Sociedad

Semillero de derechos

Tiempo de lectura: ...

El Club Social y Deportivo Che Guevara de la localidad cordobesa de Jesús María reivindica el ideario del mítico revolucionario y enarbola una lógica del deporte alejada del mercantilismo y con eje en el fortalecimiento del tejido social desde la niñez.

No estamos de acuerdo con el fútbol capitalista». En tiempos donde los jugadores son más importantes por la ropa que visten, por la cantidad de camisetas que venden, por sus raros peinados nuevos y la cantidad de fotos que viralizan en las redes sociales, la frase suena casi anacrónica. Mónica Nielsen hace este planteo antimarketing como correlato de su acción cotidiana al frente del Club Social y Deportivo Che Guevara. Esta institución nació en Jesús María, en el norte cordobés, con el objetivo principal de resaltar que «el deporte es un derecho de la niñez» más allá de la lógica mercantilista que impera. En diciembre de 2016, esa semilla cumplió diez años de vida y se ganó de buena ley un nombre a nivel nacional e internacional.
En la actualidad más de 160 niños, niñas, adolescentes y jóvenes asisten al club. En total integran la institución 7 divisiones masculinas y un equipo femenino. Sin embargo, no cuentan con cancha propia. Durante esta década rotaron de club en club, por predios alquilados o polideportivos prestados, siempre albergando en su mayoría a «pibes de Sierras y Parques», el barrio más populoso de Jesús María.
Mónica, exempleada municipal, realizó censos y conocía bien la situación de estos barrios. «Había niños con muchas dificultades, donde el deporte estaba restringido», dice. Los últimos datos del municipio indican que en el barrio habitan unas 5.000 personas, el 15% vive en condiciones de hacinamiento; el 60% son trabajadores informales y el 50% no cuenta con condiciones sanitarias adecuadas.
Así, Mónica y un compañero de trabajo comenzaron a darle forma a la idea. «Después de idas y vueltas, el 14 de diciembre de 2006 decidimos darle para adelante», recuerda la presidenta de la institución. En el medio, un verano marcado por un viaje de Mónica a Cuba terminó de fijar la impronta que sellaría el espíritu del club, ya que la mujer buscaba «usar el mensaje del Che como herramienta transformadora». Y en febrero de 2007 comenzó a dar vida a una acción verdaderamente revolucionaria: a través del club de fútbol hizo del deporte un derecho concreto, mientras hacía que «se reconociera al Che y sus valores».

Bases sólidas
«El mundo del fútbol tiene un lenguaje distinto al que queríamos plantear», dice la dirigente. Y ejemplifica: «Nosotros dijimos: “Este club no va a vender a un chico” y eso cuesta que se entienda», pero con el tiempo, este planteo «permitió que se fuera construyendo un tejido social dentro del club». Entre otras prácticas que se convirtieron en habituales, el Che logró tener predios para entrenar a cambio de trabajo de sus jugadores y familiares. «Quieren jugar, tenemos que laburar», les decía Mónica a los pibes.
Para sostener los gastos diarios, que no son pocos, se hacen locros, empanadas, rifas y peñas, que ya contaron con la colaboración de artistas como León Gieco o Raly Barrionuevo. Pero el club no solo fue reconocido por artistas y militantes comprometidos con el campo popular. A lo largo de estos diez años, distintos medios de comunicación nacionales, como El Gráfico o Página/12, e internacionales (Marca, de España y L’equipe, de Francia, entre otros) posaron su atención en El Che.
Si los objetivos sociales fueron altamente cumplidos, El Che demostró que también se puede practicar deporte de calidad con otra lógica. Por primera vez en su historia, en 2016 el club se consagró campeón. Y por partida doble: dentro de la Liga Regional Colón, los chicos de la quinta (2001/2002) y de la sexta (2003/2004) obtuvieron sus respectivos primeros puestos. «Acá no les cobramos cuota, pero les damos una ideología fuerte, que sirvió para formar a estos chicos y al mismo tiempo salir campeones», destaca Mónica.
En días en que sus inferiores ganan renombre, desde El Che son claros: no se promueve la mercantilización de los chicos, pero no se les prohíbe soñar con un futuro profesional. Los ayudan, pero Mónica remarca un mensaje que le dice a cada pibe: «Siempre acordate de esta escuelita de fútbol, que está en un barrio pobre, y es donde te formaste».

Texto y foto: Leonardo Rossi

Estás leyendo:

Sociedad

Semillero de derechos