Expulsadas de la enseñanza formal, un grupo de recicladoras urbanas decidió apostar a la construcción colectiva y logró dar forma a un espacio que concibe la educación como una herramienta emancipadora. El desafío de tomar la palabra.
12 de julio de 2019
Aulas abiertas. Cooperativismo, Comunicación y Cultura y Medio Ambiente son algunas de las materias que se brindan en el «Bachi». (Guadalupe Lombardo)En la calle Osorio, en pleno barrio porteño de Chacarita, funciona el Bachillerato Popular Cartonero, primero de estas características aquí y en el mundo. Fue (y es) impulsado por el Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE), que forma parte de la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP).
«La educación formal siempre nos expulsó –explica Jacqueline Flores, presidenta de la Cooperativa de Cartoneros Anuillán–. Sin embargo, lejos de quedarnos con rencor, decidimos construir desde el amor, y por eso puede existir el Bachillerato Popular acá en plena Ciudad de Buenos Aires, adentro de un galpón cartonero. Fue un sueño, un desafío y hoy es una realidad».
Y así es el «Bachi», como lo llaman sus integrantes amigablemente. Funciona dentro de un galpón junto a un comedor, vestuarios con duchas y un espacio para guardar los carros. Un lugar donde se respira solidaridad, alegría, identidad y, tal como señaló su presidenta, mucho amor. Las actividades educativas se desarrollan tres veces por semana y quienes allí cursan se retiran a sus casas después de la cena, un final de oro tras arrastrar durante largas horas del día los pesados carros con cartones.
«Nosotras queríamos mostrar que desde la práctica teníamos para decir cosas tan válidas como quien viene de la universidad –subraya Romina Rearte, coordinadora del Bachillerato, quien está a un paso de obtener la licenciatura y el profesorado en Ciencias de la Comunicación–. Es una tarea ligada con la formación, con tomar la palabra, con lo colectivo, y es ahí donde empezamos a pensar en la necesidad de sumar herramientas a las que traían consigo las y los compañeras y compañeros».
Al Bachillerato asisten unos 30 cartoneros de entre 18 y 55 años. Inaugurado en 2017, por ahora sólo cuentan con los dos primeros años. Quienes están en la coordinación nunca hablan en términos de alumnos, para ellas son compañeros y compañeras, una muestra de construcción colectiva y a la par.
«El gran desafío que nos planteamos con el Bachillerato Popular Cartonero es que nos dé las herramientas para que la escuela o la universidad, tan lejana para quienes no tuvimos opción, sea una realidad y no quede solo en los sueños», explica con entusiasmo Jacky Flores.
La cooperativa nació, hace 11 años, gracias a la fuerza de las mujeres, movilizadas por la necesidad de las cartoneras de pensar cuál era su lugar y reconocerse como trabajadoras. Fueron ellas las que asumieron la tarea de organizarse y darle forma a la cooperativa. De a poco comenzaron a trabajar en torno a la cogestión de un sistema de reciclado con inclusión social. Así surgió el programa de Promotoras Ambientales, que consiste en poner al servicio de la Ciudad toda la experiencia de las mujeres cartoneras para juntar más material reciclable y llevar mayor concientización ambiental, tareas que el Gobierno porteño siempre mantuvo en el ámbito de lo privado.
Práctica política
«Nosotras nos propusimos la tarea de construir una pedagogía cartonera concibiendo la educación como una herramienta emancipadora de verdad, y en ese sentido, este es un Bachillerato Popular que se enmarca en una organización social que le da sentido a la práctica política. Estos compañeros han construido una cantidad de saberes enormes a partir de una realidad que los interpela permanentemente. Entonces nos parecía que poner todo ese saber en una instancia educativa y construir una pedagogía cartonera tenía que ver con entender que en ese proyecto que es la economía popular hay distintas formas de hacer», explica entusiasta Rearte.
El Bachillerato, que tiene una orientación en cooperativismo, y mucho del pedagogo brasileño Paulo Freire en su concepción, le hace honor a su esencia ya que las decisiones y la construcción colectiva se realizan en base a asambleas de docentes y estudiantes. Si bien aún no cuentan con reconocimiento legal, un convenio con otras organizaciones en las que también funcionan bachilleratos populares les permitirá a quienes terminen sus estudios acceder al título correspondiente. «Vamos construyendo colectivamente dentro de una organización que nos enseña que el saber es poder», señala Flores.
Seis son las materias que se cursan: Cooperativismo, Comunicación y Cultura, Matemática, Lengua y Literatura, Salud y Medio Ambiente e Historia, las que están atravesadas por tres ejes: feminismo popular, perspectiva de género e identidad en tanto trabajadores y estudiantes de la Economía Popular.
En el aula trabajan con pareja pedagógica incluso con tres o cuatro docentes y para su selecciónse nutrieron de organizaciones cercanas como Patria Grande o Cienfuegos. La evaluación exigió a coordinadores y profesores deconstruir la idea de avalar un saber con un número, para ello decidieron producir un programa de radio y una revista de manera de trabajar todas las materias en un programa colectivo, y analizar luego qué les había pasado durante ese proceso. Un criterio integral que les permite tener continuidad en el trabajo con los contenidos. Si un año no se pudo abordar, se lo hace en el siguiente.
Rearte subraya: «No creemos que haya un solo tipo de educación popular ni un modelo a replicar, nos parecía importante plantearnos esta realidad, la de las y los compañeros y compañeras del subsuelo de la patria que es una, ni mejor, ni peor que otras. Es distinta, pero igual de válida». Las y los cartoneros del «Bachi» sienten orgullo de ser trabajadores del subsuelo de la Patria y honran el venir desde abajo. Tanto ella como sus compañeras sueñan con «una universidad llena de cartoneros/as, llena de pueblo de verdad»
«Si logramos que en estos tres años, los y las compañeras se enamoren de esa herramienta que es el cooperativismo, nos habremos sentido realizadas, porque es la única posibilidad de superar la explotación del hombre por el hombre y de construir otro modo de hacer, de ser y de ir por una sociedad justa sin esclavos ni excluidos», expresa con contundencia Rearte.
La mejor síntesis la expresa Flores cuando señala: «Hay una educación que nos está abrazando y, como lo señalé anteriormente, que nos impulsa a dejar atrás los sueños para hacerlos realidad». Y por ese sueño caminan, todos los días, con sol abrasador o con lluvias torrenciales y sienten orgullo por lo que hacen porque saben que, como contracara de la mirada indiferente o desconfiada de la sociedad, les espera una mirada de amor, contención y calidez que se les viene encima apenas ingresan a ese enorme galpón cartonero.