Sociedad

Migrantes y unidas

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En un país cuya cultura se enriqueció por sucesivas oleadas de personas provenientes de todo el mundo, resurgen discursos xenófobos y racistas. Un grupo de mujeres lucha contra la discriminación, la violencia y la vulneración de derechos.

Apoyo. La histórica dirigente de Madres de Plaza de Mayo, Nora Cortiñas, visitó la Asociación. (Gentileza AMUMRA)

Fundada en 2001 gracias a la lucha emprendida por un grupo de migrantes peruanas por el derecho al acceso a la educación superior de sus hijos, la Asociación de Mujeres Unidas, Migrantes y Refugiadas en la Argentina (AMUMRA) lleva ya casi dos décadas luchando por los derechos de este colectivo. Además de pelear por la aprobación de leyes como la de Migraciones de 2003, la Ley de Refugiados de 2006 y Ley de Trabajadores de Casas Particulares de 2013, ha generado acciones de visibilización y denuncia de situaciones de vulneración a los derechos humanos de las mujeres migrantes y sus familias.
Hoy celebra la inauguración de dos nuevas iniciativas. La primera es una flamante sala, con un mural de la artista Ailén Possamay inspirado en una fotografía de Manuel Obeso, que cuenta con computadoras para recibir a los migrantes y poder efectuar sus trámites de radicación en argentina (Radex). Desde 2017 es obligación, impuesta por el Gobierno, tramitar los pedidos de documentos en línea. Con sus propios medios, es decir, la voluntad y el aporte económico de las mujeres que integran la organización, Amumra se armó de computadoras y todas las tardes recibe familias que se quieren documentar.
En Argentina, los migrantes aportan entre 1.000 y 2.000 millones de dólares al año al Estado y pagan sus impuestos aunque no tengan documentos. Ciertas frases de sentido común, racistas y desinformadas, insisten en catalogarlos como parias. Sin embargo, la Argentina se construyó con migrantes.

El equipaje
A lo largo de la historia se sucedieron varias olas migrantes desde distintos horizontes. La principal hoy proviene de los países del Mercosur. El bagaje de un migrante es muy pesado y si abandona su tierra natal es porque tiene razones serias para enfrentarse al desarraigo. Es una mochila que cargará siempre, y jamás dejará de sentirse afligido por ella. Como dice el mural de la sala Radex, «Nuestra historia migrante es el equipaje que nadie puede quitarnos».
AMUMRA inauguro, además, un cálido salón con sillón, biblioteca y una mesa cubierta por un mantel y provista de una copa con caramelos para endulzar la situación. En su puerta, un cartel anuncia: «Centro de atención contra la violencia a mujeres migrantes y refugiadas en Argentina». Una de las paredes está cubierta por estantes con bolsas violetas. Son los kits de primeros auxilios para mujeres víctimas de violencia. Contienen una frazada, un buzo, una muda de ropa, un cepillo de dientes, entre otras cosas.
La Asociación realiza trabajos de investigación territorial sobre la violencia contra las mujeres migrantes y refugiadas en Argentina en sus ámbitos domésticos y laborales y organiza talleres en numerosas comunidades migrantes, tanto en la Ciudad como en la provincia de Buenos Aires. Además, dicta clases y talleres para la comunidad senegalesa. En palabra de las tres docentes, «para defendernos debemos poder hablar y escribir». A partir de esa base se brinda también capacitación en derechos humanos. Se habla, por ejemplo, de la Ley de Migraciones, del DNU 70/2017 que nunca fue ratificado por el Congreso, de las prácticas de represión, deportación y encarcelamiento sin acceso al derecho más elemental, que sí siguen en pie.
No existen estadísticas que demuestren que la proporción de migrantes en Argentina sea mayor que la de ayer. Por el contrario, desde finales del siglo XIX, representa un 4,6% de la población nativa. Lo único que cambia es la procedencia. Y no existe una sola área de nuestra sociedad que no se haya beneficiado por el multiculturalismo que trajeron los migrantes. Para ilustrar la historia argentina, todos los martes, en AMUMRA, una de las docentes, migrante extra-MERCOSUR, detalla los acontecimientos que se sucedieron a lo largo del siglo XX y definen el relieve sobre el cual estamos caminando. Sostiene que si no comprendemos nuestra procedencia será imposible comprender nuestro presente y mucho menos pensar nuestro futuro. Por eso, sus clases alternan el aprendizaje del español con la historia argentina y los derechos humanos.

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