14 de noviembre de 2025
Entre la hipervigilancia y el acoso, moverse en la ciudad es un desafío para las mujeres indias. Coches exclusivos y estrategias cotidianas revelan una lucha silenciosa por habitar el espacio público.

Nueva Delhi. Solo los varones parecen tener acceso pleno al uso y disfrute de la ciudad.
Foto: Julián Reingold
Ser mujer en la India es cargar con dos mochilas: la del día a día y la de la vigilancia constante que acompaña cada salida. En un vasto recorrido por Delhi, Acción puede ver de cerca cómo se cruzan género y movilidad de una forma que sorprende a ojos argentinos. Coches exclusivos para mujeres en el subte, aplicaciones que ayudan a elegir qué camino tomar, mototaxis más seguros que un auto y cuentas que reivindican el ocio femenino en el espacio público, algo aún visto con recelo.
«El mayor reto para las mujeres no es el riesgo de un hecho violento puntual, sino el desgaste mental de tener que estar todo el tiempo en guardia», aclara la periodista especializada en movilidad sostenible Niharika Sharma cuando Acción le pregunta cómo es vivir en la India. Y sabe bien de lo que habla: nació, creció y reside en Delhi, aunque a lo largo de su vida también echó raíces, por temporadas, en otras grandes ciudades del norte y este del país.
Ese agotamiento diario limita la presencia de las mujeres en el ámbito público y las empuja a recluirse en el privado, una renuncia que, dados los casos de violencia doméstica, tampoco implica estar a salvo. En ese marco, ellas no tienen derecho ni a la espontaneidad, una restricción que también existe en la Argentina, aunque con otros matices e intensidad. En Delhi, directamente no pueden decidir a último minuto quedarse paseando después de trabajar, ni visitar una concurrida feria ni bien cae el sol. Una falta de libertad que se traduce en una ciudad restringida, encogida. «El mapa de Delhi al que tengo acceso es mucho más chico que el que tienen los varones», señala Sharma.
Viva la segregación
El coche femenino del subte es uno de los poquísimos espacios donde las mujeres pueden bajar la guardia. Y no es el único en su tipo: existe en otras ciudades de este país, como Mumbai, Bangalore y Hyderabad, y también en grandes metrópolis del mundo como Ciudad de México, Río de Janeiro, Tokio o El Cairo. Pero en esta capital es, además, un oasis de calma dentro de un caos difícil de entender para una mente occidental.
Veredas rotas o inexistentes, calles mal iluminadas y sin señalización clara, falta de transporte público seguro y confiable y un tránsito agresivo donde una mayoría masculina se abre paso a los bocinazos son algunos de los obstáculos que enfrentan las mujeres indias cada día. «En Delhi, solo el 30% de las calles tienen acera», precisa el académico Pravesh Biyani, docente del Instituto de Tecnología de la Información Indraprastha (IIIT-Delhi).
En ese escenario, un estudio de la Observer Research Foundation (ORF) reveló que el 56% de las pasajeras de colectivos, subtes y trenes reportaron haber sido acosadas sexualmente. La encuesta, elaborada en 2021 por la ORF, con sede en Delhi, es una de las más amplias hasta el momento: incluye a 4.262 mujeres de 140 ciudades indias.
Por eso llaman tanto la atención las postales de los coches exclusivos para mujeres, muy comunes en otras partes del mundo pero aún excepcionales en las metrópolis indias: mujeres conversando, mirando el celular en calma, amamantando, cambiándose de ropa o, simplemente, permitiéndose llorar. Escenas a las que accedió este medio gracias a una invitación de la Global Network of Popular Transportation (GNPT), red integrada por académicos, activistas e instituciones que investigan la movilidad popular.
Con el mismo espíritu que los coches segregados, en 2017 brotaron baños públicos «rosas» en distintos puntos de esta capital. Son necesarios ‒porque el acceso a sanitarios cómodos, limpios y bien iluminados para mujeres sigue siendo limitado‒, pero también revelan hasta qué punto el diseño urbano reproduce estereotipos de género: si son para mujeres, tienen que ser rosas. De ese mismo color son los ploteos que indican en qué sector del andén se detiene el coche de subte para mujeres.

Bajo tierra. El coche femenino del subte es uno de los pocos espacios donde las mujeres pueden sentirse seguras.
Foto: Melissa Bruntlett
Recorridos seguros
Las políticas públicas avanzan más lento que la tecnología. Por eso, tantas mujeres indias recurren a esta última, con llaveros con alarma personal, topes de puerta que detectan movimiento, y plataformas colaborativas como las de la ONG india Safetipin, que mapea ciudades de todo el mundo para señalar los recorridos más seguros para las mujeres. Para eso, evalúa la iluminación, los caminos peatonales, la presencia policial y el movimiento de gente. Es la misma organización que en 2022 analizó los entornos de siete estaciones del ferrocarril Mitre en Buenos Aires para determinar cuán confiables eran para las mujeres.
Otra estrategia para aliviar la necesidad de hipervigilancia, al menos en parte, son los mototaxis. Aunque viajar tan cerca de un hombre podría parecer más riesgoso, muchas de las mujeres indias consultadas para esta nota los prefieren: a diferencia de un auto o un tuctuc, en una moto no hay rincones donde el acoso se esconda. El consejo compartido entre ellas: llevar siempre una mochila o cartera grande para marcar distancia.
Desde luego, al género hay que cruzarle otras categorías, como edad y posición social. En la India, las estudiantes universitarias o recién graduadas tienden a compartir la ubicación en tiempo real y usar tanto opciones de transporte solo para mujeres como aplicaciones de seguridad. «Son más propensas a cambiar sus hábitos de viaje en función de alertas en las redes o consejos de sus congéneres», señala la planificadora urbana Sonali Vyas, directora asociada en Safetipin.
Las mujeres mayores y las de barrios con bajos ingresos, en cambio, dependen menos de la tecnología y más del transporte público y de sus propios pies, lo que las expone más a deficiencias de infraestructura, como falta de veredas y paradas sin luz.
Pero el acoso no se limita al transporte: ferias, calles mal iluminadas y hasta parques aparecen en las denuncias. Con las mujeres relegadas de la esfera de lo público, su sola presencia en espacios compartidos es mirada con recelo si no tiene fines productivos o reproductivos.
En ese marco, hay iniciativas que reivindican el derecho de las mujeres al ocio, como la cuenta de Instagram @women_at_leisure, que muestra a ciudadanas indias dedicándose tiempo a sí mismas o a sus amigas ‒descansando, leyendo o simplemente disfrutando del espacio público‒, gestos que en este contexto aún se miran con recelo.
Sea en reposo o en movimiento, ante el acoso o el abuso la víctima es victimario. «¿Adónde iba ella?», preguntan los hombres. «¿Dónde estaba?» o «¿Qué tenía puesto?». Porque la agresión acá suele empezar con el disciplinamiento, expresado en cientos de ojos diarios sobre los cuerpos de las mujeres. Una mirada fija, difícil de denunciar pero igualmente invasiva, que funciona como una declaración de principios masculina: en las ciudades indias, por ahora, solo los hombres tienen pleno derecho.
