8 de agosto de 2025
El historiador repasa las dificultades que enfrentan los museos ante un Gobierno que carece de interés sobre los acontecimientos nacionales y toma medidas que atentan contra el patrimonio cultural.

Gabriel Di Meglio fue recientemente despedido como director del Museo Histórico Nacional. Si bien no fueron aclaradas las razones, extraoficialmente se le hizo saber el descontento por sus quejas ante la reducción del presupuesto en el área.
«No hubo un debate previo, ni una discusión sobre los contenidos del museo. Es más, al grupo de trabajo que continuó se le informó que las tareas seguían igual», revela Di Meglio, confirmando que se trató de un ataque personal. Y agrega que fue «echado dos veces», ya que su salida fue apurada por parte de las autoridades para evitar que haga un último paseo guiado donde sus palabras podían llegar a incomodar nuevamente.
«Si vos desfinanciás por completo algo, obviamente que con el tiempo va a dejar de funcionar. Y podés decir: «¿Vieron? No funciona». Es decir, es una trampa.»
Su desvinculación generó una ola de solidaridad en el mundo de la cultura y la educación. Sucede que su trabajo es muy valorado. Por un lado, por sus investigaciones, su labor universitaria y por ser uno de los creadores del dibujo animado Zamba y por sus programas de divulgación en canal Encuentro. Pero más puntualmente, su gestión al frente del Museo Histórico Nacional en los últimos cinco años aportó un cambio de guion incluyendo por primera vez al siglo XX, con muestras muy populares como las dedicadas al rock nacional de los 80 y a la historia del fútbol durante el mundial de 2022. Exposiciones que hicieron que se triplicara la asistencia al lugar.
Sin embargo, afirma que lo grave es el ataque general que el Gobierno está haciendo a distintos sectores del Estado: «Solo hubo un afán destructivo y en cosas mucho más graves que los museos. No porque los museos no sean algo central para una comunidad, pero si vos destruís hospitales vas a tener muertos directamente».
–¿Qué es lo más grave de la falta de presupuesto?
–A corto plazo no es muy caro mantener el patrimonio; pero si vos dejás que los edificios históricos y las colecciones se caigan, a largo plazo eso va a tener consecuencias. Ya está pasando también que otros museos están sufriendo el abandono absoluto. Además de que sin ningún tipo de presupuesto es difícil hacer nada. Hay museos como el histórico que tiene una asociación de amigos que inyecta algunos fondos como para seguir adelante, pero es muy limitado. Cuando vos querés un museo más ambicioso, que tenga más proyección y más impacto social, necesitás algún tipo de fondos. No mucho, pero sí algo. Y este Gobierno cortó todo. Solo se ocupan de los sueldos y cosas mínimas como la luz.
–¿Por qué el discurso «eficientista» del Gobierno es falso?
–En el Estado como en las empresas privadas hay gente que trabaja mejor y gente que trabaja peor. Hay lugares que funcionan bien y lugares que no. Ahora, la solución para los lugares que funcionan mal es mejorarlos, no destruirlos. Incluso un montón de experiencias que funcionan han sido desfinanciadas. Si vos desfinanciás por completo algo, obviamente que con el tiempo va a dejar de funcionar. Y podés decir: «¿Vieron? No funciona». Es decir, es una trampa. No hubo un análisis de que alguien viniera y dijera: «A ver, vamos a ver: este era tu presupuesto, estos son tus resultados, este es tu equipo». Entonces, esa es la mentira meritocrática o eficientista. Es decir, hablamos de eso, pero después no lo aplicás en la realidad. Porque además eso implica trabajar. Hay que ir y analizar. Y tampoco esta es una dirigencia que le guste mucho el trabajo.
«Cuando vos querés un museo más ambicioso, que tenga más proyección y más impacto social, necesitás algún tipo de fondos. No mucho, pero sí algo. Y este Gobierno cortó todo.»
–¿Es común que se cambie el director de un museo con el cambio de Gobierno?
–En general los museos han estado fuera del mundo político. Por ejemplo, en el museo del Cabildo hubo una directora que estuvo de 1984 al 2012. Entonces era como una lógica aparte. Con el macrismo hubo concursos y se renovaron todas las conducciones. Yo mismo concursé para dirigir el Cabildo. En general no son cargos políticos en el sentido estricto, como sí el de la dirección nacional de museos para arriba, que cambian con los Gobiernos. Después los museos deciden si se quedan o se van cuando hay un cambio.
–Entre tus logros se destacan la inclusión de la perspectiva de género y una mirada más federal ¿fue esa la búsqueda?
–El museo tiene una mirada de género muy sesgada. Muy masculina. Entonces lo que hicimos fue destacar en todos los episodios posibles la participación femenina. No haciendo un rincón de las mujeres, sino metiéndolo en la narrativa general. Obviamente, sigue estando desbalanceado, pero trabajamos mucho para intentarlo. Y a nivel federal yo suelo trabajar de una manera policéntrica. O sea, no contar la historia argentina desde Buenos Aires. Gracias a políticas estatales tenés mucha producción histórica en todo el país, entonces podés reconstruir mucho más que antes sin que sea una proyección de Buenos Aires o de la región pampeana hacia los lugares. Este museo tiene el privilegio de tener una colección nacional, de las provincias. Eso te permite contar una historia nacional. Esos son nuestros horizontes: incorporar lo popular, lo de género y lo policéntrico. No siempre se logra, pero es el objetivo. Por ejemplo, si querés registrar la esclavitud, no tenés objetos que hayan pertenecido a alguien esclavizado. Tendrás alguna imagen o algún relato, pero la limitación es muy grande. Igual está bueno intentarlo.

–¿El Gobierno tiene una mirada distinta de la cultura y de la historia? ¿O en realidad no son temas que le interesen?
–Todos los sectores políticos tienen una mirada de la historia y la usan para discutir el presente. Aunque no esté de acuerdo con su mirada, me parece perfecto que vengan a discutir esto. Incluso el macrismo, que sostenía que no importaba la historia, que ponía animales en los billetes. Este Gobierno, por ejemplo, tiene una imagen idealizada y falseada del período de crecimiento argentino, que es indudable, de fines del siglo XIX, principios del XX, pero para sostener cosas que no resisten ningún análisis, que es que Argentina era una potencia mundial. Por más que sí tenía una economía fuerte, no había alcanzado a ser una potencia. Lo cual no es lo mismo. Igual son discusiones válidas. Ellos pueden decir que Alberdi y Roca son los grandes héroes nacionales, mirándolos con un solo ojo, porque les quitan a estos próceres liberales su rasgo estatista. Pero sobre esto hay cosas más graves, como la reivindicación abierta de la Conquista del Desierto sin importar nada de lo que pasó con la población indígena. Y la reivindicación casi abierta de la última dictadura.
–¿Pero hay acciones concretas como utilizar el museo y armar una nueva muestra?
–Por ahora no. Este es un Gobierno muy de redes sociales. Muy de lo veloz. Entonces son esos videos que saca la Casa Rosada para algún aniversario como el 24 de marzo. O algunas discusiones más bien porque el presidente o alguno de sus tuiteros dicen alguna cosa. Más que una política consecuente en espacios culturales. Sí lo que hay es una vigilancia sobre las redes de esos espacios. Para que desde allí no se hable de género ni de diversidad sexual o derechos humanos.
«Este es un Gobierno muy de redes sociales (…) Más que tener una política consecuente en espacios culturales. Pero sí hay vigilancia sobre las redes de esos espacios».
–¿Milei viene a inaugurar un proceso histórico nuevo o solo es parte de lo iniciado por Macri en 2015?
–Lo nuevo es que ha roto con verdades que parecían establecidas de la democracia para acá. Desde 1983 había cosas que se podían decir y cosas que no. Por ejemplo, reivindicar a la dictadura y tener éxito político. Eso es muy novedoso. También jugó mucho esta cosa de outsider como era al principio Milei ante el fracaso de los dos Gobiernos previos; pero hay ciertos ríos profundos que te llevan a la dictadura a nivel económico. Esta suerte de plata dulce, como fue la del principio de los 80 o esta suerte déjà vu con los 90, con el ataque al Estado y las privatizaciones. No veo un fin de ciclo sino un deseo de refundación. Lo que vos notás en el mileísmo es un deseo de explotar todo y hacer el país de otro modo. Rompiendo con cosas de muy largo plazo, como el papel del Estado en la Argentina. O incluso cualquier idea de derecho, porque reivindica abiertamente el fin del siglo XIX. Ahí hay una diferencia con el macrismo que hablaba de los últimos 70 años, que en esa época los ubicaba en 1945. Ahora hablan de 1916, antes de la democracia masculina. Una época sin derechos laborales ni civiles. Eso parece novedoso. Sin embargo, vos ves parte del elenco económico y son gente que te lleva a Martínez de Hoz directo, vía Cavallo. Ahí no hay ninguna novedad. Es una gran farsa.