Sociedad | Jornada de sensibilización

Suelos degradados, el gran problema

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Jorgelina Hiba

La tierra en la Argentina sufre, desde hace décadas, un proceso de deterioro de sus propiedades. El clima y una gestión deficiente en la lupa.

Navarro, Buenos Aires. Curso del arroyo Las Garzas en 2023, tras tres años consecutivos de sequía.

Foto: Getty Images

Los suelos productivos de la Argentina enfrentan, desde hace décadas, un proceso de degradación de sus propiedades naturales que tiene que ver no solo con el clima, sino también –y sobre todo– con una gestión deficiente que carece de una mirada integral y de largo plazo. Casi el 70% del territorio nacional está clasificado como árido, semiárido o subhúmedo, y se estima que unas 100 millones de hectáreas presentan algún proceso de degradación por erosión hídrica, eólica o biológica asociada al menos en parte con malas prácticas productivas como el sobrepastoreo, la deforestación y los incendios intencionales, entre otros.

Sobre todo esto se habló en la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional de Rosario, en el marco de la jornada de sensibilización y capacitación «El suelo en agenda: comunicar para conservar», durante la cual profesionales de esa disciplina analizaron pasado, presente y futuro del gran insumo nacional: la tierra. Según el ingeniero agrónomo Fernando Martínez, quién puso el foco en la historia del uso de los suelos en Argentina, su degradación constante es una problemática «que no está en la agenda pública» a pesar de ser «urgente». Por su parte, Sergio Montico, docente titular de la cátedra de Manejo de Suelos, explicó que hasta dos tercios de los suelos argentinos presentan algún tipo de degradación: «El 32% de la Argentina y el 42% del territorio santafesino padecen problemas graves de erosión hídrica». El también ingeniero agrónomo Mario Monti planteó los desafíos futuros de la conservación de suelos, algo que despierta enormes interrogantes a nivel global: «Hoy es un tema importante en todo el mundo. Hay que repensar políticas públicas para no seguir dañando el suelo», dijo el especialista. 

Efecto dominó
Para Montico, Argentina tiene un problema «grave» de erosión, tanto hídrica –en la región pampeana norte– como eólica –en el sur del país–. «Esto genera problemas productivos y ambientales porque se deteriora el suelo y disminuye tanto su capacidad productiva como su posibilidad de brindar servicios ecosistémicos». «No estamos bien a la hora de hablar de conservación de los suelos, salvo algunas honrosas situaciones donde hay organizaciones y productores que hacen bien las cosas», dijo. En la zona núcleo agropecuaria, el corazón agrícola histórico (provincias de Santa Fe, Córdoba, Entre Ríos, Buenos Aires y La Pampa) las problemáticas más serias están vinculadas con la erosión hídrica, la pérdida de carbono, la falta de rotación de los sistemas de producción, la compactación y la pérdida de biodiversidad, todas limitantes «que se están intensificando» y que, en algunos casos, se han podido detener o revertir a partir de mejores prácticas tecnológicas y de manejo. 

«Es un efecto dominó: cuando un suelo no está en buenas condiciones, genera otros problemas importantes: tiene poca capacidad de dragado, poca porosidad, no inflitra bien, no genera reservas y por el contrario favorece las inundaciones. El problema va mucho más allá del alamabrado de cada uno, falta mirada y acción a nivel territorial amplio», explicó Montico.

San Jerónimo del Sud. Cosecha de maíz en el sur de Santa Fe. La falta de rotación es uno de los principales problemas de la zona.

Foto: Getty Images

Estudiar, ordenar, planificar
La pérdida acelerada de propiedades naturales en una porción importante de los suelos argentinos es multicausal. Algunas razones son del orden de lo global como el cambio climático, que ha generado un patrón de precipitaciones diferente a partir del cual –según detallaron los profesionales de Agrarias de la UNR– las lluvias sobre la región centro son «más celdáicas y torrenciales», algo que se agrava cuando se encuentran con suelos que vienen perdiendo su capacidad de retención de agua, por los acelerados y drásticos cambios en sus formas de uso. «El agua que no se cosecha genera inconvenientes productivos extraprediales. La pérdida de nutrientes por lavado de suelos es otro problema», señaló Montico, quien puso el acento en algo que explica el porqué de la degradación de los suelos argentinos: la falta de políticas públicas consistentes y sostenidas en el tiempo, con enfoque de planificación y ordenamiento territorial. 

Un ejemplo a imitar es el Observatorio Santafesino de Suelos (OSS), una sigla bajo la cual se reúne el trabajo y la coordinación de una decena de actores académicos, profesionales y productivas que busca acercar información actualizada a los productores, en coordinación con diferentes niveles de Gobierno. «La articulación entre organizaciones es fundamental. Los países que han avanzado en conservación de suelos lo han hecho sobre la base de políticas públicas y la firme decisión del Estado de apoyar estos conceptos», razonó Montico, para quien el abordaje debe partir de la idea de un ordenamiento territorial sistémico que no solo ponga la lupa en la gestión del agua, sino que abarque también el mantenimiento de los caminos rurales, el cuidado de la biodiversidad y los esquemas productivos que incorporen tanto una tecnologías de insumos, como de procesos: «Es urgente repensar los sistemas productivos, diversificarlos y manejar la fertilización de forma inteligente. Hay que ir hacia una visión territorial», concluyó.

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