El acceso al empleo, la brecha salarial y el llamado «impuesto rosa» son solo algunos de los modos en que se manifiesta la inequidad de género en el plano económico. Ellas ganan menos, pagan más y deben hacerse cargo de una doble jornada laboral.
14 de septiembre de 2016
Calificadas. La diferencia salarial disminuye en los sectores más instruidos. (Horacio Paone)
Cada vez más, la violencia de género está presente tanto en la agenda mediática como en la política y revive con cada femicidio. Pero en el largo camino hacia la igualdad de género, existen otros problemas y discusiones de larga data. El acceso al mercado de trabajo, la brecha salarial y otras cuestiones económicas como el «impuesto rosa» son temas un tanto relegados para la militancia de género e incluso en algunos sectores se consideran discusiones saldadas.
La brecha salarial entre varones y mujeres es en nuestro país de un 27,2%, y es considerada de las más altas en Latinoamérica, seguida por países como México, Chile, Brasil y Perú. De este porcentaje, solo un 12,6% puede ser explicado por elementos que corresponden al mercado de trabajo (factores como educación, experiencia laboral, sector económico, región, intensidad laboral y ocupación), según datos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT). «Muchas veces un camionero no tiene educación y una empleada doméstica tampoco, pero el camionero gana mucho más a pesar de que ambos tengan un oficio. Esa es la parte que no está justificada, ya que en general los oficios feminizados se pagan menos que los oficios masculinizados», explica Violeta Guitart, licenciada en Economía por la Universidad de Buenos Aires y coautora, junto con Mercedes D’Alessandro y Magalí Brosio, del blog Ecofeminista.
Un instituto especializado de Estados Unidos estimó que en ese país, si las políticas de género continúan como se están dando actualmente en materia laboral y económica, la brecha salarial entre hombres y mujeres podría cerrarse recién en 2058. «Hoy en día la situación es peor, las estimaciones lo llevan a varios años más adelante, incluso», advierte Guitart.
En Argentina la brecha salarial entre varones y mujeres sin instrucción educativa es del 50%, para personas con secundario completo es casi del 40% y disminuye para educación superior completa a menos del 30%, según datos de la Encuesta Permamente de Hogares realizada por el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC). La brecha tampoco es lineal. En nuestro país solo el 7% de los altos cargos ejecutivos (CEO) en empresas están ocupados por mujeres y aquí la brecha salarial asciende a más del 40% en desventaja para ellas, de acuerdo con la consultora Mercer.
Cuestión de roles
Las mujeres están insertándose en el mercado laboral argentino desde las décadas del 70 y el 80. «Antes quizás con el salario de un obrero varón alcanzaba para sobrevivir, pero hoy muchos hogares no se sustentan con un solo salario. Este cambio también vino de la mano de muchas otras independencias históricamente ganadas por el sexo femenino», explica Guitart en diálogo con Acción.
Los avances que han protagonizado las mujeres en distintos ámbitos de la vida social no se reprodujeron en el interior de los hogares. Si bien aumenta la cantidad de horas trabajadas fuera del hogar, en sus casas siguen siendo quienes dedican más tiempo a las tareas domésticas o de cuidado, incluso cuando el hombre y la muer trabajan la misma cantidad de horas fuera del hogar. Esta estadística surge en base a datos de la Encuesta Anual de Hogares Urbanos (2013) del INDEC.
La misma arrojó datos que indican que cuando aumenta la presencia de menores en el hogar, disminuye la tasa de actividad femenina. Es decir, hay menos mujeres trabajando o buscando trabajo. «Si bien en muchos casos las mujeres eligen dejar de trabajar cuando tienen hijos, en muchos otros tiene que ver con que es más barato quedarse en casa que pagar una niñera o una guardería», aclara Guitart.
Aunque cada vez hay más mujeres que ingresan en puestos laborales y con altos niveles de calificación, existe un techo invisible o «techo de cristal» que no permite que asciendan a los cargos más altos en las empresas; algo que se verifica en todo el mundo. Según un relevamiento de GlueConsulting, en Argentina solo el 4% de las empresas están dirigidas por mujeres.
«Muchos países están teniendo políticas activas para tratar de evitar eso. En nuestro país, el 22% de los cargos altos del Estado están ocupados por mujeres y el resto son todos varones. Internacionalmente también esto se aplica al ámbito público y privado. Los cupos que se están proponiendo tratan de ser del 30% pero no se alcanzan», explica Guitart. Este fenómeno se observa también en la participación en cargos jerárquicos dentro del Estado: aunque el 50% de los trabajadores del Poder Ejecutivo nacional son mujeres, ellas ocupan solo el 22% de los cargos de conducción política en el gabinete del presidente Mauricio Macri, el mismo porcentaje que ocuparon en el gabinete de Cristina Fernández de Kirchner.
Con respecto a los partidos políticos, por ley el 30% de los candidatos tienen que ser mujeres. Un dato positivo, porque funciona como piso y no como techo, y en general en todas las elecciones se supera ese cupo.
Políticas necesarias
Para Guitart y el equipo de Ecofeminista, existen algunas medidas que si fueran tomadas por el Estado traerían muchos beneficios para la inserción laboral y el empoderamiento de las mujeres. Una de ellas sería la implementación de guarderías maternales públicas. Esto representaría un cambio enorme y central ya que muchas mujeres que trabajan por un sueldo bajo se ven obligadas a dejar su empleo cuando tienen uno o más hijos menores. «Creo que con esta medida las mujeres no solo ganarían en el ámbito laboral sino en independencia», resume Guidart.
Por otro lado, teniendo en cuenta que las mujeres están sobrerrepresentadas en el trabajo informal, cualquier política que garantice el registro y la formalización laboral estará promoviendo una mejora en términos de género.
A esto se suman las licencias por paternidad y maternidad. En Argentina la licencia por paternidad es de dos días. Un tiempo que solo alcanza para hacer el trámite de inscripción de un hijo, y escaso en comparación con las licencias de otros países de la región como Ecuador, con 10 días; Colombia, con 8; Brasil y Chile, con 5 días; y Perú, con 4 . Se trata de una legislación desactualizada y discriminatoria, porque desde el Estado se reproduce la idea de que la única encargada del cuidado del niño es la madre. Sin mejoras en la ley, hasta el momento los sectores industriales y empresarios son quienes ganan oponiéndose a una mejora que favorecería no solo a los trabajadores sino también a los niños.