Voces | ENTREVISTA A MARIO RANALLETTI

Enseñar de nuevo la historia

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Osvaldo Aguirre

Los discursos negacionistas, dice el investigador, son instrumentos de las extremas derechas para instalarse en el sistema democrático. Recuperar el trabajo en las aulas. 

Mario Ranalletti se encuentra en Francia por sus actividades como profesor universitario, pero sigue la actualidad en Argentina «día a día, minuto a minuto». Doctor en Historia y docente en la maestría y doctorado en Historia de la Universidad Nacional de Tres de Febrero, describió ya en un artículo publicado en 2009 la configuración local del negacionismo. Ahora advierte sobre el avance del fenómeno y la necesidad de rebatir sus argumentos en el debate público y en la enseñanza de Historia en escuelas, universidades y barrios.
«En aquel momento, el artículo no tuvo ningún eco. Incluso yo mismo me dediqué a otras temáticas –dice Ranalletti–. Creo que ahí está la clave de lo que pudo pasar: nos dejamos estar, pensamos que no había que responder a determinadas cosas y ahora estamos con una candidata a vicepresidenta que es la expresión máxima del negacionismo argentino». Si salir al cruce de discursos «que están tan fuera de la realidad, de lo que se conoce de la historia y de la moral, porque son también inmorales» pareció irrelevante o supuso un gesto de reconocimiento, la actualidad exige otra postura: «Discutir contra ellos, y discutir fuerte». El texto en cuestión está disponible aquí como parte de una publicación realizada en 2022 por la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación.

«La candidata a la vicepresidencia no tiene otra base política que el ataque al proceso de memoria, verdad y justicia.»

–Hace una década el negacionismo estaba restringido a allegados y defensores de condenados por delitos de lesa humanidad. ¿Hoy involucra a un sector más amplio de la sociedad?
–Tengo la sensación de que no crecieron. Javier Milei está leyendo un script que le pasó Victoria Villarruel, no creo que tenga idea de lo que dice en ese punto ni de que sea un tema importante para él. El Banco Central, el gasto público, la emisión monetaria, eso sí le importa; pero también ve que puede ganar tres o cuatro votos más de gente ligada al mundo militar diciendo que los desaparecidos no fueron 30.000. En cambio, Villarruel construyó el capital político que puede exhibir a través de su militancia a favor de una reivindicación del Gobierno militar. Es una construcción tipo Lego, ponen bases y tratan de avanzar. La candidata a la vicepresidencia no tiene otra base política, no tiene un partido. Ella es esto: atacar al proceso de memoria, verdad y justicia que se produce en Argentina, proceso que es un ejemplo a nivel mundial.
–¿El «Nunca más» del Juicio a las Juntas Militares está afectado por la difusión actual del negacionismo?
–No, pero está un poco olvidado. Hubo un momento en el que se le dio demasiada difusión y ahora estamos en la situación contraria. Hay que volver a enseñar todo esto. La película Argentina, 1985 vino a cubrir un vacío en ese sentido. Habría que hacer un análisis puntual, pero las actuaciones son buenas y la película cayó justo para compensar la haraganería de los investigadores. Los argumentos para condenar al Gobierno militar, a la represión, resultaban sólidos en los medios, pero ahora se demostró que hay que volver a trabajar. Hay un recambio generacional y una cantidad de pibes que no tienen idea de lo que pasó. La escuela y la universidad se tienen que poner a trabajar con esta cuestión. Trabajar bien. No hace falta militar: esto hay que enseñarlo. Los negacionistas, si bien parten de una interpretación política del pasado, de una tergiversación, tampoco conocen la historia: si conocieran los estudios de gente como Daniel Feierstein o los trabajos del Equipo Argentino de Antropología Forense no podrían hablar como hablan. Son ignorantes y también son mala gente.

«Hubo un recambio generacional y hay una cantidad de pibes que no sabe lo que pasó. La escuela y la universidad tienen que trabajar con esta cuestión.»

–¿A qué se refiere con lo de la «haraganería de los investigadores»?
–Entre comillas. Hay que poner más fuerza, más energía. No estoy hablando de hacer política con el tema, lo que puede ser un gran error. Es lo que hacen ellos, por otra parte: Milei porque piensa que le va a sumar algunos votos y Villarruel por convicción y porque llegó a la política solamente con esa militancia, que tuvo desde siempre, a favor de los militares y de mejorar la situación de los que están presos. Hay que enseñar de nuevo la historia. Contar lo que pasó, no una versión heroica. Al contar lo que pasó quedan todos desacreditados, no hay manera de que pongan un argumento del otro lado.
–También ha investigado la narración histórica a través del cine. ¿La película de Santiago Mitre sirve para contar lo que pasó?
–Sí. Argentina, 1985 es buena cinematográficamente y que esté un actor como Ricardo Darín es un golazo. No habría que hacer lo que se hizo con La historia oficial, transformarla en una especie de Biblia, aunque cayó en un momento justo para levantar la moral. Cuando Milei dice «mostrame la lista de los 30.000 desaparecidos» plantea un argumento fácil de entender para los pibes que no conocen la historia. Tenemos que encontrar argumentos contrarios con esa simpleza. Si empezamos de vuelta con «la lucha de los compañeros» y el homenaje a los combatientes no vamos a entrar en ninguna cabeza, porque ese discurso no les dice nada a los pibes. La manera es enseñar, así como se enseñan las ecuaciones y el análisis sintáctico. Para que no volvamos a tener una candidata a vicepresidenta con estas ideas, con esta malignidad, una palabra que le gusta a Milei.
–El negacionismo tiene una dimensión internacional e histórica. ¿Cuáles serían sus particularidades en Argentina?
–El negacionismo en Argentina está inserto en un proceso global que tiene que ver con el avance de las extremas derechas, como se ve en Francia, España y Brasil, aunque en este país ahora retrocede. En primer lugar, veo, entonces, una coincidencia: los discursos negacionistas están en un segundo plano dentro de un proceso más importante por el que las extremas derechas fagocitan a los partidos de la derecha y se instalan en los sistemas democráticos.

«El negacionismo en Argentina está inserto en un proceso global relacionado con el avance de las extremas derechas, como en Francia y España.»

–¿Quedó algo sin resolver con la recuperación de la democracia respecto al debate de lo que pasó en la primera mitad de los años 70?
–Ese es un punto fundamental. Ahí lo que hay que trabajar es la noción de guerra. La única guerra que hubo en Argentina durante el siglo XX fue la de Malvinas. No hubo una guerra subversiva ni revolucionaria ni de baja intensidad. Hay que sacarle al negacionismo su caballito de batalla. La palabra guerra impacta muchísimo, todos tenemos una noción más o menos equivocada de lo que significa y ellos la usufructúan. Cuando la premisa inicial es falsa lo que sigue es también falso, es una cuestión de lógica. Hay que insistir entonces en que no hubo ninguna guerra. Hablamos de una represión clandestina, de una violencia extrema contra una población incapaz de defenderse y con una superioridad absoluta de las fuerzas represivas. ¿Qué acto bélico es torturar a una mujer embarazada? Ahora, la revolución de la que se habla desde el otro lado tampoco pasó. Si había una revolución en marcha en los años 70 la iba a hacer otra vez el peronismo y le iba a llevar muchísimo tiempo. El peronismo no es revolucionario, pero lo que jodía mucho era lo que pasaba por abajo en los barrios, en algunos sindicatos. Pero las organizaciones armadas no tenían cómo provocar una revolución. Eso no se discute en Argentina, y es un punto para el negacionismo.
–¿Los medios tienen una actitud proactiva o al menos receptiva para los argumentos negacionistas?
–En la televisión, sobre todo, tiene que ver más con el rating que con un apoyo político a la cruzada por una reivindicación de los militares. Villarruel se hizo aprovechando esos espacios. Pero no creo que la discusión de la cifra que simboliza a los desaparecidos sea un tema de la agenda social como la dolarización, la motosierra o el delirio de la venta de órganos. Villarruel parecía más ubicada, pero ahora se siente ganadora. No sé si esperaba llegar al lugar en el que está con su capital político. Milei explotó muy bien algo que en la Argentina tiene mucho impacto como es decir cualquier cosa en televisión. Ella viene con otra metodología y sobre todo con otros temas. Es lógico que se sienta segura y tenga la expectativa de que va a conseguir lo que busca. Dependerá del voto de la gente. Pero la gente no va a votar en contra de Villarruel, sino que en última instancia va a votar en contra de Milei, en contra de que le saquen lo poco que queda de salud pública y de educación pública, gratuita y laica. Ahora, es claro que el negacionismo ha avanzado y puede instalar sus temas en los medios. La discusión va a ser muy difícil.

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