Voces | Entrevista a Ernesto Giacomini

Cultura en red

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Texto: María José Ralli - Fotos: Horacio Paone

Candidato a diputado nacional por la Ciudad de Buenos Aires, analiza el cooperativismo como herramienta de disputa en el campo de la cultura, el trabajo y la comunicación.

En un contexto de ajuste, vaciamiento institucional y ofensiva neoliberal sobre el entramado cultural argentino, surgen voces que proponen otro modelo posible. Una de ellas es la de Ernesto Giacomini, coordinador del Programa de Desarrollo Federal del Observatorio de Culturas Políticas y Políticas Culturales del Centro Cultural de la Cooperación, quien desde el cruce entre cultura, organización colectiva y comunicación construye una mirada estratégica sobre el rol del sector en la economía y la disputa política contemporánea. Giacomini es candidato a diputado nacional en la lista porteña de Fuerza Patria, donde representa al Partido Solidario.

–¿Cómo surge tu vínculo con el cooperativismo?
–Estoy orgullosamente formado en la educación pública y soy cooperativista, mi agenda de desarrollo tiene que ver con el cooperativismo, con la cultura y la comunicación. Ahora, ¿cómo llego al cooperativismo? Mi interés por los principios y valores de la cooperación tiene que ver también con una trayectoria familiar: crecí en una familia cooperativista que hizo su experiencia en las cajas de crédito, que luego terminó siendo el Banco Credicoop y desde muy chico entendí lo que era la cooperación: me educaron en esos valores. Viene por ahí esa aproximación a esta herramienta fundamental para tener sociedades más pacíficas, solidarias y eficientes, porque organiza la economía de manera más justa que el actual sistema de distribución de ingresos y acumulación de riqueza.

–Mencionás tres dimensiones inseparables: cooperativismo, cultura y comunicación. ¿Cómo se articulan?
–Desde el Observatorio de Culturas Políticas y Políticas Culturales del Centro Cultural de la Cooperación, que dirige Luis «el Chino» Sanjurjo, venimos desarrollando el cooperativismo de las industrias culturales o, mejor dicho, de la economía cultural y del conocimiento donde hay tres grandes continentes: uno es el de las industrias culturales donde están, entre otros, sectores como el de las bandas de música, hip hop, videojuegos, editorial, folclore, audiovisual, y los otros dos son los espacios culturales y las artesanías.

–¿Cómo se llega al desarrollo de la agenda para las industrias culturales, las artesanías y la gestión de espacios culturales?
–Con la idea de que la cultura, además de ser patrimonio, memoria e identidad, y un derecho humano fundamental, es un sector estratégico de desarrollo. Y entendiendo que la mejor herramienta para producir y trabajar en la cultura es la cooperativa, o sea, la economía social, solidaria y popular. El sector cultural hace un gran aporte al desarrollo de la economía y solo las Industrias Culturales representan el 2% de la economía argentina, según datos del Sinca. Nuestro interés es acercar el cooperativismo a la cultura para hacer sustentables los proyectos culturales, pero también para desde ahí también visibilizar el cooperativismo en general.
En paralelo, pensamos la comunicación como un derecho humano fundamental, como algo más amplio que el derecho a la información. En ese sentido, también acompañamos el desarrollo de la agenda cooperativa en los medios digitales cooperativos que hoy tienen una posición interesante respecto al trabajo y al nuevo ecosistema de medios, donde hay jugadores tecnológicos que dominan las plataformas y se hacen de la información producida por los distintos medios sin pagar nada a cambio. En ese sentido, son de nuestro interés los proyectos de la Red de Medios Digitales. Recientemente, en la Facultad de Ciencias Sociales, mantuvimos una reunión con Yair Cybel y otros referentes de esa red de medios digitales cooperativos junto a la directora de la Carrera de Comunicación de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, Larisa Kejval, y a Ianina Lois, coordinadora del Departamento de Comunicación del CCC. Allí pudimos escuchar de primera mano las demandas del sector y recibir sus proyectos para que haya pauta oficial para estos medios y se regulen las plataformas digitales.

–¿Cómo se traduce esa visión en políticas públicas concretas?
–Las primeras políticas públicas culturales para el cooperativismo datan de las anteriores gestiones del Ministerio de Cultura de la Nación y del Inaes, que tuvieron como objetivo en principio a los espacios culturales y, luego, a todas las industrias culturales, para fomentar la formalización, el trabajo, la producción y la circulación de los bienes y servicios de estos sectores. Con el actual modelo neoliberal y de achique del Estado, muchas de estas políticas fueron destruidas. Entonces, desde el Observatorio de Culturas Políticas y Políticas Culturales del CCC, junto al Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos en alianza con las federaciones ARDE y Cultura Popular, desarrollamos la plataforma Marca, que es la plataforma cooperativa de la economía cultural y del conocimiento. Esta no es una política estatal, sino una respuesta desde el movimiento cooperativo, basada en los principios cooperativos, de forma asociativa, cooperación entre cooperativas, a los efectos de generar herramientas para la sustentabilidad de los proyectos culturales.

–¿Y cómo funciona esa plataforma?
–La plataforma Marca tiene cuatro herramientas. Comunidad, que conecta la oferta cultural cooperativa con sindicatos y universidades para que estudiantes y trabajadores tengan acceso a shows de bandas cooperativas y actividades en espacios culturales. Una caja de herramientas con asistencia legal, contable y financiera para los proyectos. Luego un foro, con rondas de negocios para intercambiar productos y servicios cooperativos y finalmente un festival o ruta federal cooperativa, que promueve presentaciones de bandas y ferias de economía popular.

–Una crítica recurrente es la concentración en Buenos Aires. ¿Cómo se garantiza el desarrollo federal del cooperativismo cultural?
–Yo coordino el programa de desarrollo federal que impulsa políticas de manera territorial. Generamos circuitos artísticos sustentables, acercamos asistencia legal y financiera, promovemos foros de intercambio y realizamos festivales que incluyen música y ferias. Todo esto se hace con alcance federal, no solo en CABA o el AMBA, y en coordinación con el Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos, ARDE y Cultura Popular.

–Hablemos del impacto económico y social. ¿Cuál es el peso real del cooperativismo en la economía?
–Las cooperativas transforman el mundo del trabajo y de los servicios de manera no convencional, generan valor agregado y hacen un gran aporte al producto bruto interno del país, en el caso de las cooperativas de la Economía Cultural y del Conocimiento destacamos que además de generar empleo joven también diversifican la matriz productiva argentina, dado que tienen el potencial de expandirse en mercados internacionales y su desarrollo implica innovación y nuevas tecnologías. El cooperativismo y mutualismo representan el 15% del PIB argentino. A nivel global, existen 3 millones de cooperativas, con cerca del 10% de la población mundial asociada, unas 1.200 millones de personas, y 600 millones de puestos de trabajo directos e indirectos. Y lo más importante es que la economía social y solidaria tiene principios profundamente democráticos y solidarios: no busca lucro sino darles servicios a sus asociadas y asociados, impactando tanto en la comunidad como al interior de la cooperativa.

–¿Qué obstáculos enfrenta hoy el cooperativismo con el actual modelo de gobierno?
–Uno es el funcionamiento del Inaes, que bajo Gobiernos neoliberales, reduce casi a cero las políticas de fomento y financiamiento, mientras aumenta la fiscalización de manera persecutoria. Muchas cooperativas han perdido matrícula por requisitos innecesarios, como pasar de tres a seis integrantes, lo que genera problemas internos y sigue habiendo muchos problemas y arbitrariedades a la hora de gestionar la exención del Impuesto a las Ganancias. Lamentablemente, pese a que las cooperativas no deben pagar ganancias, dado que son empresas sin fines de lucro, igualmente tienen que tramitar la exención todos los años. Por otro lado, el hecho de que por decisión del Gobierno nacional desde hace dos años no se tenga un Presupuesto nacional aprobado por el Congreso y el manejo de los recursos por parte del Poder Ejecutivo sea absolutamente discrecional, los recursos que deberían llegar al Inaes no se asignan, lo que provoca incertidumbre y ausencia de políticas para el fomento, la promoción y la producción.

–¿Cómo reacciona el movimiento cooperativo frente a esa ofensiva?
–El movimiento cooperativo es fuerte y solidario, entonces se arma una red entre cooperativas de distintas ramas que genera contención. Estas redes se hacen desde las federaciones y confederaciones de cooperativas, pero no alcanza, es necesario que haya otro modelo económico, que apueste por el desarrollo del mercado interno y aumente los niveles de consumo para que la economía pueda funcionar con trabajo y salarios que puedan dinamizar la demanda. Es interesante remarcar que, si bien el cooperativismo desde su origen es una respuesta de quienes deciden asociarse frente a las crisis e injusticias económicas, no somos un parche del capitalismo, sino que es una alternativa real basada en solidaridad, democracia y justicia social.

–Si hablamos de la comunicación y la batalla cultural, ¿qué papel cumplen los medios en este proceso?
–La comunicación es uno de los espacios por donde se da la batalla cultural. En nuestra perspectiva, dado el actual sistema de medios, los nuevos actores globales que vienen de las nuevas tecnologías, creemos que es interesante fortalecer los medios digitales cooperativos, no solo porque son una herramienta para que muchos profesionales puedan sortear la actual precarización laboral del sector de los medios de comunicación, sino también para hacer un aporte a la información de calidad y a la visibilización de nuevas agendas y perspectivas diversas a las hegemónicas. Entender la relación entre cooperativismo, cultura y comunicación nos permite dar la batalla cultural, generar desarrollo económico y trabajo, y fortalecer narrativas que construyan sociedades más justas y democráticas.

–Como candidato a diputado nacional ¿qué leyes creés que son necesarias para impulsar el sector cooperativo?
–A modo general, se necesitan normativas que eviten la discriminación de las cooperativas frente a empresas con fines de lucro, regulaciones que fortalezcan la seguridad jurídica y leyes que promuevan el «compre cooperativo» en la contratación pública. Pero también es clave visibilizar la economía cultural cooperativa y del conocimiento, que es un fenómeno de expansión reciente. Mi interés particular de llegar al Congreso es fortalecer el cooperativismo, la cultura y la comunicación. Pero también como candidato por el Partido Solidario impulsaré y acompañaré iniciativas que no solo fortalezcan al cooperativismo, sino que también tengan el espíritu de ampliar derechos, recuperar soberanía y que orienten los recursos del Estado a la producción nacional, la infraestructura y las necesidades sociales, del mismo modo que lo hace el actual diputado nacional, Carlos Heller, presidente del Partido Solidario, y del mismo modo que lo hizo Juan Carlos Junio, exdiputado nacional por nuestra fuerza. Con esas convicciones, con esa firmeza, coherencia y sensibilidad.

–Finalmente, este 2025 la ONU vuelve a declarar el Año Internacional de las Cooperativas y las propone como un modelo para el futuro…
–Las Naciones Unidas declararon por segunda vez a las cooperativas como motor de transformación porque reconocen que las cooperativas contribuyen a alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenibles (ODS), logrando impactos positivos en las condiciones de trabajo, el medioambiente, la justicia social, la diversidad de género, la participación democrática y la generación de lazos solidarios. Las cooperativas hoy son un actor de peso a nivel planetario tanto en entornos urbanos como rurales. Hay que tener en cuenta además que muchos son los casos de cooperativas que nacieron allí donde el mercado y el Estado no llegan y lograron soluciones reales no solo para las personas asociadas, sino también para las que emplean y para las comunidades donde se desarrollan. Realmente construyen un mundo mejor.

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