Sociedad | TikTok

Juegos peligrosos

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Esteban Magnani

El caso de la niña que murió por intentar realizar uno de los desafíos que se viralizan en la red reveló una problemática con muchas caras. ¿Cómo explicar lo ocurrido?

Foto: Shutterstock

TikTok es una red social relativamente nueva, de gran éxito entre los preadolescentes y adolescentes. El reciente caso de la niña que murió en Santa Fe por intentar realizar uno de los desafíos que se viralizan por esa red fomentó la preocupación de muchos adultos por lo que hacen sus hijos con el celular. No resulta fácil comprender cómo pudo ocurrir algo así y se abren las compuertas del miedo a lo desconocido. ¿Es TikTok un peligro para la vida? La respuesta es compleja y se ubica en el cruce que se da entre algoritmos, cultura de masas y la necesidad adolescente de ser aceptado.

El éxito
TikTok es de origen chino y en 2020 se transformó en la red social más descargada, desplazando a otras como Facebook (actualmente vinculada con los adultos) e Instagram (de la misma empresa, hoy usada sobre todo por adultos jóvenes). En 2021 llegó a tener más visitas que Google; en 2022 Mark Zuckerberg reconoció que era difícil competir con ella. TikTok creció sobre todo gracias a una fuerte campaña en internet y un algoritmo de inteligencia artificial que detectó, con tremenda precisión, las preferencias de las masas, en especial las de los preadolescentes.
Hasta tal punto llegaron las cosas que incluso Donald Trump, cuando todavía era presidente, amenazó con prohibir TikTok en los Estados Unidos por la cantidad de datos que acumulaba sobre los jóvenes norteamericanos y por sus supuestos vínculos con el Gobierno chino (cabe aclarar que no le preocupaba que en el mundo se usen redes sociales de origen estadounidense vinculadas con los servicios de inteligencia de ese país, como filtró el exespía Edward Snowden).
El algoritmo de TikTok explotó el atractivo de los videos breves, en general de unos pocos segundos. En particular tuvieron mucho éxito las coreografías realizadas por influencers que miles o millones de niños imitaban y volvían a subir. Eran un «desafío» o «challenge» (como se los llama en inglés) que se valoraban por incentivar la actividad física y el baile.
Pero cabe aclarar que los challenge no son un invento de TikTok. Probablemente el lector recuerde el «Ice bucket challenge» de 2014 en el que famosos y desconocidos se tiraban cubos con agua y hielo como parte de una campaña para recaudar fondos contra la esclerosis lateral amiotrófica.
Pero es posible ir más atrás para comprender su origen analógico: «Pensar que los challenge son una novedad de TikTok o de las redes sociales es un error conceptual. Si a cualquier persona de 45, 50 años le ponés un tema de Chayanne, tipo “Provócame”, todos vamos a hacer la misma coreografía. Si ponés Luis Miguel con “No culpes a la noche”, va a pasar lo mismo», explica Carolina Duek, doctora en Ciencias Sociales e Investigadora del CONICET.
¿Entonces? ¿Qué es lo novedoso que aportan las redes sociales? «Las redes sociales toman prácticas de la cultura de masas y las vuelven aún más volátiles y masivas», continúa la especialista en educación e infancias. «El challenge, en general, nos permite entender de qué forma la cultura de masas busca vectores comunes a muchas personas de manera constante. Muchos de los TikToks que se viralizan son de gente que no se conoce entre sí. Entonces hay algo ahí de construcción ficticia, de pertenencia a un colectivo más amplio».
Es por esa necesidad de pertenecer que se cuelan otros desafíos a transgredir normas o, incluso, hacer actividades peligrosas.

El precio de pertenecer
Milagros, la niña santafesina, habría aceptado el «blackout challenge» que consiste en ahorcarse hasta perder la conciencia. Mostró a sus compañeros por videollamada los dos primeros intentos, pero en el tercero no logró sacarse la cuerda a tiempo y ocurrió el daño irreparable.
Si bien se trata de un caso extremo, hay todo tipo de desafíos. En Estados Unidos, por ejemplo, se viralizó «Pegale a un maestro» («Slap a teacher») y numerosos estudiantes se grabaron haciendo exactamente eso, hasta que TikTok bajó los contenidos.
¿Es que el algoritmo está a favor de la violencia entre estudiantes y docentes? No: seguramente lo que ocurrió fue que algún video comenzó a circular y despertó la atención de chicos sorprendidos que lo compartieron como una curiosidad. El algoritmo detecta los videos «exitosos» y los difunde como una forma de retener a los usuarios en la plataforma, pero no comprende a qué refiere el contenido.
En este caso alguien debe haber creado el nombre del desafío y algunos pocos de los millones que lo vieron creyeron que era su oportunidad de ser reconocidos por sus pares y se grabaron golpeando a un docente. De esta manera retroalimentaron la viralización hasta que la empresa se enteró del problema y detuvo su circulación.
¿Se puede culpar a TikTok o a las redes sociales? «Desde que yo investigo sobre infancias y adolescencias a lo largo de los años ha habido este tipo de challenge. Con TikTok, sin TikTok, con redes sociales, sin redes sociales», resume Duek.
Existen otros desafíos que pueden resultar igual de asquerosos, tontos o peligrosos, pero resultan más irresistibles cuanto más absurdos son, algo que les permite viralizarse globalmente en pocas horas. Aunque la mayoría de los niños tenga la sensatez de no intentar hacerlos, contribuyen a su difusión con solo mirarlos. Si bien el porcentaje de quienes los realizan es ínfimo, pueden llegar a ser cientos o miles cuando no millones o cientos de millones los que los ven. Así es como hay gente que se pega con cemento colmillos de vampiro postizos, usa limas de uñas para (supuestamente) blanquearse los dientes, se pasa gel íntimo masculino en los labios para hacerlos más carnosos, comen choclo enganchado a una perforadora y muchos más.

¿Qué hacer?
«Pienso que tenemos que analizar las redes de contención que pueden o no tener las infancias y las adolescencias en el momento de exposición a los contenidos audiovisuales y digitales», propone Duek. «Se debería pensar en una intervención del Estado, en los diseños curriculares vinculados con qué significa ser espectador o espectadora en una red social: ¿qué reparos hay que tener? ¿Cómo son los verosímiles? ¿Qué cosas son verdad y cuáles no?».
Sin embargo, para la especialista es necesario tener en cuenta que, si bien hace falta un acompañamiento adulto, «no lo pensaría como algo ni endémico ni preocupante de manera global porque la incidencia real es mucho mayor en la prensa que en los casos registrados».
Viejas prácticas, necesidad de ser aceptado, problemáticas adolescentes, falta de acompañamiento y comprensión por partes de los adultos, algoritmos, negocios, velocidad viral, interés para la prensa y medios de comunicación se combinan de una manera particular en un fenómeno que generó una enorme atención en estos días, pero sobre el que la sociedad necesita una reflexión y una comprensión que vaya más allá del primer impacto.

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