Defender los derechos humanos, democratizar el conocimiento y propiciar la inclusión social son los objetivos de los talleres de escritura literaria y académica que se desarrollan en centros penitenciarios. Un proyecto pedagógico y político.
12 de diciembre de 2019
(Ilustración: Hugo Horita)Con escasa o ninguna publicidad, desde hace varios años se desarrolla en las cárceles argentinas un importante programa de escritura literaria y académica, y otras actividades educativas y culturales dirigidas a los presos. Hace ya más de una década algunos docentes e investigadores de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires se unieron al Programa UBA XXII de educación superior en establecimientos penitenciarios federales y, luego, comenzaron a trabajar, con el apoyo de la Secretaría de Extensión Universitaria, en los penales de Devoto y de Ezeiza. En 2011, la Secretaría reunió a estos equipos y creó el Programa de Extensión en Cárceles (PEC), bajo la dirección de Juan Pablo Parchuc, doctor en Literatura, quien coordina a los docentes. Hasta el momento han publicado diversos materiales de estudio, libros y revistas producidas por los reclusos, como La Resistencia, Los Monstruos Tienen Miedo y Desatadas.
El objetivo del PEC es promover la enseñanza e investigación en las cárceles sobre las problemáticas del sistema penal y de los presos, aun de aquellos liberados, con la finalidad de defender los derechos humanos y la inclusión social. «Hemos logrado muchos de nuestros objetivos –afirma Parchuc–, pero nuestro alcance sigue siendo limitado porque tenemos que enfrentar las trabas del sistema carcelario y restricciones presupuestarias. Hoy contamos con 50 personas que intervienen semanalmente en cuatro penales federales y cuatro centros de régimen cerrado. Hemos obtenido, además, un gran agradecimiento y compromiso por parte de las personas privadas de su libertad. El sentido de nuestro trabajo es ese: contribuir a democratizar el conocimiento como llave para otros derechos».
Para Sabrina Charaf, coordinadora de los talleres en centros de régimen cerrado para adolescentes y jóvenes en la Ciudad de Buenos Aires, el PEC es un proyecto político-pedagógico. A su juicio, han sido muy importantes los dispositivos que construyeron de acompañamiento de los presos liberados, de manera que puedan continuar sus estudios fuera del penal. Señala que el Encuentro Nacional de Escritura en la Cárcel, que se celebra anualmente en el Centro Cultural Paco Urondo, donde participan docentes y escritores formados en contextos de encierro, ha dotado al trabajo que realizan de una gran visibilidad. Sabrina dicta talleres de lectura y escritura creativa en los centros de régimen cerrado Luis Agote, en Palermo, y en el San Martín, en Belgrano, desde 2012. «Las aulas en estos contextos de encierro –subraya– no difieren de las aulas universitarias. En realidad, son muy similares. En ellas no hay personal penitenciario que vigile a los estudiantes». Los talleres iniciales, con el tiempo, se ampliaron a distintos oficios culturales, como fotografía, serigrafía, diseño, música, encuadernación y otras prácticas artísticas y artesanales.
Lucas Adur, coordinador del taller de narrativa de Devoto, también remarca que las aulas son una zona de libertad. «Lo agradecen mucho –recalca– porque pueden expresarse, al principio de modo catártico. Muchos se encuentran por primera vez con la lectura y la escritura. Cuando salen, algunos publican libros y hace poco uno de ellos ganó un concurso». Adur se siente orgulloso de los resultados de su trabajo. Piensa que su tarea es educar mediante la literatura y ayudar a que los presos tomen la palabra y cuenten sus historias, para no ser relatados por otros. «Las cárceles –dice– son sitios muy difíciles de transitar. Creo que el PEC favorece tender lazos de confianza y amistad. Crea un espacio no carcelario, dentro de la cárcel, para pensar. Claro que nuestra misión se logra muy modestamente, pero la educación sigue siendo liberadora para los presos. Y esto dicho por ellos mismos».