5 de octubre de 2024
Cada vez nacen menos niños. Mientras hay quienes se preguntan sobre la viabilidad de un planeta despoblado, se renueva un debate en el que intervienen argumentos demográficos, políticos y filosóficos. El papel de las luchas feministas.
Números. Entre 2014 y 2022, hubo un descenso de nacimientos del 36%, el más pronunciado del que se tiene registro.
Foto: Shutterstock
Un posteo que circula en las redes ilustra, de manera alarmista, pero con cierta gracia, la caída progresiva de la natalidad, un fenómeno global que se evidencia también a nivel local. «Vamos directo a la extinción… mi bisabuela: doce hijos; mi abuela: seis hijos; mi madre: tres hijos; yo: una hija; mi hija: un gato; su gato: castrado», dice.
Además, no es excepcional que, por estos días, en reuniones familiares o entre amigos, personas en edad reproductiva expresen su deseo de no tener hijos. Entre ellos, están los que miran el futuro con escepticismo y sostienen que, tal y como está, el mundo es un gran anticonceptivo. Pero, ¿cómo se explica este proceso? ¿Cuáles son las causas y posibles consecuencias de que haya menos nacimientos? ¿Qué dicen las teorías, algunas ciertamente apocalípticas, en torno a esta cuestión?
Desde hace diez años, se comenzó a observar en Argentina una marcada tendencia a la baja en la cantidad de nacimientos, con un descenso –entre 2014 y 2022– de un 36%, el más pronunciado desde que se tiene registro. El porcentaje es aún mayor entre las adolescentes (un 55%), lo que resulta un logro ya que los embarazos en edades tempranas son, en su mayoría, no intencionales y se mantuvieron por décadas en niveles muy elevados.
Un pantallazo por la trayectoria demográfica muestra que, comparado con otros países de la región, Argentina inició más tempranamente el proceso de descenso de la natalidad. Ya en 1960, el promedio era de tres hijos por mujer, mientras que en el resto de Latinoamérica y el Caribe era de seis. Durante los 70, esta tendencia se frenó debido a políticas pronatalistas, pero en los 90 se retomó y a partir de 2019 el índice estuvo por debajo de los dos hijos por mujer, inferior a los niveles de reemplazo.
«Lo que vemos en Argentina es que, probablemente, estamos pasando la etapa final de la transición demográfica de una forma exacerbada, donde ya la mortalidad bajó mucho debido a mejoras en la salud, el crecimiento poblacional fuerte ya lo vivimos, pero también la natalidad empieza a descender notablemente, entonces, se espera que se dé un crecimiento más lento, como ocurre en otros países», explica Nicolás Sacco, doctor en Sociología por la Universidad de Buenos Aires, especialista en Demografía e investigador del Conicet.
Entre las razones que impulsan este nuevo régimen, se señalan, por un lado, las transformaciones en las preferencias, en las conductas sociales y culturales y, por otro, a una mayor accesibilidad a métodos anticonceptivos y a información. En este sentido, Sacco expresa que hay un cambio en las aspiraciones y en los deseos reproductivos de las mujeres y también de los varones, o sea, un cambio de ideas. «Esto tiene que ver con el rol histórico que se le dio a la mujer como objeto reproductivo», sostiene.
Con respecto al papel que juegan los feminismos, Sacco establece una correlación directa entre las luchas por los derechos sexuales y reproductivos, el descenso en la tasa de nacimientos y la desacralización de la maternidad como el único objetivo aspiracional de las mujeres. Esto se expresa además en que hay un retraso cada vez más largo de la edad promedio para el primer hijo.
«Creo que es muy positivo el hecho de que ahora las personas puedan elegir, en base a distintos criterios, cómo seguir su trayectoria reproductiva e individual. Y esto tiene que ver, además, con el acceso a la educación, al crecimiento de los niveles educativos y a la entrada de la mujer al mercado de trabajo», afirma el especialista.
En cuanto a la notable disminución de los embarazos adolescentes en el país, un informe del Fondo de Población de las Naciones Unidas (Unfpa) señala que tuvieron un impacto decisivo tanto la Educación Sexual Integral (ESI) como el Plan Nacional de Prevención del Embarazo No Intencional en la Adolescencia (ENIA), que comenzó a funcionar en 2017 y fue desmantelado por el Gobierno de Javier Milei.
Sobre las implicancias de la baja en la natalidad total, existen teorías catastróficas que afirman que no se podría sostener a la población que no esté en edad de trabajar porque el sistema previsional entraría en colapso por la menor cantidad de personas activas. En disidencia con estas visiones sobre el declive, el demógrafo afirma que, si mañana no hubiera más nacimientos en Argentina, se llegaría a tener la misma población que en 1998. «Ahí el problema no era demográfico sino relativo al mercado de trabajo, había menos personas, obviamente la tecnología era distinta, pero había una alta desocupación». En el área educativa, el impacto podría ser más palpable y la matrícula –dice– podría llegar a estancarse de acá a 50 años. Sin embargo, Sacco asegura que una menor cantidad de nacimientos no significa algo terrible porque el mundo por millones de años vivió con muchas menos personas. «Significa –agrega– que hay otro tipo de trayectorias de vida y que las familias no son extendidas horizontalmente sino más bien a lo largo, con la posibilidad de conocer abuelos y bisabuelos, algo muy positivo para la sociedad».
En buena parte del siglo pasado, el temor que rondaba era la superpoblación. Hoy, por el contrario, es a la despoblación porque, según Sacco, «siempre se usó a la demografía como un chivo expiatorio para no ver la película completa de lo que está sucediendo». «Actualmente hay una explosión del tema del pánico sobre la caída de los nacimientos… Elon Musk dijo que el principal problema del mundo no es la guerra, no es la desigualdad social, no es la crisis ecológica, sino que las mujeres desean tener pocos hijos. El primer ministro de Corea del Norte también les pidió a las mujeres, por favor, que tengan más hijos porque era un problema de seguridad nacional. Y el papa mencionó, hace unos años, que tener mascotas y no hijos era de egoísta», relata el sociólogo.
«Hay gente muy poderosa que está fogoneando todo este discurso pronatalista que tiene implicancias sobre los derechos reproductivos. No es casualidad que hoy en día se esté poniendo en tela de juicio por parte de esta narrativa muchos de los derechos reproductivos que se lograron en Argentina y el tema de tener hijos no debería ser una política pública activa del Estado porque es una decisión individual, de las familias, de las personas», afirma.
Hay países con una cantidad de habitantes relativamente baja que mantienen una calidad de vida aceptable. Entonces, el interrogante aquí es ¿qué factores motorizan el crecimiento de una sociedad independientemente de su estructura demográfica? Sacco asegura que, sin entrometerse en la vida privada, el Estado debería apoyar los proyectos de las personas ya sea que tengan o no el deseo de tener hijos. «Para eso hacen falta políticas de educación de calidad, acceso a la salud y a la vivienda, oportunidades laborales para todos, distribución de ingresos, todas cosas necesarias para cualquier proyecto de vida, que no tienen que ver con si somos muchos o somos pocos, sino con políticas económicas, políticas de Estado, con política en el fondo», concluye.