Voces | Entrevista a Silvia Pérez Fernández

La fotografía como política

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Texto: Osvaldo Aguirre - Fotos: Guido Piotrkowski

El ataque a Pablo Grillo y la situación de los reporteros gráficos en la cobertura de la protesta social revelan el lugar central que la producción de imágenes adquiere en la actual coyuntura. La atenta mirada de una socióloga y fotógrafa.

«Fui antes fotógrafa que socióloga», dice Silvia Pérez Fernández. Nacida en Buenos Aires en 1967, estudió fotografía cuando terminaba la escuela secundaria y trabajó como fotógrafa hasta ingresar a la docencia en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, como profesora de teoría sociológica en la carrera de Sociología. Pero sus intereses no están aislados: creó y dirigió las Jornadas de Fotografía y Sociedad (1997-2009), publicó Imágenes latentes. Fotografía argentina de los ochenta (2020) y dirige investigaciones y un seminario sobre fotografía. La producción actual de imágenes y la situación de los reporteros gráficos en la cobertura de la protesta social abre desde su perspectiva otro campo de interrogantes y reflexiones.

‒¿Cómo entendés el vínculo entre sociología y fotografía?
‒Sociología y fotografía son áreas de conocimiento que surgieron de manera contemporánea después de la Revolución francesa y de la Revolución industrial y tuvieron un desarrollo con mucha correlación en el siglo XIX. Siempre tuve la preocupación de sacar a la fotografía de ese lugar en que la mayoría de las disciplinas sociales la tuvieron, como ilustración de la palabra antes que como fuente que puede ampliar el conocimiento social o decirnos algo más y distinto de los acontecimientos tal cual fueron descriptos a partir de documentos primero escritos y luego orales. La fotografía merece el mismo estatus que cualquier otro documento histórico, aunque esto no estaba claro en el campo académico. Hubo un maltrato a la fotografía como fuente y una incapacidad para hacerle preguntas a la imagen como uno puede hacerle a un texto.

‒Por lo menos desde la crisis de 2001 en adelante la fotografía tiene un rol central en el registro de la protesta social en Argentina, con hitos como el de las fotos de los asesinatos de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán que tomó Pepe Mateos. ¿Qué destacarías en ese devenir?
‒Ya en los años 80 hubo reporteros gráficos que cubrían hechos de protesta para medios y agencias y al mismo tiempo entregaban fotografías a movimientos de derechos humanos. A principios de los 90 hay un salto importante que se abre por un lado con el piquete como forma de protesta social y por otro con la formación de los primeros grupos de fotógrafos interesados en registrar la protesta social, integrados básicamente por estudiantes de fotografía y de las carreras de ciencias humanas. Se da un crecimiento paralelo en la protesta y en la conformación de estos grupos, que registran cortes de ruta y manifestaciones. En 2001, grupos como Argentina Arde e Indymedia producen fotografías para colaborar con movimientos de ocupación de tierras en el Gran Buenos Aires que eran judicializados. Después están las fotos de Kosteki y Santillán que mencionaste, y el Foro de Medios Alternativos de 2003, con grupos como Acción Fotográfica y a partir de 2005 Subcoop. Fue muy productivo que los propios integrantes de los movimientos pudieran tomar sus fotografías, como ocurrió con el Movimiento Teresa Rodríguez o el Movimiento de Trabajadores Desocupados Aníbal Verón. Hoy es muy distinta la correlación.

‒¿Cuáles son las particularidades del presente?
‒Hoy el Gobierno nacional apela a herramientas que en aquel momento no existían, como las fake news y los trolls. Milei cuenta con los medios hegemónicos que lo acompañan, como Macri en su momento, pero da un paso mucho más allá al fijar agenda propia a través de las redes sociales. El Gobierno no solo tiene los medios hegemónicos, sino que produce imágenes al mismo tiempo que censura y reprime. En el Gobierno de Macri, en cambio, había puestas en escena que rápidamente quedaban en evidencia, como la filmación en un colectivo de Pilar. Otro eje paralelo es la creciente precarización de los reporteros gráficos en las empresas periodísticas. Hoy existen fotógrafos que trabajan en los medios, que son colaboradores ocasionales y que también trabajan por interés personal, cerca de los sectores que luchan en la calle y necesitan las imágenes. Hay una potencia muy fuerte en ese sentido. Después del ataque a Pablo Grillo se puso en evidencia una trama de solidaridades desde los fotógrafos que tomaron testimonio del gendarme que disparó hasta los investigadores del Conicet y del Cels que procesaron la información y en 24 horas identificaron al agresor. Se está gestando una trama más sólida que en años anteriores, y el Gobierno no lo soslaya.

‒¿Qué muestra el Gobierno cuando impide que se tomen imágenes de manifestaciones?
‒Hay una correlación entre la represión a los manifestantes y la represión a los reporteros como forma de impedir la producción de imágenes. El corralito que había puesto Macri se prolonga cuando Milei, no bien asume, prohíbe que los reporteros gráficos se muevan con libertad dentro del Congreso. Fue una forma de censurar muy burda, Argra (Asociación de Reporteros Gráficos de la República Argentina) tomó nota de que por primera vez ocurría algo así en una asunción presidencial. Los fotógrafos gaseados, golpeados, baleados, marcan una voluntad de represión, de intimidación y de evitar que la protesta sea documentada.

‒Por otra parte, las cuentas vinculadas con el Gobierno difunden imágenes frecuentemente manipuladas. ¿Es un problema de la actualidad?
‒Si hacemos historia, la manipulación está antes que la fotografía misma. Siempre que hubo acontecimientos sociales relevantes también existió una buena porción de fotografías adulteradas para influir sobre los hechos o sobre su memoria. Habría que detectar qué funcionalidad puede tener en cada época o sobre la base de qué tecnología se produce la adulteración, pero no es algo novedoso. Trabajo desde hace años sobre la fotografía en la Comuna de París y en ese hecho revolucionario de 1871 se puede ver cómo, ni bien la Comuna es reprimida, hay una producción de fotomontajes para inculpar a los communards. Esas imágenes fueron publicadas como genuinas en libros de historia hasta la década del 20 o del 30.

‒¿Cómo funcionan las imágenes falsas en la Argentina libertaria?
‒El Gobierno está llevando a un nivel casi obsceno la publicación de fotografías de otras manifestaciones o de otros países para deslegitimar las protestas e incriminar a sectores que reclaman por cuestiones laborales o recortes de derechos. El problema está en que hay una desigualdad estructural entre las posibilidades de los movimientos sociales en sentido amplio y de los fotógrafos y del otro lado el poder del Estado y sus redes. No obstante, hay un desenmascaramiento de estas políticas, lo que tal vez antes costaba más. Que en cuestión se horas pudiera explicarse un hecho como el ataque contra Pablo Grillo hubiera sido imposible en otro momento.

‒En una de las protestas frente al Congreso se difundió la fotografía de un móvil periodístico en llamas. Para el Gobierno, la imagen era una prueba de vandalismo de los manifestantes; para las organizaciones convocantes, de provocaciones de infiltrados. ¿Cómo se decide el sentido de una fotografía?
‒La imagen está cargada de polisemia. Puesta esa fotografía con un epígrafe determinado en un medio hegemónico tiene un significado y una circulación determinada; la misma foto en un medio del campo popular tiene otra significación. El tema está en que la mayoría de la población consume medios hegemónicos. La discusión tiene diferentes niveles: por un lado, el estereotipo del auto incendiado como forma de escenificar la violencia atribuida a determinado sector social que protesta; por otro, la capacidad del campo popular de generar otras imágenes y de hacerlas circular de manera de generar otra conciencia sobre el hecho. No podemos evitar el auto incendiado porque sabemos que va a ser la imagen recurrente; lo que podemos hacer desde los medios populares es generar otro tipo de imágenes. Es un momento también para pensar una fotografía documental de otro tipo, para reflexionar acerca de qué tipo de imágenes podríamos usar o qué características deberían tener, aunque la urgencia demanda en este momento registrar los acontecimientos públicos y políticos.

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