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Cora Giordana - Fotos: Matías Sarlo

La dirigente cooperativista analiza la actualidad del sector de servicios públicos y los cambios dados en el movimiento solidario gracias a las políticas de género.

Con una larga historia de militancia política y social, Gisela Wild es hoy una de las dirigentes más destacadas del cooperativismo argentino. Nacida en Santa Cruz, a los 19 años se trasladó a Rosario, Santa Fe, para iniciar sus estudios universitarios. En paralelo, comenzó a realizar trabajo social en los barrios empobrecidos de esa ciudad, junto con un grupo de estudiantes. En 2007 se acercó a la cooperativa de energía de Ibarlucea, un pueblo de 5.000 habitantes ubicado a 12 kilómetros al noroeste de Rosario, con un proyecto cultural. Así conoció la doctrina cooperativa y comenzó a participar activamente de la vida institucional de la entidad que preside desde 2018. A la par, fue secretaria del Comité Regional de Equidad de Género de la Alianza Cooperativa Internacional y presidió el Comité de Equidad de Género de la Confederación Cooperativa de la República Argentina (COOPERAR). En septiembre de 2020 se incorporó al consejo asesor mundial de She Coops, un movimiento feminista que promueve la participación de la mujer en las cooperativas y que la sumó al listado de las 100 mujeres cooperativistas más influyentes del mundo. También fue candidata a diputada por Santa Fe en 2015 y asesora de la Red de Parlamentarios Cooperativistas en el Senado de la Nación. Hoy es vocal de la Federación de Cooperativas de Electricidad de Santa Fe (FESCOE) y, en octubre de 2020, asumió como integrante del directorio de la Empresa Provincial de la Energía de Santa Fe (EPE), en representación del movimiento cooperativo.
–¿Cómo comenzó, en todo este recorrido, el interés por los temas de género?
–Apenas me incorporo a la FESCOE representando a mi cooperativa empecé también a participar en el comité de género de COOPERAR. Hasta ese momento no veía los sesgos de género, las brechas. Es más, le esquivaba a los espacios de género porque, en otras experiencias más vinculadas con la militancia política, lo que yo percibía era que los ámbitos de mujeres eran como una estrategia para sacarnos de los espacios donde realmente se tomaban decisiones. Tenía un prejuicio con esos espacios, además era muy chica. Recién pude ver esto cuando empecé a hacer un recorrido, a formarme, ahí digo que me puse «las gafas de género». También la agenda de género empezaba a adquirir más espacio en la agenda nacional e internacional. Empiezo a identificar esas desigualdades. Cuando uno habla con algunas dirigentes y se plantea la discusión, por ejemplo, del cupo, se oye esto de que «el lugar hay que ganárselo», pero quizás las compañeras que lo dicen no ven esas inequidades que definen que algunas no tengan las mismas oportunidades. Se pone el eje en la capacidad de la mujer y se deslinda eso de toda una serie de cuestiones sociales, culturales. Yo estoy acá porque tengo determinadas características o determinadas facilidades: en el tema de los cuidados tengo un compañero con el cual compartimos mucho las responsabilidades en casa, tengo independencia, actividad política previa. Hay muchas características que confluyen en una mujer que llega a un espacio de toma de decisión. Hoy pareciera que el discurso es antiguo porque tenemos muy comprometidos desde el Estado, desde el INAES, incluso desde los Estados provinciales, a los organismos de control del sector en generar alternativas que acompañen la participación de la mujer. Pero en ese momento, no. Cada área tiene sus características, pero la nuestra es una que está muy vinculada con sectores duros como son los servicios públicos, que en términos generales están muy asociados con roles masculinos y cuesta mucho más la participación de las mujeres.
–¿Hay más mujeres en puestos de decisión en el ámbito de los servicios públicos?
–No, hay más visibilización de las pocas que estamos ocupando espacios de poder, nos conocemos un poco más, nos conectamos entre nosotras, se nos busca, se trata de que nuestra voz se replique. Pero cuantas más mujeres seamos vistas en espacios de decisión, más mujeres ocuparemos esos espacios. Aparte que el gran problema que tenemos es que no hay estadísticas sobre esto, si bien se está trabajando en ese tema.
–En este sentido, ser la única mujer en el directorio de la EPE debe ser todo un desafío. ¿Cómo está resultando esa experiencia?
–El directorio de la EPE se compone de cinco miembros: presidente, vicepresidente, vocal, un miembro en representación de los sindicatos y un miembro del sector cooperativo. Para ocupar este último espacio, el sector cooperativo postula una terna y el Ejecutivo provincial elige una de esas tres personas. Lo histórico es que el sector cooperativo haya postulado dos mujeres para ese cargo, nunca en la historia el sector cooperativo había postulado a una mujer para ocupar la representación del sector cooperativo eléctrico de Santa Fe, compuesto por 64 entidades. Y esta vez la terna estaba integrada no solo por una mujer, sino por dos, aparte de mí estaba Nancy Botta, que tiene una gran trayectoria en el sector de servicios públicos y en la cuestión de género, y también Alberto Corradini, gerente de la cooperativa eléctrica de Venado Tuerto. Es un gran desafío, es una empresa que tiene una gran mayoría de varones en todos sus niveles, pero también me encontré con una empresa con procesos para incorporar a mujeres en puestos donde no se las suele incorporar (tareas manuales en la calle, por ejemplo), algo que es innovador, inédito y eso muestra que se están haciendo muchos avances.

¿Qué evaluación hace del desempeño de las cooperativas de servicios públicos durante la pandemia?
–Creo que hemos estado a la altura de las circunstancias, no solo las cooperativas sino todo el sector energético, al menos en la provincia de Santa Fe, no hago diferencia. Pudimos estar garantizando la energía para todo el resto de las actividades: salud, educación, teletrabajo, todo está sostenido por poder tener acceso a la energía. Y nosotros estábamos atravesando lo mismo que cualquier otra industria: gente enferma, gente de riesgo, una capacidad de trabajo reducida, y se pudo sostener el servicio. Hemos dado muestras de nuestra capacidad de estar cuando nuestros asociados lo necesitan. Y en términos económicos, atravesados por la situación de mucha mora en el pago, tratando de acompañar a los asociados que estaban en una situación difícil. Eso ha afectado las cuentas de las cooperativas de servicios públicos. No se hicieron cortes por falta de pago durante 2020. En ese sentido se ha trabajado bien con la provincia, se han encontrado canales financieros para brindar posibilidades al sector eléctrico cooperativo de sostener el servicio.
–¿Cómo cree que debería administrarse un sector tan sensible y estratégico como el de la energía para que todos y todas tengamos garantizado el derecho humano a contar con esos servicios?
–Comparto la mirada de que el acceso a la energía es un derecho humano y creo que en el sector cooperativo tenemos una responsabilidad mayor como asociados. El acceso a la energía por parte de los sectores más vulnerables es algo que el sector cooperativo ya tiene incorporado, tiene herramientas de acompañamiento. Pero creo que es un momento para conceptualizar esto, empezar a incorporar en la agenda del sector cooperativo de servicios públicos conceptos como el de pobreza energética (ver recuadro) y transición energética equitativa y justa. En las cooperativas nos asociamos para consumir algo, en este caso, la energía, entonces no podemos hablar de equidad si dos asociados que estamos de acuerdo en consumir algo como la energía tenemos tanta diferencia entre nuestras posibilidades de acceder o no al servicio. Hay algunos parámetros que escapan a nuestra órbita, tienen que ver con los ingresos de los hogares, con la infraestructura, incluso con la tarifa, porque no todas las cooperativas pueden definir su tarifa, a veces viene de los entes reguladores. Pero sí podemos saber quiénes son, donde están y qué estrategias se llevarían adelante para que podamos estar más equilibrados en las oportunidades de acceder a estos servicios. Yo tengo una posición definida en ese aspecto y el consejo de mi cooperativa la acompaña y estamos haciendo todo un trabajo en Ibarlucea de diagnóstico de situaciones de pobreza energética y armado de estrategias para afrontarlo de forma comunitaria. Pero hablamos de una cooperativa de una comunidad pequeña, donde poder acompañar estos casos es más sencillo que en una ciudad grande con otras problemáticas.
–¿Cómo están trabajando el tema de la transición energética?
–Hicimos una primera experiencia dentro de un programa de prosumidores que en ese momento tenía la provincia. Y sumamos paneles fotovoltaicos en la cooperativa, en el techo de la sede social, que nos consta que han hecho algún efecto contagio en algunos vecinos. Hoy existe en la provincia el programa Energías Renovables para el Ambiente al que también adherimos y, por lo menos en nuestra cooperativa, estamos pensando estrategias que tienen que ver con energía renovable vinculada con el trabajo que tiene que ver con la pobreza energética. No es fácil, porque el acceso a esa tecnología es muy caro. Estamos pensando las estrategias en conjunto con el Taller Ecologista de Rosario. Creo que el sector debe subirse a esta discusión pero con nuestra identidad, no únicamente tomando un tema que está en la agenda sino siempre manteniendo la identidad cooperativa y pensando en proyectos que nos incluyan a todos, que tengan una perspectiva de género, como el de generar oportunidades de trabajo para mujeres, para ingenieras, para técnicas. Cuando se abre un nuevo mercado de trabajo, un nuevo sector económico, también es una nueva oportunidad para incorporar o poner el acento en que eso sea de manera equitativa. Tenemos un sector de servicios públicos cooperativos con más 70 años de historia, en promedio, que en un momento tuvo una revolución, cuando fluyeron cooperativas por todo el país, muchas veces estas fueron el motor de desarrollo de sus comunidades. Y en estos temas el sector tiene una oportunidad de revivir esa fuerza creadora que tuvo en un momento, tener un vínculo más profundo del que ya de por sí tiene con sus comunidades. Es importante ver esto de la transición energética, cuando los jóvenes son los que están llevando adelante muchas discusiones vinculadas con el medioambiente, entonces es una oportunidad de recambio generacional. Nos quejamos de la poca participación, decimos «la gente no se quiere involucrar», «hay poca solidaridad», se escuchan esas cosas, que en la realidad no son tan así. Hoy si hay un sector que se mueve, es el de las mujeres. Hasta en el pueblo más chiquito tenés un grupo de mujeres, una mesa interfeminista. Y creo que las cooperativas en los territorios tienen una oportunidad de incorporar a sus consejos a esas personas con compromiso, con ganas de transformar sus comunidades. Abrirse un poco y aprovechar. Lo mismo con los jóvenes: podemos ser un modelo atractivo para hacer un recambio generacional y emplear eso que ya está moviéndose en la sociedad.

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