Voces | Entrevista a Sergio Maldonado

Prohibido olvidar

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Diego Pietrafesa

Santiago Maldonado apareció muerto 78 días después de la represión a una comunidad mapuche en 2017. Su hermano acaba de publicar un libro donde relata la dramática búsqueda y los obstáculos que sembraron desde el poder.

Foto: Guadalupe Lombardo

Olvidar es imposible, se llama el libro. ¿Será? Sergio Maldonado dice que sí. 

Y dice también que no hay muchas más cosas así de tajantes, que todo el resto del camino es andar lo posible, con lo que no sale, con el error, la bronca, la tristeza y la impotencia siempre cerca. El camino de Sergio era el de tantos, sin estridencias ni alborotos, hasta que lo ocurrido con su hermano Santiago lo cambió todo. 

El 2 de agosto de 2017 recibió una llamada telefónica de su otro hermano, Germán, con una pregunta que resonaría en horas interminables: «¿Sabés algo de Santiago?, porque dicen que está desaparecido». El texto desarrolla esa búsqueda en forma de diario. Es una lectura a veces asfixiante, que desborda humanidad.

Explica Sergio que «primero había una necesidad, venía escuchando muchas mentiras y cada uno diciendo su versión; a mí nadie me preguntaba lo que tenía para contar, de hecho, nunca declaré ante el juez. Y lo más importante es que me venía olvidando de muchas cosas».

–Vos contás que el escritor Pedro Saborido te empujó a empezar…
–Pedro me dice: «Vos tenés que escribir»; pero bueno, como si fuera algo tan fácil (ríe). Él me decía «escribí cualquier cosa, qué sé yo, fuiste a ver a un amigo a Bariloche, contalo». Yo empecé a hacer eso, pero era un despelote todo lo que había. En un momento yo había escrito algo que tenía que ver con el 17 de octubre, era la aparición del cuerpo de Santiago. Y ahí lo lee Andrea, mi compañera, y dice: «¿Esto solo tenés para decir?». Cinco renglones tendría. Y le digo: «Sí». «¿Pero no sentiste otra cosa? ¿No te acordás nada más?». Y no, ya está, fue eso. Fue como tocar como unos puntos sensibles en los que había cosas que yo había bloqueado. También era un poco tener miedo de contar algunas cosas, como que daban vergüenza, que las sentía como íntimas.

–Aparece entonces, para destrabar, un consejo de Lita Boitano (presidenta de Familiares de Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas, ya fallecida).
–Sí, un día estaba en un acto con ella y le conté que no sabía de qué hablar. Ella me dice: «Vos, pichón, hablá siempre con el corazón y ahí te va a salir».

–Hay dos elementos en donde la intimidad entra más en juego. El primero, cuando llega la hora de relatar el reconocimiento del cuerpo de Santiago en la morgue y vos decís: «No sigo, paro acá».
–Una cosa es escribir y otra es cómo lo transmitís. A mí me da la sensación como que lo estoy hablando. No voy a decir que es rudimentario, pero sí creo que es fácil de entender todo. Hay cosas que no sé cómo transmitirlas. Y para no meter la pata también decís: «Bueno, hasta acá». Hay un límite. 

–Y lo otro es la publicación de una carta que Santiago te mandó a vos en 2015. Ahí dice: «Te quiero hermano, vos fuiste como un segundo padre en la infancia».
–A mí me gustaría al publicar este libro que muchas familias se animen a contar. No solo familias vulnerables y de bajos recursos, que por lo general es donde más está la violencia estatal. También hay violencias en sectores de clase media alta y que no se dicen por miedo a quedar expuestos socialmente. Bueno, quisiera aportar: «A mí también me costó socialmente en algunas cosas, más allá de lo de Santiago». Y la explicación es la carta. Leer lo que me escribe Santiago, es decir: «Yo contra esto no puedo hacerme el boludo». A veces decís: «Che, ¿por qué tanto?». Bueno, si un hermano te dice eso, ¿cómo le vas a fallar? No sé, me parece sentido común. No sé si se hará en todos los casos, a mí me pegó así, tal vez porque no tengo hijos. Quizá si tenía hijos no era lo mismo, no lo sé, pero bueno, lo hago con lo que tengo.

–El libro repasa muy detalladamente el proceso judicial, que terminó con dos jueces apartados: Guido Otranto primero, Gustavo Lleral después. Vos contás una señal que tuviste, apenas empezó todo, de que la investigación no sería fácil.
–En una de las primeras reuniones en el juzgado me encuentro con una mujer sentada al lado de Méndez (Juan Pablo, comandante jefe del Escuadrón 36 Esquel de la Gendarmería, que intervino en el operativo ilegal de la Pu Lof). Me preguntaba e increpaba de una forma… Todos ahí estaban en mi contra. Le cuento a Verónica (Heredia, abogada de Sergio) y me dice: «Esa es la fiscal, la que tiene que estar de tu lado». 

–Se trataba de Silvina Ávila, a la que también apartaron, que llegó a decir «No hay testimonios que responsabilicen a Gendarmería».
–Hay un montón de cosas que en ese momento las hacés, pareciera como por mera inocencia; pero una cosa es que te agarre cuando tenés 5 años y otra cuando tenés 44. Te sentís medio pelotudo, con el perdón de la palabra. «¿Cómo podés ser tan boludo?». Y en ese momento… Vos estás ahí como indefenso, ni me dejaban entrar acompañado. ¿Por qué uno no tiene como ciudadano las herramientas para ir en ese momento, plantarse y que se respeten tus derechos? Bueno, no las tenés, no lo sabés, no los conocés.

–Lleral te mintió al momento de hacer la autopsia a Santiago.
–Habíamos quedado en esperar el resultado y comunicarlo juntos. Vamos al hotel a descansar, a apagar la tele, y enseguida empieza a sonar el teléfono. «El juez dice que se ahogó». Eso le sirvió al entonces presidente Mauricio Macri, que enseguida llamó a mi vieja desde un teléfono sin identificar. ¿Empezaba el duelo? ¿Cuándo empieza el duelo? Era cruel todo.

Foto: Guadalupe Lombardo

–Se lanzó a rodar, oportunamente, tres días antes de las elecciones de medio término, lo de «se ahogó solo» con la firma de «55 peritos». El libro explica otras cosas. El agua, la campera, el polen, la carroña…
–Cuando llegué al lugar del operativo, el curso de agua estaba seco. Incluso vimos marcas de Unimog, balas, vainas de cartuchos. Cuando aparece el cuerpo los buzos tenían el agua a la altura de los tobillos. Iban como gateando por el lecho del río. Santiago desaparece con campera negra, aparece con campera celeste. Un nuevo estudio demuestra que toda la zona de la Pu Lof tiene polen de pinos, pero ese polen no está en el cuerpo de Santiago. Si el cuerpo estuvo 70 días donde lo encontraron, ¿cómo no lo atacó ningún animal de carroña? Hay solo una marca de ataque, de un animal de tierra, no de agua. El Estado recorrió tres veces el lugar donde aparecería mi hermano. Y no vio nada.

–¿Qué rol le asignás al periodismo en el curso de la impunidad? El libro cuenta que el 6 de agosto, apenas cuatro días después de que vos te enteraras de lo de Santiago, Jorge Lanata presentó en TN a la RAM como guerrilla armada.
–Si leías lo que escribían en La Nación, Infobae, Clarín, veías que a los pocos días eso se volcaba en el expediente. Ellos decían una cosa y es como que adelantaban la información del juzgado. Claudio Andrade (al que después Fopea premiaría por su (sic) periodismo de profundidad) el 18 de septiembre publicó en Twitter el sitio exacto en el que casi un mes después aparecería el cuerpo. Pensaba y pienso cómo toda esta gente duerme tranquila con todo lo que hace. Y un día me dice Rubén López (hijo de Julio, desaparecido en democracia): «No, quedate tranquilo que duermen bien, no tienen ningún problema».

–Padeciste en carne propia las fake news, incluso desde el propio Estado. ¿Cómo lo ves a la distancia?
–Y… digo: «Bueno, si eran sobre mí, yo estoy». Ahora, con Santiago, ¿qué es lo que te jode para hacer eso? O sea, un pibe… ¿qué era lo que tenía? ¿Cuál es el pecado? ¿Qué te hizo a vos? Ese odio fue creciendo, van ocho años y sigue. Este libro sirve también para eso, que circule y hasta para los que están odiando.

–En toda la historia del caso el nombre de Patricia Bullrich aparece ligado a las prácticas más ruines de la política. ¿Qué te representa verla hoy, también impune?
–Bullrich está donde está por, entre otras cosas, la inoperancia de aquellos que tienen que ver con lo que se llama el campo nacional y popular. Sabina Frederic (exministra de Seguridad de Alberto Fernández) investigó y dijo: «La Gendarmería hizo un pésimo operativo» y presentó eso ante la Justicia. ¿Por qué cuando intervienen en un hecho se apartan a los policías y no a los gendarmes? Por eso digo: «Che, Aníbal (Fernández, sucesor de Frederic) podrías haber tenido una posición». Podría haber intervenido para que se rompa ese pacto que se firmó entre Bullrich y la Gendarmería, cuando la fuerza le entregó a ella un sable con la frase provocativa: «No voy a hacer la injusticia de tirar un gendarme por la ventana». Ahí también está esto de seguir el juego de la derecha para que no vuelva la derecha. Y todo eso se incrementa cuando le gatillan en la cabeza a Cristina Fernández. Son las mismas personas implicadas (la propia Bullrich y Gerardo Milman, su secretario de Seguridad Interior en 2017). Ahora salir a hablar y criticar a Bullrich y criticar a Milei es fácil, porque yo también lo hago; pero en el momento que vos tenías las herramientas para poder actuar no lo hiciste. Hay que hacerse cargo de las cosas y si realmente queremos fortalecer los derechos humanos hay que apuntarle a eso.

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