerberg se estaría construyendo un búnker subterráneo capaz de resistir todo tipo de ataques, con un reservorio de agua y alimentos para sobrevivir durante años.
Parecería que el dueño de Meta, pese a todo el optimismo de proclamar que Facebook ha hecho del «mundo un lugar mejor», no espera mucho del futuro. Algún ingenuo podría creer que es un caso aislado o un exceso de prevención, pero no. Este tipo de proyecto existe desde hace años entre los ultrarricos del mundo.
En 2018 el profesor, escritor y periodista Douglas Rushkoff contó en un sorprendente artículo que en 2017 fue invitado a dar una charla en medio del desierto para «accionistas ultrarricos» sobre el futuro de la tecnología. Cierta curiosidad y unos honorarios significativos lo convencieron de hacerlo. Cuando llegó, se encontró con cinco conocidos multimillonarios que no identificó. Nunca lo dejaron dar la charla que tenía preparada, sino que lo asediaron con preguntas. Las primeras eran básicas sobre criptomonedas (de moda en ese entonces), pero poco a poco fueron al punto: ¿dónde sería más fácil sobrevivir un colapso general de la civilización? ¿En Alaska o Nueva Zelanda? ¿Cómo mantendrían la autoridad sobre sus guardias en un mundo postapocalíptico? ¿Cómo les pagarían cuando el dinero perdiera su valor?
El mundo postapocalíptico es un tema cada vez más frecuente en la ficción; esto se refleja en series como Black Mirror, Years and Years, la francesa El colapso o las recientes películas No mires hacia arriba o Dejar el mundo atrás. En Billions el protagonista recibe como regalo de cumpleaños un búnker para él y su familia. En la literatura también sobran los ejemplos, como Radicalized, de Cory Doctorow, o intentos nacionales y más modestos, por mencionar solo algunos del cada vez más prolífico tema.
Pero la realidad no queda atrás: con regularidad se filtran noticias sobre, por ejemplo, cómo en Nueva Zelanda, en 2022, le negaron al acaudalado Peter Thiel los permisos para construirse un refugio. Más conocidos son los esfuerzos de Elon Musk por colonizar Marte para reiniciar la vida humana allí. En un extenso reporte de The New Yorker de 2017, ya contaban cómo Steve Huffman, CEO de Reddit, almacena comida, armas y municiones en un lugar secreto. Marvin Liao, exejecutivo de Yahoo y socio de la inversora 500 Startups, contaba alegremente que había aprendido tiro al arco para defender el agua y la comida almacenada para su familia. Antonio García Martínez, exejecutivo de Facebook, compró algunas hectáreas en una isla del Pacífico y llevó generadores eléctricos, paneles solares y muchas municiones. Pese a sus esfuerzos, aseguraba ser consciente de que resultará difícil sobrevivir solo: «Vas a necesitar alguna forma de milicia local».
Sobrevivientes
En rigor de verdad, la idea de que es posible salvarse solo no es patrimonio de los ultrarricos. Miles de personas se consideran preppers, algo así como «preparacionistas» y comparten tips en foros sobre cómo sobrevivir al colapso. En el estado de Kansas, se ofrecen habitaciones en el «Proyecto Condominio de Supervivencia», un edificio de departamentos de lujo construido sobre un silo para cabezas nucleares luego abandonado. En caso de un apocalipsis, ese sótano puede albergar a setenta y cinco personas durante cinco años.
Resulta por demás preocupante que los más ricos y poderosos del mundo estén analizando cómo sobrevivir al colapso, ya que son los mismos que tienen algún poder sobre el rumbo del planeta y el sistema social. También resulta sintomático que crean que pueden sobrevivir a base de tecnología y dinero. Si este último pierde su valor, caerán una a una las barreras que los protegen del mundo material, social y ambiental. Más preocupante aún es que crean que vale la pena vivir en ese planeta postapocalíptico que avizoran.
Muchos de estos personajes deben haber escuchado las palabras extremas de Milei en Davos; algunos como Musk hasta las celebraron. No pocos se deben haber sorprendido de que alguien aún los considerara «héroes». Pero, incluso para los héroes, no viene mal tener un plan B. Por si acaso.
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