Sociedad | TECNOLOGÍA

Una escuela, un negocio

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Esteban Magnani

Con la llegada de Google a un establecimiento público de Vicente López la lógica del mercado se inserta en el sistema educativo. Las dudas de los especialistas.

Herramienta. En opinión de los docentes, lo importante es cuáles plataformas informáticas se usan y para qué.

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A principios de agosto de este año se dio a conocer que la escuela Manuel Dorrego del partido de Vicente López sería la primera escuela pública de Latinoamérica en estar certificada por Google. En concreto, esto significa que a la institución le fueron entregadas 120 computadoras de tipo Chromebook (que funcionan básicamente como terminales de herramientas de la empresa) y smart TV. Los docentes también recibieron, desde 2019, capacitaciones y certificaciones en herramientas de la empresa, sobre todo Classroom y Meet.
Más allá del aura de modernidad que brinda Google a todo lo que toca, ¿cuáles son sus credenciales en educación? El algoritmo de búsqueda de la empresa revolucionó internet, pero, ¿ser disruptivo en ese campo es lo mismo que serlo en pedagogía y entender las especificidades de las escuelas de cada región, país y barrio?

Territorio tentador
Suele repetirse desde hace décadas que la escuela está en crisis, pero esto no es exclusivo de esta institución: se podría decir lo mismo de la familia, el trabajo, el Estado, la naturaleza, el mercado y más. En el caso de la escuela, además, se le suele pedir que resuelva lo que el resto de la sociedad no puede, desde la empleabilidad de las nuevas generaciones hasta la violencia de género.
Del otro lado hay empresas tecnológicas que ya crecieron todo lo que era posible en los nichos en los que surgieron y avanzan hacia otros. Google, por ejemplo, tiene un casi monopolio en las búsquedas en internet en Occidente, lidera el mundo de la publicidad online junto con Facebook, es contratista frecuente del aparato militar estadounidense, ofrece servicios en la nube, etcétera. Estos éxitos le permiten ganar dinero que debe reinvertir: la educación resulta un territorio tentador gracias a los enormes presupuestos que aún maneja. Google ofrece allí soluciones llave en mano con un aura de eficiencia tecnológica y de mercado, pero con no pocos efectos secundarios.
«Existe la idea de que Google tiene “el” conocimiento, algo que ni ellos mismos deben creer», explica Patricia Ferrante, doctora en Ciencias Sociales, investigadora de FLACSO (Facultad Latioamericana de Ciencias Sociales) y UNIPE (Universidad Pedagógica Nacional) en cuestiones de plataformización de la educación. «Pero esa aura sirve como herramienta de marketing y las instituciones no se dan cuenta de que hay un negocio detrás que es más importante que la función pedagógica. Hay que entender qué es la datificación, quién tiene acceso a nuestros datos y qué información conforma nuestros perfiles cuando se agregan con otros datos».
Uno de los antecedentes de esta avanzada de las empresas tecnológicas ocurrió en Cataluña, donde un día los padres recibieron el pedido de firmar una autorización para que sus hijos utilizaran herramientas de la corporación en las aulas. A partir de allí se desencadenaron cientos de preguntas sobre qué pasaría con los datos de sus hijos, cuál era la necesidad y por qué no era el mismo Estado catalán el que proveía ese servicio educativo.
En Argentina las universidades nacionales y otras instituciones educativas utilizan soluciones de software libre como Moodle o el SIU, que no solo permiten preservar los datos de estudiantes y docentes, sino que generan trabajo y desarrollo local de conocimiento. ¿Por qué no invertir allí y fortalecer lo propio?

Llegó la pandemia
Como explica Ferrante, durante la pandemia se aceleró un proceso de digitalización de todas las actividades, no solo de la educación: «Ante este escenario sí me parece interesante indagar acerca de qué plataformas se usan y para qué, con qué sentidos pedagógicos y, eventualmente, qué aprendizajes suceden». Para la investigadora, la pregunta no es «¿tecnología sí o no?», sino más bien «¿qué plataformas se usan y para qué?». «El trabajo importante sigue siendo el pedagógico, más allá de las herramientas puntuales que se usen. Si se usa Google solo para buscar información, no sirve. No hay que caer en el solucionismo tecnológico, una expresión del investigador Evgeny Morozov, que critica la idea de que todo problema tiene una solución tecnológica».
«Los creadores de OLPC», recuerda Ferrante respecto del programa que promocionaba una computadora por chico para mejorar la educación, «llegaron a decir que si tiraban computadoras desde un avión a poblaciones rurales y volvían al año, se iba a haber producido una revolución pedagógica. Un disparate total. Pero era una idea que sostenía el desarrollo de este programa». La complejidad e incluso los logros y limitaciones del plan Conectar Igualdad son una prueba clara de la importancia fundamental del docente en ese proceso de enseñanza-aprendizaje.
En resumen, para Ferrante, «hay un riesgo en “comprar” soluciones tecnológicas a problemas pedagógicos».