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El legado

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Por primera vez en su historia, el Instituto para el Desarrollo Económico es conducido por una mujer que, además, dirige la revista que se publica sin interrupciones desde 1971. El desafío de llevar adelante el trasvasamiento generacional de una institución con más de medio siglo de vida.


El Instituto Argentino para el Desarrollo Económico (IADE) es una institución señera en la promoción y difusión de estudios, debates e investigaciones académicas desde hace 57 años. Fundado en la Ciudad de Buenos Aires en agosto de 1961 por un grupo de docentes, profesionales, técnicos, cooperativistas y empresarios es presidido desde diciembre de 2015, por primera vez en su historia, por una mujer: Marisa Duarte, socióloga y especialista en Economía, quien, además, desde agosto de 2016, a partir del número 300, es directora de la revista Realidad Económica, publicación que se edita cada 45 días ininterrumpidamente desde 1971, con un tiraje cercano a los 4.000 ejemplares.
Vinculada con el IADE desde fines de los años 90, Duarte es la encargada de llevar adelante el trasvasamiento generacional de un Instituto que supo contar entre sus filas a destacadas personalidades de la economía, de la política y la cultura nacional durante sus más de cinco décadas de existencia.
«Había en el IADE un problema de sucesión de difícil resolución debido a que quienes lo integramos compartimos la idea de que quien esté al frente del Instituto tiene que conocer muy bien su legado y trabajar en función de eso, mirando al futuro pero en función de aquello que trae. Esto había sido una dificultad bastante notoria, había habido intentos de que otras personas tomen la posta, pero no dieron resultado. Todos lo tenemos en la cabeza, lo pensamos, la gente más grande lo dice, los más jóvenes dicen «habría que hacer esto, y lo otro», pero después llevarlo adelante no es sencillo.
–¿Por qué es tan difícil?
–Por lo que hay que dejar, por lo que hay que soltar, por lo que hay que permitir que cambie y también por lo que hay que preservar. Creo que ahí hay una tensión y hay que vivir con esa tensión. Pero si uno quiere revitalizar la institución tiene que poder desprenderse, no en el sentido negativo del término, si no tomándolo como la masa crítica a partir de la cual seguir trabajando.
–A lo largo de su historia la dirección del IADE y de la revista estuvo siempre desdoblada, mientras que desde 2016 las dos están en tus manos.
–Cada dos años se eligen autoridades en el IADE, mientras que la dirección de la revista fue mucho más estable, Juan Carlos Amigo fue su director desde el nacimiento. Creo que las instituciones tienen vida propia y se dio una combinación entre la posibilidad de elegir autoridades del IADE y consecutivamente Juan Carlos decide dar un paso al costado. Si bien es mucho trabajo por el ritmo, la densidad y la intensidad que le hemos dado a las actividades, de esto depende el crecimiento del Instituto.
–¿Cuáles son los ejes de tu gestión?
–Estos últimos dos años hemos retomado muchas cosas que formaban parte de la habitualidad del Instituto desde su nacimiento, cuando había mucha gente muy comprometida, con una militancia que tenía muchos puntos de entrecruzamiento con partidos políticos, entidades culturales y sociales, con el cooperativismo y más tarde con las universidades. Porque el IADE siempre hizo una tarea de divulgación de ideas basadas en ciertos principios, tanto políticos como económicos, y con mucha salida hacia afuera. Eso se fue diluyendo en el tiempo y no se consiguió un trasvasamiento generacional que lo continuase, quizás debido a que no estaba tan presente la necesidad, que hoy sí todos tenemos claro, de tratar de que los jóvenes se incorporen, se apropien del Instituto y trabajen con nosotros.
–¿Influyó en ese dificultoso trasvasamiento lo mismo que hizo fuerte al Instituto, es decir, personalidades importantes y señeras en la presidencia como Arturo Sampay, Horacio Giberti, Juan Sábato, Francisco Cholvis, Augusto Reinhold, entre otros?
–Hay dos cosas. A nivel institucional, el relevamiento de estas grandes figuras puede influir, pero además hay avatares históricos, políticos, que también van marcando y donde se toman decisiones en función del mapa político. Uno puede decir ex pos, «estuvo bien que permaneciera determinada persona», «estuvo mal que se fuera otro», pero son decisiones de las cuales muchas tienen una raíz política, ideológica, y bueno, la mejor manera de que una institución como la nuestra crezca sobre bases solidas es reconocer esa historia. Por esto es que siento que me debo a ese legado y que no solo hay que preservarlo, sino reconstituirlo hacia adelante.
–¿Uno de los puntos de dicha reconstitución es abrir el Instituto? ¿Sacarlo de su ámbito propio?
–Así es. Somos muy poquitos en el Instituto y hemos hecho todo lo que podemos hacer con escasos recursos, moviéndonos bastante para retomar aquello de sacar el Instituto hacia afuera. Desde que el IADE se crea –a principios de los años 60–, su papel fue cambiando porque el país cambió, hoy es otro país, entonces nosotros debemos acomodarnos a esta coyuntura, intentando preservar lo que se pueda pero también haciendo un esfuerzo de apertura. Estamos consolidando el vínculo con las universidades, no solo con la de Buenos Aires, sino también con las del Conurbano y las del Interior; con los centros de estudio, también incluyéndonos y participando. Y, por supuesto, uno de los principales ejes que tiene el Instituto es la revista. Y nuestra impresión es que la revista está más viva que nunca. Este también ha sido un trabajo bastante arduo y largo de discusión y debate sobre cuál es la revista que queremos hoy, básicamente por respeto a aquella generación que la creó. Con muchos de ellos estuvimos trabajando durante todo este tiempo, y a principios de 2017 se hizo un rediseño, con algunos contenidos nuevos y en la tarea de conseguir una publicación que, sin desprenderse de ese legado, sin dejar de lado a los autores tradicionales, pueda tener un formato más amigable, más actualizado, cumpla con normas académicas y tenga también una apertura temática, porque la marca de la economía fue siempre muy fuerte, y hoy trabajamos para que sea una revista de ciencias sociales en el sentido amplio del término, es decir, que temáticas como educación, medio ambiente, género, soberanía alimentaria, entre otros, estén presentes.

–La revista se publica cada 45 días, ¿cómo resolvieron no dejar de lado la coyuntura en estos tiempos vertiginosos?
–El sitio web tiene que ver con la respuesta a la rapidez de la cosa cotidiana y posmoderna donde todo cambia constantemente y una publicación como la nuestra tiene unos tiempos, un proceso de trabajo, de elaboración, de maduración, un trabajo conceptual diferente que no nos permite ser una revista de coyuntura. Intentamos que en la revista haya algún texto que siga la coyuntura, pero en realidad son trabajos más académicos o de difusión de resultados de investigaciones, bastante más sedimentados. Con el sitio lo que encontramos es una manera más ágil de renovación semanal que nos permite seguir la coyuntura, con textos que vamos recopilando de medios alternativos pero también con colaboraciones especiales. Todas las semanas un autor escribe especialmente para nosotros sobre determinado tema. Y por supuesto, en el sitio se difunden también las actividades del Instituto.
–¿Cuáles son esas actividades?
–En esta etapa histórica, como ocurrió en los años 90, cuando Realidad Económica se posicionó como una voz antihegemónica, encontramos que somos un canal de difusión de una cantidad de ideas que es necesario mantener vivas y como revista nos interesa resaltar no la publicación como un fin en sí mismo, sino como el medio para desplegar toda una cantidad de oportunidades que tenemos de vinculación y de profundización del debate. Entonces, los artículos publicados dan lugar a una presentación que propiciamos que sea en sede del autor o donde el autor decida presentarlo, lo que nos obliga a salir del Instituto. Hasta hace dos años la mayoría de las presentaciones se hacían en el IADE. Ahora nos movemos nosotros, interactuamos con públicos distintos y obviamente esto tiene un claro objetivo de difusión de la revista, que se reencuentra con el público. Además, a raíz de la recepción de artículos para la revista, se generan vínculos con la institución de origen, tal es el caso de la Escuela de Gobierno de Chaco, la Universidad Nacional de Entre Ríos, la Universidad Nacional del Sur. Hay vínculos más laxos y otros con más compromisos, por ejemplo con la Universidad Nacional de Quilmes y la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA firmamos convenios, estamos en el borrador del convenio con la Universidad Autónoma de México. Son tanto de docencia e investigación como de publicaciones cruzadas y de difusión cruzada. Realidad Económica integra la red de Clacso, una gran red con un funcionamiento muy virtual y solo algunas actividades presenciales. Somos uno de sus centros. Tenemos un grupo de investigación, «Integración y unión latinoamericana y caribeña», que tiene 36 investigadores de toda América Latina. El año pasado hicimos encuentros en el IADE para reunir al grupo de investigación y echarlo a andar. Y en las reuniones paralelas a la Cumbre de la Organización Mundial del Comercio que se llevó adelante en diciembre en Buenos Aires, nuestro grupo de trabajo tuvo bastante presencia por su temática, que es la integración. A esto se suman charlas y conferencias para instituciones, como por ejemplo, las comisiones de asociados de las filiales de la zona metropolitana y del Interior el país de Credicoop, actividad de la que el IADE participaba desde los inicios del banco y que ahora retomó para generar espacios de reflexión.
–Mencionaste el vínculo con distintas universidades, pero además están en relación con la Cátedra Libre de Estudios Agrarios «Ingeniero Horacio Giberti», desde 2010 en la UBA, y la Cátedra Abierta de Economía «José Ber Gelbard», en la de Quilmes.
–Tanto a través de la Cátedra Giberti como Gelbard se han conseguido instalar temáticas y vincularse con distintas entidades, ya que están constituidas a través de convenios con otras instituciones, lo que proporciona una red mucho más grande para desarrollar actividades, no solo para la difusión de los artículos de la revista, sino que se generan actividades a partir de estos dos núcleos. Por ejemplo, las jornadas de la Cátedra Giberti, muy vinculadas con las asociaciones, entidades y organizaciones campesinas y del pequeño agro; y la Cátedra Gelbard, más reciente, con sus jornadas de desarrollo, la producción de trabajos de investigación de los integrantes de la cátedra, publicaciones y, en la Universidad Nacional de Quilmes, el dictado de la asignatura «El tercer gobierno peronista», destinada no solo a alumnos de las carreras del departamento de Economía y Administración sino también como extensión universitaria. En dicho curso, se debate el tercer peronismo como movimiento político pero también el modelo de planificación estatal de aquella etapa y, por supuesto, también sirve de «excusa» para pensar el presente.

–¿Cuáles son los desafíos de presidir una institución y una publicación de medio siglo de existencia en esta etapa del país?
–Reconozco el peso importantísimo de las personas que pasaron por el Instituto y somos conscientes de que aquí hubo gente que hizo cosas muy importantes. Y lo que hacemos hoy es tratar de trabajar, en este contexto nacional que es conservador y con rasgos autoritarios, en recuperar ese ideario y darle consistencia con las novedades que le imprimió el paso de la historia. No es sencillo. Porque creo que parte de la desorientación de hoy frente a esto que estamos viviendo es porque falta conceptualizarlo, entender de qué se trata, y para eso debemos perderle el miedo a los conceptos. Ese es un trabajo que está por delante. Pero a su vez, otro trabajo, tal vez el más importante, es el de poder construir ideas que permitan elaborar ese otro discurso, ese otro proyecto que pueda oponerse a este. Y ahí hay mucho de reconstitución por hacer. Prefiero pensar que esta etapa que estamos viviendo, que es el símbolo de la derrota de aquellas buenas cosas que pudimos haber vivido y pensado antes, no debería invalidar el legado. Todo lo contrario. Deberíamos ser capaces de reconstruirnos sobre esa historia nuestra con una nueva densidad. Está claro que si pensamos la soberanía energética en los años 70, 80, es algo muy distinto a pensarlo hoy. Si yo pensaba la soberanía económica en aquellos años iba necesariamente a atarme a sectores del empresariado nacional que podrían contribuir al desarrollo local; hoy eso está bastante lejos, la extranjerización de la economía es tremenda, la concentración económica también y esos actores no están en el juego, ni interesados en el desarrollo nacional. Pero eso no invalida que sigamos buscando cuál es el camino, porque está claro que este no es el camino que nosotros ni nuestros antecesores han querido.

Fotos: Jorge Aloy

 

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