Voces

El Estado y la libertad de expresión

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Martín Sabbatella, titular de la AFSCA, tiene a su cargo la aplicación y cumplimiento de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual. Límites a la concentración y nuevos medios.

 

En su oficina de la Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual reina cierta tranquilidad. Sin embargo, mientras Sabbatella saluda y se dispone a comenzar la entrevista, puede intuirse que la procesión va por dentro. Es que desde ese organismo, en el que tiene mandato hasta 2017, se libra una batalla política de alto impacto: la aplicación de una ley que establece límites a la concentración en un sector desacostumbrado a las regulaciones.
Se analizaron en esas oficinas, por caso, los planes de adecuación presentados por los principales grupos empresarios de la información que deben ajustar su tamaño a los límites que impone la norma sancionada en el Congreso Nacional en 2009, cuyos artículos antimonopólicos estuvieron bajo discusión judicial hasta el 29 de octubre de 2013, cuando la Corte Suprema de Justicia de la Nación se pronunció a favor de la constitucionalidad de los incisos cuestionados por el Grupo Clarín. Sabbatella comenta que «el año pasado fue muy importante para este proceso porque se cerró definitivamente la discusión sobre la constitucionalidad de la ley, concluyó el debate sobre si el Estado tenía o no facultad para intervenir en el mercado de la comunicación audiovisual para garantizar la libertad de expresión». La reciente aprobación, por parte del directorio de la Afsca, del plan de adecuación del Grupo Clarín a los límites establecidos por la ley, constituye, según asegura, «el inicio del fin de las posiciones hegemónicas». Para el titular de la AFSCA, «queda absolutamente claro que no hay posibilidad de democratizar la palabra, no hay posibilidad de garantizar libertad de expresión, no hay posibilidad de garantizar el derecho a la comunicación y el derecho a la información al conjunto de los hombres y mujeres de este país, del conjunto del territorio nacional, si no interviene el Estado, si no garantiza, justamente, frenar la concentración mediática que lesiona la libertad de expresión. Los monopolios lesionan la democracia».
–¿En qué situación está la aplicación integral de la ley?
–La ley, cuyo objetivo primordial es democratizar la palabra, tiene dos grandes ejes. Uno está vinculado con la generación, el fomento, de nuevas herramientas comunicacionales, nuevos canales, nuevas señales, nuevas productoras de contenido audiovisual, y otro, con enfrentar las tendencias monopólicas y la concentración mediática. Durante 4 años pudimos avanzar mucho en un aspecto, el primero, pero estaba frenado lo otro. Aplicar de manera completa la ley es también una suerte de reconocimiento a una historia de lucha muy extensa de miles de hombres y mujeres que durante muchísimos años trabajaron por tener una ley de la democracia que deje atrás una norma oscura de la dictadura militar. Esta ley es hija de esa historia militante, de hombres y mujeres del mundo de la comunicación, y también de asociaciones políticas, sociales, gremiales, culturales, académicas que, durante tantos años –muchos de ellos nucleados alrededor de la Coalición para la Comunicación Democrática–, trabajaron por eso.
–Sin embargo, puede decirse que queda mucho por hacer.
–Sí, pero lo que es cierto es que, desde la perspectiva federal que tiene la ley, si uno se corre de la mirada de Buenos Aires, ve con mayor claridad el impacto importantísimo de la aplicación de la ley, aun sin lo que se pudo cumplir porque estaba trabado en la Justicia durante estos 4 años. Hay cientos de nuevos dispositivos comunicacionales en marcha, en universidades, en escuelas, en municipios, en provincias, en los pueblos originarios, y también en el mundo privado. Un dato fundamental es que la ley incorpora al mundo cooperativo a la comunicación, y esto ha abierto una cantidad de cosas extraordinarias: nuevos canales, nuevos cables, nuevas radios. Entonces, si vos me preguntás: «¿Hay mucho por hacer?» Muchísimo. Ahora, si uno mira el camino recorrido, hay pasos sólidos dados, y eso me parece sumamente importante. El Grupo Clarín quiso instalar que en 4 años no se había hecho nada, y eso es absolutamente falso.
–El rol del Estado es fundamental para garantizar la pluralidad en el ámbito de la comunicación. ¿Cómo se está llevando a cabo la labor en cuanto a la creación y sustentabilidad de nuevos medios, especialmente de los comunitarios o alternativos?
–La ley establece que el 33% del espectro está destinado a las organizaciones populares, comunitarias, sin fines de lucro, que indiscutiblemente tienen una mirada distinta a la mirada del mercado. Esa comunicación no tiene que ver con la rentabilidad, sino con un compromiso social y con un anclaje territorial profundo en distintas realidades del país. Obviamente allí tiene que estar el Estado, no solamente para garantizar la posibilidad de que existan, sino también para acompañarlos en los primeros pasos, para ofrecer políticas de fomento y acompañamiento importantes. Bueno, los fondos de fomento de la AFSCA están destinados exclusivamente a organizaciones populares, comunitarias sin fines de lucro y pueblos originarios. Y es para eso: capacitación, formación o equipamiento. Es indiscutible que el Estado tiene que estar presente, y vuelve a estar en discusión, como decías vos, la importancia del Estado como garante de esos derechos.
–No sólo se trata de que existan muchas voces, sino también de evitar que sólo se expresen los más poderosos económicamente. Nuestro país tiene múltiples identidades regionales y locales, que son avasalladas por la producción que les llega desde Buenos Aires, y como país sufrimos algo similar con lo que nos llega desde Estados Unidos y su fuertísima invasión con contenidos culturales. La ley aporta un marco para revertir, en parte, algunas cosas, pero ¿cómo ves este aspecto que estuvo tan presente en el debate, al menos en lo que fue la «batalla» por la ley?
–Me parece que está en la esencia de la ley, también, porque cuando vos hablás de democratizar la palabra, de un concepto federal, de una comunicación anclada territorial y socialmente, cuando vos decís que esa comunicación tiene que permitir que, en el conjunto de nuestra patria, el conjunto de nuestro pueblo pueda tomar la palabra, pueda ocupar el centro de la escena pública, que con las tonadas, matices, historias, identidades y culturas pueda hacerlo, estás hablando de que eso multicolor, eso plural y diverso que es nuestro país, pueda expresarse. Y lo que buscan los sectores concentrados es construir las escenas o los escenarios necesarios para la hegemonía cultural y económica de sus intereses. Entonces, indiscutiblemente, la democratización de la palabra, la democratización de la comunicación, enfrenta esto y es parte de la batalla cultural, en un contexto donde los medios concentrados de comunicación y esas compañías poderosas y tendencias monopólicas utilizan el poder mediático –insisto– para condicionar las democracias en función de los intereses corporativos, y no solamente en el mundo de la comunicación sino en defensa del conjunto de los intereses económicos concentrados.
–En esa puja hay que reconocer que esos sectores son eficientes en la construcción de audiencias; sus medios son los que lideran las mediciones de público.
–La generación de nuevas productoras independientes abre caminos, y empieza a poder ser interpelada esa realidad. Hoy hay posibilidad de darles pelea en el sentido de abrir el escenario.

–Apuntaba a la construcción de calidad en los contenidos…
–Sí. En esas producciones independientes, en muchísimos rincones del país y de la patria, ves realizaciones extraordinarias, de alta calidad, que, justamente, como vienen a romper el molde, estuvieron tapadas, pero ahora salen a la luz.
–Que todos los grupos que exceden los límites de concentración hayan presentado planes de adecuación, ¿significa que este año podrá verificarse un nuevo mapa de medios?
–Hubo un gran triunfo que no es solamente un triunfo de nuestro gobierno, es un triunfo de la democracia, de las instituciones democráticas, de la libertad de expresión. Me parece que fue muy importante que el Grupo Clarín se presentara, porque es la demostración de que nadie tiene coronita. Eso ha sido importante porque es la recuperación de la autoridad estatal poniendo en caja al conjunto de sectores, entendiendo que la ley es para todos y no hay quien pueda estar por fuera de ello. La presentación del Grupo Clarín determina el reconocimiento de la constitucionalidad de la ley, el reconocimiento de AFSCA como autoridad de aplicación de la ley, el reconocimiento del 7 de diciembre que ellos cuestionaban, porque, en realidad, todos los planes de adecuación se presentaron antes del 7 de diciembre, aun el de Clarín, porque tuvieron que continuar el que presentó su socio minoritario, David Martínez, el 5 de diciembre. Esperamos que 2014 sea el año del cumplimiento, en lo que hace a la adecuación, de los límites que establece la ley. En eso estamos trabajando con fuerza.
–¿Qué opinás sobre el rol de los medios de comunicación más poderosos como actores políticos, a la luz de lo que ocurre en Argentina y en América latina?
–Funcionan, en algunos casos, directamente como partidos políticos. De todos modos, ellos pueden tener la opinión que quieran; lo que no pueden es buscar monopolizar la palabra para manipular la opinión pública y condicionar la democracia. Por eso tiene que haber regulaciones, límites, que bajo ningún punto de vista son límites a los contenidos. El límite es, justamente, al tamaño de las empresas, para que puedan existir otras. La ley no opina sobre los contenidos. Ahora, fijate qué claro está que son estos sectores los articuladores de las estrategias de la derecha, en muchos casos para defender los intereses corporativos, que el arco opositor de la Argentina, para consolidarse o para crecer, considera que tiene que hacerle los mandados a Magnetto. El arco opositor, del color que quieras, termina siendo el vocero de los intereses corporativos. Es absolutamente claro. Hay un articulado que sale de la agenda de los CEO de las corporaciones.
–Y en ese marco, ¿cuál es tu análisis del escenario político actual?
–La oposición había apostado a un escenario de fin de ciclo. Creo que el desconcierto que tiene hoy se debe a que nada de eso sucedió. Es una oposición que, más allá de los distintos perfiles, invita a volver al pasado, a las recetas que ya fracasaron, a que la Argentina vuelva a lo que ya nos hizo mucho daño.
–La oposición es heterogénea, hay partidos y agrupamientos de distinta índole, ¿se los puede tomar como un todo?
–En el arco opositor hay algunos claramente identificados y autodefinidos en el mundo de la derecha, y otros que dicen pertenecer a otros espacios políticos, pero que, en la práctica, terminan siendo funcionales a la estrategia de la derecha. Por lo tanto, en términos generales, son todos funcionales a quienes quieren que la Argentina vuelva a las recetas que ya fracasaron y que nos hicieron mucho daño.
Se imaginaban un escenario distinto y les fue mal. Después quisieron jugar con que estaba en crisis el liderazgo, y la verdad es que eso es absolutamente falso.
Tenemos un proyecto de pie, no sin problemas, no sin las dificultades que cualquier país tiene, pero un gobierno con capacidad de respuesta, con capacidad, también, de dar cuenta de los nuevos desafíos, de las nuevas demandas, y con un liderazgo de mucha fortaleza, convicción, capacidad de conducción y de gestión, como es el de la Presidenta de la Nación. Por lo tanto, más allá de las dificultades, veo un proyecto político consolidado al calor, más allá de lo específicamente coyuntural, de un momento histórico extraordinario, que me parece que eso es lo que han sido los rasgos de identidad constitutivos de esta época. Creo que el gran desafío es darle continuidad y profundización a este rumbo. El gran desafío es que lo que se inauguró el 25 de mayo de 2003 haya nacido para quedarse, en el sentido de inaugurar una nueva etapa del campo nacional, popular y democrático en la Argentina. Estamos convencidos de que el kirchnerismo no es solamente un buen momento de la historia, sino que es una identidad fundante de una nueva etapa del campo popular.
–¿Con qué perspectivas de proyección hacia el futuro?
–Me parece que no es una identidad transitoria, sino una identidad fundacional, algo que nació para quedarse como representante de los intereses populares del siglo XXI. El kirchnerismo constituye una nueva identidad y eso construye un nuevo sentido de pertenencia que tiene un fuerte contenido. Nosotros nos definimos kirchneristas porque esa es nuestra identidad. Viniendo de distintas tradiciones históricas, es la identidad que nos unifica, porque decirse kirchnerista es mucho. Al decir kirchnerismo, hablás del rol del Estado como garante de derechos, hablás del valor de lo público, hablás de la integración regional y de la Patria Grande, hablás de construir el futuro sobre la base de la memoria, la verdad y la justicia, hablás de la democracia con justicia social, hablás de la soberanía con una perspectiva integral. El kirchnerismo dice mucho en términos históricos, en términos de presente y en términos de futuro. El gran desafío, para mí, es construir la gran fuerza política, social, cultural, hija de este momento histórico, liderada por Cristina, que le dé dimensión fundacional al kirchnerismo.
–Es decir que ves al kirchnerismo vigente más allá del 2015, pase lo que pase con las presidenciales.    
–Sí, claro, porque creo que el desafío, justamente, es el nacimiento de esa identidad, que no es la negación de la historia, bajo ningún punto de vista. Yo creo que es la continuidad de esos movimientos populares en el siglo XXI. Por lo tanto, me parece que tiene que ver con la representación de los intereses del pueblo para los próximos largos años. Y me parece que el conjunto de fuerzas políticas, sociales y culturales pertenecientes a este universo tenemos que comprometernos con energía para esto. Insisto, la derecha quiere clausurarlo, y nosotros lo que tenemos que hacer es trabajar, justamente, para todo lo contrario. La derecha quiere que nosotros, en algún momento, nos juntemos y tengamos que recordar con nostalgia qué buenos momentos que vivimos. Nosotros decimos lo contrario: no queremos recordar con nostalgia este momento histórico a favor del pueblo; queremos que haya sido el momento fundante de algo que siga recorriendo los tiempos de la Argentina.

Jorge Vilas
Fotos: Jorge Aloy

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