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La rebelión de los carpinchos

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Jorgelina Hiba

Declarada invasora en Nordelta, la especie se encuentra bajo amenaza en el país y es objeto de culto a escala planetaria. Caza furtiva, «mascotización» y negocio inmobiliario.

Personaje. El roedor se convirtió en tema de debate cuando «invadió» Nordelta.

Foto: Shutterstock

En un rincón del territorio argentino llamado Nordelta, los carpinchos han sido declarado invasores de la especie humana. En el mundo cerrado de un barrio sin historia que fue construido sobre la parte final del gran humedal del delta del río Paraná, las personas que fueron a vivir allí para estar en contacto con la naturaleza odian las expresiones de la vida silvestre del lugar, con su fauna a la cabeza. Así nació un falso debate sobre la supuesta «invasión» de los carpinchos a su propio hábitat. Debate que viene siendo un tema de discusión desde hace unos años ya, con amplia cobertura de la prensa, incluida la internacional: «Carpinchos invaden barrio y generan debate sobre su hábitat en Argentina», escribieron en la CNN en español; «Se fueron a vivir a una isla durante la pandemia y conviven con carpinchos que son furor en las redes», contaba Infobae; «Cinismo: Nordelta inaugura el nuevo barrio Carpincho, mientras los quiere echar», publicó La Izquierda Diario. El diario británico The Guardian llevó el episodio a otro nivel: «¿Ataque de roedores gigantes o lucha de clases?». El episodio abrió, entonces, algunas preguntas: ¿Quién es el invasor? ¿Cómo conviven diferentes especies de animales, incluida la especie humana, en un ámbito antes silvestre y ahora antropizado?

En las últimas semanas, los vecinos de Nordelta decidieron avanzar en su lucha contra estos animales, con la ayuda del actual responsable político del área de Ambiente a nivel nacional, Daniel Scioli. Para quienes viven allí, ya no son bichos simpáticos: arruinan sus jardines, atacan a sus mascotas y hasta provocan accidentes de tránsito al ocupar las calles internas de la urbanización. Los planes gubernamentales incluyen desde esterilizar a los machos para que dejen de reproducirse hasta trasladar a los animales a alguna isla alejada del Delta. Borrar la identidad natural del lugar.


Identikit
El popular capibara (palabra de origen guaraní que significa «señor del pasto» o «comedor de pasto») tiene varios nombres: para los científicos es Hydrochoerus hydrochaeris (cerdo de agua), mientras que de manera popular se lo llama carpincho en Argentina, Paraguay, Uruguay, Bolivia y Ecuador; capivara en Brasil y México; chigüiro en Colombia y ronsoco en Perú. 

Es un roedor herbívoro anfibio ‒es el más grande de todos los roedores del mundo‒ con una muy amplia distribución geográfica en América Central y sobre todo en los países del sur. La especie no sufre grandes problemas de conservación, aunque en algunas regiones con presencia humana importante sus poblaciones se han visto reducidas sobre todo por la fuerte presión de caza, tanto para consumo de su carne como para aprovechamiento del cuero en marroquinería.

En su archifamoso Diario del viaje de un naturalista alrededor del mundo, Charles Darwin describió su travesía realizada entre 1831 y 1835 a bordo del Beagle, el barco que comandaba Robert Fitz Roy. En el libro, Darwin hace referencia a diferentes especies animales y vegetales de los territorios sudamericanos que exploró y allí aparece el capibara. En el capítulo que dedica a las costas uruguayas, el naturalista se asombra por el tamaño de estos animales («uno que maté de un tiro en Montevideo pesó 98 libras») y los describe como «muy confiados» («me acerqué a varios ejemplares viejos sin mayores problemas», relata). «Los gauchos desprecian su caza porque su cuero y su carne son realmente indiferentes. En las islas del río Paraná abundan extraordinariamente siendo las presas preferidas del jaguar», escribe.

Capibara. Son los roedores más grandes del mundo.

Foto: Shutterstock


La gran bestia pop
Por razones difíciles de develar, los carpinchos están de moda. Este robusto animal oriundo de Sudamérica es, en la actualidad, un objeto de culto en todo el planeta. La moda no se detiene: hoy la imagen de estos animales aparece como tendencia en Tik Tok y YouTube y se multiplica en remeras, tazas, peluches y almohadones. Como foto o caricatura, con música o con palabras, los carpinchos están de moda más allá de las fronteras de la región, generando un mercado que, muchas veces, va más allá del merchandising inocente y deriva en el mascotismo de especies silvestres, algo que en Argentina está prohibido por ley nacional.

Franco Perugino, del refugio de fauna silvestre MundoAparte, explicó las razones por las cuáles no solo no es «simpático» tener un carpincho como mascota, sino que ‒muy el contrario‒ es peligroso para la especie y para la naturaleza, y contrario a la legislación vigente en Argentina. «El intento de mascotizar animales silvestres (sean carpinchos, loros, tortugas o monos) tiene dos consecuencias: una, directa, para ese ejemplar en particular, que fue robado a la naturaleza. No hay criaderos de carpinchos en Argentina, en todos los casos se trata de ejemplares robados por cazadores tras matar a sus madres. Entonces el primer daño es para esa cría que va a estar fuera de su entorno, sin otros de su especie y sin alimentación adecuada», dice el especialista.

El segundo daño ‒no menos importante‒ es el que sufre todo el ecosistema: «Todos los animales cumplen un rol. Cuando una especie es diezmada por causa de la acción humana, se desequilibra el sistema al comenzar a faltar una especie, o varios ejemplares de una especie».


Un mercado ilegal
Mientras en Nordelta quieren eliminar a los carpinchos, otros los buscan como mascotas. Según datos oficiales, el mercado del comercio ilegal de vida silvestre genera entre 15.000 millones y 20.000 millones de dólares al año y es el cuarto comercio ilegal mundial después de delitos relacionados con la venta de drogas, la falsificación y el tráfico de personas. Más de 100 especies de aves, 20 de reptiles y 15 de mamíferos de nuestro país son afectados por el tráfico de fauna. De todas ellas, unas 20 entran en una categoría de amenaza.

Además, la tenencia de fauna silvestre está prohibida en Argentina. La ley 22.421, sancionada en 1981, contempla como fauna silvestre a animales que viven libres e independientes del hombre y considera penas para quienes cacen a estos ejemplares que van desde un mes a 3 años de prisión y hasta 10 años de inhabilitación para cazar, según el caso.

Perugino lo explica con claridad: «El tráfico y venta de animales silvestres están prohibidos en la Argentina porque afectan la conservación de la biodiversidad». En el país hay más de 100 especies de aves, 20 de reptiles y 15 de mamíferos afectadas por el tráfico de fauna. De todas ellas, unas 20 están bajo alguna categoría de amenaza. ¿Hasta dónde llegará la moda de los carpinchos? La respuesta es incierta. Mientras tanto, estos mansos roedores gigantescos seguirán su destino de animal silvestre, buscando su lugar en los huecos de las ciudades antropizadas, en las islas del glorioso río Paraná y en los pastizales, lagunas y bañados de las grandes llanuras sudamericanas.

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