Voces | ENTREVISTA A LUIGI ZOJA

El fin de la sexualidad

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Francia Fernández

El psicoanalista italiano asegura que las sociedades occidentales, tras haberse liberado de tabúes y prohibiciones, están renunciando al sexo. Pantallas, redes sociales y pornografía.

Foto: Gentileza FCE

Según el psicoanalista italiano Luigi Zoja, en el siglo XXI, la sexualidad, que fue la «protagonista» del siglo XX, está en regresión y hasta podría llegar a desaparecer. En La pérdida del deseo. Por qué el mundo está renunciando al sexo (Fondo de Cultura Económica), su libro más reciente, el escritor plantea que, actualmente, en Occidente, la actividad sexual disminuye, sobre todo en los más jóvenes. «¿Cómo es posible que un fenómeno de tal magnitud tenga lugar en una sociedad que, gracias a la revolución sexual, parecía haberse liberado de tabúes y prohibiciones?».

En su libro, el especialista reconstruye el crecimiento de la sexualidad que hubo en el siglo XX, así como la caída posterior, mediante estadísticas de países como Alemania, Francia, Reino Unido y los Estados Unidos. Solo en Alemania, «donde el desplome ha sido fuerte», desde 2005 hasta 2016, la sexualidad disminuyó en un 9% mientras que la ausencia de deseo sexual pasó del 8% al 13%. Y, de los 18 a los 30 años, el grupo de «sexualmente inactivos» creció del 7,5% al 20,5%. En Estados Unidos,  en tanto, el 60% de los menores de 35 años no convive en pareja. Y un tercio de esa población vive con sus padres.

El especialista señala que la sexualidad es uno de los indicadores de una sociedad abierta. «La sociedad actual no es libre», puesto que «los criterios para definir la libertad son psicológicos, y la mente en el siglo XXI tiene más miedos que en épocas precedentes». En paralelo, la pérdida del deseo está muy conectada con las nuevas tecnologías.

–¿Cuál ha sido el efecto más perjudicial con respecto a la sexualidad?
–El retroceso de la vida sexual. En los años 60 y 70, hubo una reconstrucción ideológico-cultural…  Ahora el desarrollo tecnológico contrasta con la proximidad real de las personas. En La muerte del prójimo, un libro anterior, que fue como una preparación del terreno, yo hablaba de un contacto deformado por el abuso de las pantallas. Hoy hay mucho menos contacto real entre jóvenes. El aislamiento o retiro social, que es la principal patología de las nuevas generaciones, crece; es una categoría clínica.

–¿Qué observa usted en consulta?
–Veo que los jóvenes se quedan hasta los 30 y algo en casa de sus padres. Veo pacientes de 80 con hijos de 50, que aún dependen de la mamá o viven con ella. Veo que la vida de pareja de esos hijos fue un desastre. El punto es si estos tienen problemas sexuales, porque no se vuelven independientes, o si ya tienen problemas sexuales de adolescentes y no pueden independizarse. Las cosas son complejas.

Conectados. Para Zoja, el desarrollo tecnológico contrasta con la proximidad real de las personas.

Foto: Shutterstock

–¿Es algo multifactorial?
–Sí, los pacientes jóvenes, de 20 y 30 años, tienen problemas sexuales, pero hablan muy poco. En los años 70 era normal hablar de sexualidad. Había, particularmente en Italia, condiciones económicas diferentes, post Segunda Guerra Mundial. Los jóvenes universitarios, incluso como estudiantes, encontraban trabajo y podían dejar a sus padres. Hoy, no. En Japón hay una renuncia a la sexualidad de las llamadas generaciones «hervíboras». En 2015, el 43% de los jóvenes solteros, de 18 a 25 años, era virgen. Los alquileres son imposibles de pagar. Esto influye en la sexualidad.

–Según usted, estos tiempos están marcados por las patologías del desear, el comer y el dormir.
–Los nativos tecnológicos aprenden menos. Hay falta de concentracion. El multitasking también atenta contra la pasión erótica, que requiere dedicación. Hay una obsesión por el cuerpo, que no se define por una autopercepción, sino por parámetros externos como las opiniones en las redes sociales. Hay una caída de la autoestima, que desemboca en una renuncia al amor y a la sexualidad, en círculos viciosos. Hasta las emociones están mediadas. Le preguntan a alguien más lo que sienten («¿Estoy enamorado?»). Un paciente, que usa tablet y registra sus sueños, ya no distingue entre lo que soñó o la imagen que vio. Hay una confusión del interior con el exterior. Es violento.

–En Sudamérica hay un auge del reguetón, que denigra a las mujeres. Curiosamente, muchas lo cantan y bailan.
–La estupidez no tiene límites. Y, como digo en mi libro, el CI va bajando. Desde la llegada de las redes sociales, la actividad sexual imita a la pornografía. El porno circula sin límites, con súper machos y mujeres que siempre están sometidas, algo falso e irreal. El problema real es que hay mucha vergüenza masculina, que queda en el aislamiento social, el cual es mayoritariamente masculino. Estos chicos (de 16 años), que nunca tuvieron una experiencia sexual, miran porno para entender. Después tratan con sus novias, y no funciona. No son «King Kongs», son jóvenes tímidos. Hay problemas grandes de impotencia. Y, después, aplazan su «primera vez». Esa es la novedad.

–Parte de la sexualidad como objeto de consumo…
–Se dice que tendría que haber educación en la familia, en las escuelas. Pero ni la una ni la otra se ocupan. Casi el 100% de los chicos miran pornografía y una gran cantidad de chicas, también. Esto provoca complejos. Las chicas se encuentran feas, o creen que están con kilos de más. Y en redes como Instagram no hay sobrepeso. Otra vez, algo irreal. Tenemos cada vez menos relación con nuestros cuerpos, hay neurosis existenciales. Y esto está vinculado con las imágenes que se ven en pantalla.

–Por un lado está la pornografía y, por otro, la vuelta a la monogamia y la fidelidad…
–Se observa en las estadísticas británicas, alemanas, etcétera. La fidelidad tiene que ver con una búsqueda de seguridad, cómo el mundo se vuelve más hacia la derecha en general. En 2020, esta tendencia se aceleró con el covid. Pero la curva comenzó a notarse en el 2000.

–¿Con las pantallas, el ser humano se está «robotizando»?
–Hay menos pasión en los más jóvenes. Los de 50 o más siguen sus vidas de modo bastante tradicional, pero mis pacientes de 19, 23 y 25 tienen problemas absurdos: no reconocen si hay una pasión. Hay un exceso de tecnología y miedo a la relación.

–¿La disminución de la sexualidad, a largo plazo, podría llevar a la extinción, por infertilidad?
–Hay escasos nacimientos. En Italia, la fertilidad media de la mujer tendría que ser 2,1%, pero es de 1,3%. La señora Meloni, que es inteligente pero casi posfascista, como Mussolini, quiere más población, pero resulta que falta el 40% de los nacimientos, porque la gente no hace bastante el amor o lo hace con contracepción. Le preocupa la fecundación in vitro o artificial, que aporta el 2,3%. Desde la Iglesia se promueve el hijo de la relación sexual, entonces, atribuyen el decrecimiento a las nuevas técnicas. Después, volvemos a que la gente de 30 vive con sus padres y a la sexualidad del miedo al compromiso, de tener una pareja fija e hijos. La maternidad se aplaza.

–Si la sexualidad entra en una decadencia total. ¿Qué vendría a reemplazarla?
–Soy psicoanalista, no profeta; hay demasiados pronosticando el futuro. No me interesa ganar millones con un libro catastrófico ni generar pánico excesivo. Estamos en crisis, los valores se pierden. No es nuevo. La inteligencia se pierde. Pero eso se ve desde algunas décadas.

–¿El sexo sigue siendo un tabú?
–Sí, y más de lo pensado.

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