Voces | ALEXANDRE ROIG

Construir mundos vivibles

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Cora Giordana - Fotos: Juan Quiles/3Estudio

Designado recientemente como presidente del INAES, habla de la nueva etapa del organismo que regula a cooperativas y mutuales en el país. También analiza las características que distinguen al sector solidario como un actor clave para generar una sociedad más justa y democrática.

El presidente del Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social (INAES), Alexandre Roig (Montpellier, Francia, 1976) es doctor de la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales en sociología económica del desarrollo (Francia) y máster del Instituto Universitario de Estudios sobre el Desarrollo de Ginebra. También se formó en economía, antropología, historia y ciencia política. Esta vasta trayectoria académica se imbricó con la militancia social: en diciembre de 2001, cuando en la Argentina estallaba una de las peores crisis de su historia, recaló en Buenos Aires, donde se sumergió en la vida de los movimientos de trabajadores desocupados del Conurbano bonaerense. Es uno de los creadores del Registro Nacional de Trabajadores de la Economía Popular (RENATEP), militante del Movimiento Evita, asesor de la Secretaría de Economía Social y, desde enero de 2021, presidente del organismo que regula al sector cooperativo y mutual a nivel nacional.
Roig asumió luego del fallecimiento de su predecesor, Mario Cafiero, quien, a pesar de su breve mandato, había concretado importantes cambios en el organismo estatal que regula a cooperativas y mutuales en todo el país. «Esta nueva etapa se inaugura con Mario Cafiero –señala Roig–, que lleva adelante transformaciones muy importantes: una es el paso del INAES desde el Ministerio de Desarrollo Social al Ministerio de Desarrollo Productivo, que para nosotros es un punto clave porque pone al cooperativismo y al mutualismo en el centro del dispositivo productivo, lo cual no significa que no tenga una función desde el punto de vista del desarrollo social sino que consideramos que su función central es una función productiva. Y un segundo punto fue la consolidación de un directorio donde están representados actores muy importantes del movimiento y a su vez, una apertura del INAES a través de distintos dispositivos, a la sociedad. Han sido dos cambios clave que generan los cimientos de esta nueva etapa del INAES, que nosotros venimos a profundizar y a continuar».
–¿De qué manera el cooperativismo y el mutualismo pueden incorporarse plenamente al ámbito productivo y que no se los siga viendo como experiencias menores, más allá del gran desarrollo que tienen en la Argentina y en el mundo?
–Creo que tenemos un gran problema de imaginario. Hace falta que en el imaginario nacional el cooperativismo y el mutualismo tengan el lugar que deberían tener en función del lugar que realmente tienen; hay un desfasaje entre la realidad de la dimensión y la importancia que tienen en la vida cotidiana de millones de argentinos y argentinas y cómo eso entra en el imaginario. Ese lugar es básicamente el lugar entre el mundo de las empresas privadas y de las empresas del Estado, ahí hay una forma de organización de la vida y la producción en torno a los principios del cooperativismo y el mutualismo que son principios de solidaridad y de trabajo para el bien común que todavía no tienen el lugar que deberían tener. Sin embargo, tanto desde el nombramiento de Mario Cafiero como el mío, se muestra una voluntad del presidente Alberto Fernández de dar una centralidad al cooperativismo y al mutualismo. Hay un cambio de política que se expresa en lo cotidiano. El estar en Desarrollo Productivo hace que el hecho de que uno quiera hacer producción se vuelva muy creíble para la sociedad. Aunque desde Desarrollo Social se haga muchísimo en cuanto a lo productivo, la sociedad no lo registra tanto.
–¿Qué iniciativas se llevarán adelante desde el INAES en esta nueva etapa?
–Hay dos factores clave. Primero, mejorar los procesos y la transparencia de otorgamiento de matrículas, esto es central. Sin un marco legal para el cooperativismo y el mutualismo, adaptado a las necesidades y a las urgencias de organizar una actividad productiva, no se puede hablar de producción. El segundo es el acceso al crédito. Eso es un gran problema para el sector, porque gran parte del sistema crediticio bancario argentino se rige en función de los criterios de Basilea, que hace que en gran parte del cooperativismo y el mutualismo esté excluido, de facto, de la posibilidad de acceso al crédito. Entonces ahí hay que desarrollar el sistema de crédito cooperativo y mutual. En general se usa la categoría de crédito «no bancario», como una negatividad. Nosotros tenemos que empezar a hablar desde una positividad: tenemos que desarrollar el crédito cooperativo y mutual. En particular, en la primera instancia, para la producción cooperativa y mutual. Producción en un sentido amplio: de bienes, de servicios, de la producción de lo social, de la producción de la comunidad. No es la producción en términos puramente materiales. Y, además, porque nos va a permitir poner en el centro del crédito los valores del cooperativismo y el mutualismo. Y el tercer factor son los saberes: es muy importante que haya una circulación de saberes dentro del cooperativismo y el mutualismo, necesitamos un sistema de información sobre el lugar que tienen el cooperativismo y el mutualismo dentro de la economía. Nosotros partimos de un concepto de economía mixta: toda economía concreta, en el mundo en general, es pública, privada y es social. Y en muchos lugares se articulan esas tres formas de organización del trabajo y de la producción. Necesitamos articular los saberes cooperativos, con los saberes privados, con los saberes estatales.
–¿Qué ejemplo de este tipo de iniciativas podría mencionar?
–Argentina está en un gran plan de conectividad a nivel nacional, para el INAES y para el Estado es clave que el cooperativismo tenga un lugar en particular en lo que se llama la conexión de última milla, porque ahí hay un saber que está ahí instalado, un saber productivo, un saber de armado de infraestructura, que no va a estar en el privado, para quienes muchas conexiones de última milla son muy costosas y que no solamente están en el Estado, porque hay un dispositivo local que está en manos muchas veces de las cooperativas. Esos son los saberes que se tienen que ensamblar en la sociedad para transformar cada rincón del país gracias a esa articulación.

–Existe un entramado de medios comunitarios, cooperativos, muy importante, que reflejan realidades locales. ¿Cómo ve ese sistema y cómo se podría potenciar?
–En el caso de los medios cooperativos hay otro gran principio de la vida social. En particular en la sociedad argentina, que es un gran país, con un territorio enorme, un país federal, con realidades regionales muy específicas, gran parte de la experiencia de los argentinos y las argentinas tiene que ver con su lugar de vida, con su mundo. El primer mundo es el mundo que nos rodea, de cercanía, y ahí hay dos conceptos clave. Primero, asumir la heterogeneidad de una sociedad. Los medios cooperativos expresan esa heterogeneidad, expresan esos mundos. La mayoría de los argentinos y las argentinas lee primero las noticias locales, que muchas veces están en manos de grupos cooperativos. Ahora, eso es una forma de hablar con la sociedad que tiene que ver con un tejido, un rizoma, que no se ve. Porque todavía estamos impregnados en las sociedades contemporáneas de la idea de que lo único que vale es lo grande que está en el centro. Y nosotros somos portadores de una idea de que lo que vale es lo cercano, lo múltiple y el gran desafío nuestro es articular esa multiplicidad. Y digo articular que no es lo mismo que homogeneizar, porque homogeneizar esa heterogeneidad sería, justamente, matarla. Hay una vitalidad en el mundo cooperativo, en los medios cooperativos, que tenemos que potenciar a través de un principio de articulación y en fomentar la autonomía, porque eso es básicamente confiar y creer en el pueblo. Estuvimos reunidos con varias federaciones de medios cooperativos y una de las líneas que estuvimos trabajando tiene que ver, entre otras cosas, con acompañar los procesos de digitalización. Pero, sobre todo, constituir información sobre los lectores, telespectadores y oyentes del mundo cooperativo. Esos datos nos van a permitir visibilizarlos. Se estima que hay 4 millones de usuarios, de lectores, de oyentes y telespectadores de medios cooperativos. Es una cifra descomunal. Sin embargo, no tenemos la idea de que ahí hay un sistema mediático. Dentro del INAES tendremos varios proyectos estratégicos y uno de ellos tiene que ver con facilitar los procesos de digitalización y facilitar los procesos de conectividad en todo el país a través del sistema cooperativo y mutual.
–¿Cómo evalúa la forma en que el sector de la economía solidaria y las organizaciones sociales en general enfrentaron la pandemia?
–Cada vez que hay una crisis, todo el mundo concuerda en que el cooperativismo y el mutualismo son grandes herramientas, tienen fortaleza, permiten atravesar crisis. Si pensamos en la crisis de 2001, el único banco que atravesó bien la crisis es Credicoop. Porque ahí hay un sistema colectivo, de solidaridad, una identificación con el grupo, que es fruto del proceso democrático, del proceso participativo. Cuando uno es parte, se apropia, defiende, sostiene, desde lo personal y lo colectivo. Hay muchos motivos por los cuales el cooperativismo atraviesa mejor las crisis. Por otra parte, en el caso de la pandemia, vale una mención especial a los comedores y merenderos, que son colectivos que funcionan como cooperativas aunque no en los papeles por razones normativas que, justamente, son las que tenemos que modificar. Al inicio de la pandemia se vaticinaba que iba a ser una catástrofe sanitaria en los barrios populares dadas las condiciones de hacinamiento y terminaron siendo uno de los lugares donde mejor se gestionó la pandemia. Porque hay un dispositivo de cercanía, una comunidad que funciona y que activó sistemas de salud preventiva, de salud comunitaria, que no se nombra como tal pero que en la práctica es lo que ocurrió. Porque la solidaridad y la comunidad son lo que está cerca de la experiencia de las personas. Es un modelo de sociedad el que se expresa ahí, un modelo donde estamos próximos, donde el cooperativismo y el mutualismo están cerca de la experiencia. En la lejanía, cuando más distantes son nuestros mundos, cuanto más impersonales, menos eficaces somos. Y ese es el gran mensaje del cooperativismo y el mutualismo: la eficacia está en la cercanía de las experiencias personales y colectivas, la eficacia está en la posibilidad de constituir mundos vivibles. Cada cooperativa y mutual crea un mundo que hace la vida más vivible por esa solidaridad que produce la cercanía, la participación, la democracia. Ese es otro punto clave: la democracia ocurre en la cercanía. Después hay procesos más formales de representación que obviamente son clave pero la nación se concreta en cada barrio, en cada pueblo del país, y quienes llevan concreta la nación son aquellas entidades que producen mundos, el cooperativismo y mutualismo. La sociedad argentina no es pasiva, es muy activa, no espera ni que el Estado ni que el capital le resuelvan los problemas, por eso es tan organizada. La argentina es una sociedad que tiene una gran función de autoorganización en todo el país y ese es el gran pilar de la democracia.

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