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Peligro: salmoneras

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El gobierno argentino y una empresa de origen noruego firmaron un convenio para desarrollar la industria del cultivo de salmones en el Canal de Beagle. Concentración de desechos, amenazas a especies autóctonas y otros riesgos de la actividad.


Paisaje. La acuicultura en el fin del mundo tendrá consecuencias sobre el turismo. (Andrea Pomeraniec)

El agua de las costas en el sur de Chile, donde se ubican las jaulas salmoneras de una empresa noruega, tiene un color verde esmeralda. Se muestra limpia. Solamente los bordes de las estructuras que contienen a cientos de miles de peces encerrados asoman a la vista. El fondo del mar, sin embargo, no tiene la misma imagen pulcra que se aprecia desde la superficie. El documental alemán La fiebre del salmón, disponible en YouTube, muestra un basural oculto: a metros de la orilla, y a poca profundidad, se acumulan sogas, pedazos de jaulas, restos de la comida que les dan a los animales que se cultivan y los propios desechos que estos producen. Un ecosistema dañado y en deterioro progresivo es la consecuencia que, en el país vecino, denuncian desde hace décadas.
Con estos antecedentes, en Tierra del Fuego la preocupación se extiende cuando sus habitantes imaginan un paisaje con jaulas en el mar, que incluso pueden tener el tamaño de una cancha de fútbol.
Ushuaia sería, según un convenio firmado entre el Ministerio de Agroindustria y la empresa pública noruega Innovation Norway, el lugar elegido para instalar las salmoneras. En caso de que los estudios preliminares den el visto bueno, la actividad se desarrollaría en el Canal de Beagle, con la especie exótica de salmones del Atlántico norte.
«Creemos que el paisaje es un recurso natural no renovable, sobre el que se debe tener una mirada profunda», dice Julio Lovece, presidente de la Fundación Ushuaia XXI, dedicada a la preservación de los distintos ambientes y a promover el turismo. Y advierte: «Somos un destino turístico que vende, a través de un marketing que tiene muchas décadas, una zona que se supone que es prístina, y quienes vienen al fin del mundo lo hacen con un imaginario relacionado con la naturaleza. Por lo tanto, aquellos que viajan miles de kilómetros a Ushuaia lo que menos esperan es encontrar paisajes contaminados».

Biodiversidad
La práctica de la salmonicultura, explica Gustavo Lovrich, investigador del Conicet, puede realizarse de un modo sustentable (al instalar una planta en tierra, con recirculación de agua) o no. «El problema es que la intención es hacerlo en el mar y nada indica que vaya a ser un sistema amigable con el ambiente, sino parecido al que se usa en Chile», dice.
Más allá del golpe al turismo, la actividad podría sumar otros impactos, según el Foro para la Conservación del Mar Patagónico y Áreas de Influencia. A través de un informe titulado «Acuicultura de salmónidos», el conjunto de organizaciones advierte sobre la introducción de enfermedades que afectan a los peces y la acumulación de basura que tiene consecuencias sobre la vida en los fondos. Y añade: «La concentración de desechos orgánicos bajo las jaulas, producto del alimento no consumido por los peces y de las heces que precipitan, conllevan la pérdida de biodiversidad». «Eso hace crecer las microalgas que producen mareas tóxicas, que además pueden sofocar y asfixiar a los salmones mismos, como ya sucedió en Chile», explica, por su parte, Lovrich.
El uso (y abuso) de antibióticos que pueden afectar a otros peces autóctonos y el peligro para otros animales –como los lobos marinos, que son cazados para que no se acerquen a las jaulas– son otros problemas mencionados en el informe.
Desde el gobierno fueguino destacan que la actividad podría generar miles de empleos. Para Lovrich, en cambio, la fuente de trabajo de los pescadores artesanales corre riesgo: «Cuando el ambiente sea modificado y haya cada vez menos oxígeno, las centollas, una de las especies que se pescan en el canal, se van a ir. Entonces los pescadores, de ser cuentapropistas van a terminar como empleados de las salmoneras». Una actividad que, como el salmón, parece ir contra la corriente del desarrollo sustentable.

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