Chicas bellas, débiles y sumisas, que cantan, bailan, limpian y sueñan con el príncipe azul que las hará felices. Los estereotipos de género que transmiten las películas de Disney, desde «Blancanieves», de los años 30, hasta la actualidad.
11 de enero de 2017
(Elly Godfroy/Alamy Stock Photo)
Ariel, Aurora, Jasmine, Tiana. Las princesas de las películas de Disney venden: desde labiales con sus nombres hasta ideas sobre cómo conducirse en el mundo.
Según Alejandra Martínez, doctora en Ciencias Sociales, desde Blancanieves y los siete enanos (1937) hasta Valiente (2012), estas producciones, que son las más consumidas por el público infantil en el mundo, transmiten mensajes estereotipados sobre comportamientos y formas de ver la vida. «Al varón se lo ubica en el ámbito de lo que en estudios de género llamamos producción, y que implica proteger a la mujer y a los hijos (incluso a partir de un despliegue de violencia, con armas incluidas), y traer el sustento a la casa; y a la mujer, en el ámbito de la reproducción, que involucra tener a los hijos y luego criarlos, darles afecto, y también atender a los ancianos y a los enfermos. Eso pone a la mujer adentro de la casa, donde es pasiva y depende del varón», explica.
Este esquema tradicional está muy instaurado, al punto que incluso la mujer más rebelde e intrépida necesita que un hombre decida por ella. «Ese hombre suele ser el padre, al comienzo, y el novio, que la rescata, al final». Así, indica Martínez, se les está diciendo a las nenas que «si ellas siguen este modelo de sumisión y dependencia, les espera la felicidad máxima, representada como el matrimonio con un príncipe, es decir, alguien con linaje, poder y fortuna».
Un ensayo del departamento de Sociología de la Universidad de Montana (EE.UU.) titulado Un cuento tan antiguo como el tiempo: análisis de los estereotipos negativos de las películas de princesas Disney se centró, en 2012, en diez filmes: Blancanieves y los siete enanos (1937), La Cenicienta (1950), La bella durmiente (1959), La sirenita (1989), La bella y la bestia (1991), Aladdin (1992), Mulan (1998), Encantada (2007), La princesa y el sapo (2009) y Enredados (2010). Entre las observaciones constatadas, se cuenta que los personajes femeninos suelen ser débiles, sumisos, maternales y recatados; buscan consejo y muestran sus emociones llorando; son víctimas, y tienen miedo, voces suaves y metas de casarse. En oposición, los varones son fuertes, curiosos, asertivos, impasibles, atléticos, valientes; dan consejos; son los héroes, tienen voces gruesas y metas laborales. ¿Cómo ocupan el tiempo las princesas?: interactúan con animales, canturrean, bailan, limpian, cocinan o sirven, o se acicalan o se arreglan para alguien. Trabajar, luchar o estar con amigos es lo que menos hacen, mientras los varones cazan, hacen deportes, trabajan y salen con sus amigos.
Relaciones simbólicas
«En general, en estas películas se presenta una relación bastante lineal: quien es bella es buena, puede casarse y ser feliz para siempre, en tanto que quien es fea es mala y recibe un castigo que puede llegar incluso a la muerte. Estas relaciones simbólicas son complejas, porque los niños de muy corta edad no tienen la capacidad de distinguir que estas asociaciones no son aplicables a la vida real», sostiene Martínez, quien se dedica a estudiar cómo los diferentes espacios sociales, sobre todo, la familia y los medios de comunicación, influyen en la manera en que los niños y niñas aprenden normas de género.
Martínez subraya que como normalmente las películas de Disney llegan a los niños a través de sus padres, se transforman en «productos educativos indiscutibles». Y que, debido a las «formas de vida actual, los adultos dejan a los niños frente a la pantalla solos, por lo que los contenidos no suelen ser discutidos y se vuelven poderosísimos transmisores de estereotipos».
Otro aspecto al que apunta la socióloga es el «colonialismo cultural», ya que se trata de productos de Hollywood que ven los niños latinoamericanos y «reflejan los mismos valores que los estadounidenses les presentan a sus propios hijos». En La princesa y el sapo, por ejemplo, se promueve la idea de que «el poder real en el mundo no es la magia sino el dinero». Y la gente de clase baja es mostrada con un sesgo negativo y con poca inteligencia.
A excepción de Mulan y de Tiana, de La princesa y el sapo, las protagonistas corresponden a mujeres blancas. «Las niñas están ganando una descripción inexacta de lo que tendrían que ser, y los chicos también están aprendiendo una definición de cómo lucen y se tendrían que comportar las chicas. Se les enseña que la raza blanca es casi la única, mientras que otras razas encarnan a los malos», concluye el ensayo de la Universidad de Montana. «Se observa cómo los personajes pueden dividirse en tres grupos: los buenos, los malos y los acompañantes», completa Martínez. «Los “buenos” (los héroes) siempre son presentados como neutrales, con gestos, ademanes y formas de hablar que remiten a cualquier sujeto de Norteamérica. Los “malos” o antihéroes suelen ser neutrales o nativos de grandes potencias mundiales. Los acompañantes, en el doblaje español-latino (que es el que nosotros consumimos) son doblados, en general, como latinoamericanos y en la versión en inglés como afroamericanos. Así, los personajes representados como buitres, tortugas, perezosos y burros, que están destinados a hacer reír a la audiencia, por su evidente torpeza y ridícula apariencia, son asociados con nativos de México, en general, o afroamericanos, en la versión en inglés. Un ejemplo es la película El rey león, en que los buenos son neutros, el antihéroe es británico (en la versión original) y sus acompañantes son hienas con acento mexicano».
Es curioso que, en tiempos en que las mujeres pilotean aviones o son presidentas, y valoran y ejercen su independencia, este tipo de películas no reflejen esas realidades, aunque se vean algunas chicas más intrépidas, como Mérida, de Valiente, y Anna, de Frozen.
Regalos diferentes
«La diferencia de género acompaña muchos detalles de la infancia. No solo las películas y los cuentos sino otras manifestaciones más directas en el marco de la familia», examina Marisa Russomando, psicóloga especialista en maternidad, crianza y familia, y autora del libro Diván king size para padres (Urano). «Por ejemplo, los regalos diferenciados que se hacen a nenas y varones: cunas, bebés y cocinitas a las niñas, juegos de experimentos a los varones. Por ello, los padres preocupados por el mensaje que llega a los niños deberían reflexionar acerca de sus acciones primero, si no están contaminadas con esta diferencia y acompañar además los contenidos que los chicos reciben todo el tiempo generando una mirada crítica de algunas posiciones, cuestionando las decisiones de los protagonistas para lograr incluir otra versión de los hechos», recomienda.
Paloma, mamá de Julia, una nena de 6 años a la que le encantan películas como La sirenita y Frozen, y los dibujitos, como a todos los niños, dice que, aparte de ver las películas con su hija, le ha enseñado a cuestionar lo que ve en pantalla: por ejemplo, las publicidades que pasan entre dibujos animados. «¿Qué te quieren vender?», le pregunta, y la nena responde: «Cereales», «una muñeca», «zapatillas», y así. «Y, en el caso de personajes, le pido que los describa como personas. Ver dibujitos o una película sirve para que tengamos charlas sobre la crueldad o la bondad. Es una forma de que Juli aprenda a analizar las cosas, a ir más allá», resume Paloma, sobre su método para contrarrestar la información que recibe la influenciable mente infantil de su hija. Otra opción, como dice Martínez, es explicarles a los nenes que lo que ven son «simplemente unas princesas y la vida que Disney les inventa». O sea, puro cuento.