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Soñar despiertos

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Francia Fernández

Investigaciones recientes revelan que la ensoñación cumple funciones reparadoras, calma la incertidumbre y es clave para desplegar la creatividad.

Contra la ansiedad. La imaginación brinda salidas cuando todo parece incierto.

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¿Cuándo fue la última vez que fantaseó con ganarse la lotería o surcar el cielo como un pájaro, mientras hacía algo tan trivial como lavar los platos? Soñar despiertos es muy común, al punto que la mayoría de la gente pasa casi la mitad de su vida en ese estado.
Aunque muchas veces se asocia con «perder el tiempo», la ensoñación es clave para desarrollar o desplegar ciertas habilidades. «Se puede equiparar al juego en los niños y es una actividad muy importante de los humanos, porque tiene que ver con la creatividad, con la sublimación», señala la psiquiatra y psicoanalista María Teresa Calabrese. «Trabajos neurocientíficos muestran, por ejemplo, que muchos CEO empresariales toman decisiones cuando se están duchando, en un momento de relajación, sin el celular. O sea, es primordial para “reformatear” el cerebro, no estar todo el tiempo conectados».
La mente suele saltar de una cosa a otra. De hecho, una característica de la atención es su naturaleza fugaz y la dificultad de mantenerla en una tarea por largos períodos de tiempo, de acuerdo con los especialistas. Valerio Amoretti, académico de la Universidad de Columbia, asegura que «la mente errante y fenómenos relacionados no solo son normales, sino que son indispensables para una vida mental sana». Entre otras cosas, dejar que los pensamientos merodeen «durante una tarea medianamente complicada puede hacer que surjan otras ideas a las cuales no se accede fácilmente de manera consciente». El investigador se ha servido de sí mismo para sus observaciones. Cuando está «atascado», andar en bici, ir a caminar, escuchar música y dejar que su mente divague, hace que «una respuesta que estaba buscando llegue de inmediato».

Traumas y deseos
Calabrese, que es integrante de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA) y la Asociación Psicoanalítica Internacional (IPA), comenta que el soñar despiertos también cumple una función reparadora. «Es el mismo mecanismo que el sueño, solo que en el sueño está la censura. El sueño diurno es más consciente; el nocturno, más inconsciente. En los niños, el juego permite metabolizar situaciones traumáticas, por ejemplo, cuando un niño va a tener un hermanito, toma un muñeco y le pega, en vez de pegarle al hermanito. Así desplaza la rabia, el enojo sobre una figura. En el sueño diurno pasa algo parecido: uno imagina cosas que le gustaría que ocurrieran». Puede suceder que «en el trabajo, si alguien está acosado por el jefe, fantasee con que se lo encuentra en la calle y le grita algo que en la oficina no se anima. Si a una mujer su pareja le fue infiel, esta puede fantasear con acostarse con el mejor amigo del marido». En el caso de los traumas sexuales, es más difícil, ya que se tiende a negar la realidad. «Puede ocurrir si la persona empieza a recordar y hablar. Hay chicas que han sido abusadas en la infancia, y han reprimido el trauma, para defenderse. De grandes, pueden fantasear con denunciar a quien las abusó».
Como el cerebro no tolera la incertidumbre, imaginar disminuye la ansiedad, al brindar salidas. «Y, en estos momentos, en que todo es tan incierto, puede ser beneficioso. Por ejemplo, alguien está confinado y no puede viajar. Entonces, imagina que se va a tal lugar y hace tales cosas. Es como esas aplicaciones para insomnes: te dicen que imagines cosas para relajarte. Eso está mostrando que la relajación tiene que ver con la fantasía».
¿Cuándo se vuelve algo dañino y habría que consultar? «Siempre existe una delgada línea en todo», dice Calabrese. «Así como puede ser muy bueno para la toma de decisiones, o para “reformatear” el cerebro, pasarse mucho tiempo fantaseando también puede ser una conducta evitativa de la realidad y convertirse en un trastorno. Sobre todo si la persona se aísla del ambiente familiar y social». Afortunadamente, para la mayoría, se trata simplemente de algo muy humano.

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