6 de enero de 2024
El vínculo de Javier Milei con la comunidad Jabad Lubavitch interroga la relación entre religión y política. La mirada de un especialista en la historia y el presente del judaísmo argentino.
La participación de Javier Milei en la celebración de la Jánuca, su promesa de trasladar la embajada argentina de Tel Aviv a Jerusalén y la designación del rabino Axel Wahnish como embajador en Israel estrechan los vínculos del presidente con sectores del judaísmo ortodoxo. Los gestos son recíprocos: Milei fue el primer presidente en ser invitado a la ceremonia que conmemora el triunfo de los macabeos contra el imperio seléucida, hecho histórico que compara con su triunfo electoral, y recibió la bendición del rabino David Pinto.
El acercamiento de Milei al judaísmo argentino está atravesado por tensiones, ya que divide a la comunidad entre el apoyo y la crítica y expone diferencias entre el dogma y la ideología. «El judaísmo ortodoxo comparte los presupuestos de quienes se oponen al matrimonio igualitario y la legalización del aborto. Pero la ortodoxia judía no es libertaria», afirma el sociólogo Damián Setton. Investigador del Conicet y experto en judaísmo argentino, Setton historiza a la ortodoxia en la Argentina y advierte sobre el cruce problemático entre la religión y la política.
–Jabad Lubavitch aparece como la comunidad que representa los vínculos de Milei con el judaísmo. ¿Qué es?
–Jabad Lubavitch es una comunidad religiosa con sus creencias, sus prácticas, sus líderes y sus textos sagrados, y también un movimiento trasnacional de difusión del judaísmo cuya sede central se encuentra en Brooklyn. Surge como una rama del jasidismo, un movimiento del judaísmo europeo oriental que planteaba un aspecto muy espiritual: cualquier judío por más que no supiera nada de la religión podía conectarse con la divinidad. Esto fue revolucionario porque el judaísmo venía desarrollándose a partir de grandes sabios rabínicos. El jasidismo viene a mostrar que la conexión profunda con Dios no tiene que ver con el intelecto sino con el alma, con el espíritu, y además está muy ligado al rezo con alegría, con bailes, al uso de amuletos para sanación. E introduce una innovación fundamental que es el rebe, el líder carismático, alguien que se considera que está vinculado directamente con Dios y por lo tanto puede influir en la vida de sus seguidores. Uno de esos rebes funda la comunidad Jabad, en Lubavitch, actualmente Rusia.
–¿Cómo llega el movimiento a la Argentina?
–Jabad Lubavitch tuvo siete rebes desde su fundación hasta 1994, cuando fallece Menachem Mendel Schneerson. El sexto rebe fue encarcelado durante la revolución bolchevique en Rusia, por lo que termina por exiliarse en Estados Unidos. Menachem Mendel Schneerson extiende la red del movimiento, tiene una política de enviar emisarios, schlujim en hebreo, que difunden el judaísmo en su versión ortodoxa. El rabino Baumgarten es el primer sheliaj de Lubavitch que llega a la Argentina, en 1955, y empieza a trabajar en instituciones judías ortodoxas y reúne a jóvenes que luego viajan a las yeshivot en EE.UU., las escuelas ortodoxas, donde terminan sus estudios. En la década de 1980, Jabad ya tiene sedes en CABA y en el interior del país. Hoy no hay un líder físicamente presente, ya que el último rebe no tuvo sucesor, pero los Lubavitch creen que Menachem Mendel Schneerson actúa en el mundo espiritual sobre el mundo y sobre las personas, por lo que uno puede pedirle cosas o peregrinar a su tumba en Nueva York.
«La ortodoxia es minoritaria en el mundo judío y también en la Argentina, pero al mismo tiempo es muy visible, hace proselitismo, tiene muchos seguidores.»
–Como hizo Milei, para agradecer su elección como presidente.
–Claro. Lo importante es que se trata de un movimiento minoritario. La ortodoxia es minoritaria en el mundo judío y también en la Argentina, pero al mismo tiempo es muy visible, hace proselitismo, tiene muchos seguidores que quizá no son de la comunidad pero participan de actividades y hacen el acto de encendido público de las velas de Jánuca al que van importantes empresarios y políticos y al que asistió Milei siendo presidente.
–¿Cómo analizás la peregrinación de Milei a la tumba del rebe?
–En principio Milei cumple con el ritual de agradecimiento, pero su visita tiene connotaciones que van más allá de lo religioso. No se puede pensar la historia de Jabad Lubavitch sin la política. El movimiento Lubavitch y la ortodoxia judía tienen una aversión fuerte hacia el comunismo y cultivan una memoria colectiva donde el comunismo aparece como una fuerza del mal, desde las persecuciones al movimiento en la Rusia soviética. El rebe decía que la llegada del Mesías iba a ser precedida por manifestaciones felices del poder de Dios, y entre esas manifestaciones estaba la caída del comunismo. Para Jabad la existencia de un movimiento Lubavitch en la Rusia actual y que el mensaje del rebe se haya transmitido en pantalla gigante en la Plaza Roja son signos de la victoria de Dios. No hay división en ese punto entre la religión y la política, porque todo son manifestaciones de la divinidad.
–¿Cómo se compadece la ideología libertaria con los valores de la ortodoxia judía?
–Es difícil, porque la ortodoxia judía no es libertaria. Todo lo contrario. La idea de un individuo que es dueño de su libertad y que puede hacer lo que quiera siempre y cuando no moleste a otro no cierra con la ortodoxia. Para la ortodoxia judía y para muchas religiones no existe el individuo como sujeto de la libertad. Lo que yo hago como judío repercute en la totalidad de la comunidad judía y de la humanidad. Si como cerdo, que para los judíos está prohibido, no podría decir como el discurso libertario «si quiero que Dios me castigue, ¿qué te importa?». La interpretación religiosa es que mi alejamiento de las leyes de Dios afecta a la totalidad del pueblo judío. Pero las personas hacemos lo que queremos con la religión, incluso encontrarle una vuelta y una síntesis a aspectos incompatibles entre nuestra identidad y la religión con la que nos vinculamos.
«En principio Milei cumple con el ritual de agradecimiento, pero su visita tiene connotaciones que van más allá de lo religioso. No se puede pensar la historia de Jabad Lubavitch sin la política.»
–Milei ostenta su vínculo con el judaísmo. Dice que estudia la Torá y quiere convertirse, destacó la coincidencia entre la celebración de la Jánuca y su asunción como presidente y la mención a «las fuerzas del cielo» se reitera en su discurso tanto como el «viva la libertad».
–La mención a «las fuerzas del cielo» proviene del Libro de los Macabeos, que no está en la Torá. Es un libro histórico que tiene cuatro versiones y no pertenece al canon judío, no se lo considera un libro inspirado por Dios. Macabeos narra la revuelta de un grupo judío contra el imperio seléusida, uno de los desprendimientos del imperio de Alejandro Magno. En el proceso de helenizar a los judíos por la fuerza, impuesto por el rey Antíoco IV Epífanes, se les prohíbe a los judíos circuncidar a los niños, se los obliga a comer carne de cerdo y se profana el templo erigiéndose una estatua a Zeus. La revuelta es liderada por Judas Macabeo y en general el ejército de los macabeos aparece como vencedor, siendo el más débil, el que se enfrentaba a un imperio. Judas dice entonces que la victoria no depende del número de soldados sino de las fuerzas del cielo, lo que quiere decir la ayuda directa de Dios. La izquierda leyó esa historia como una lucha de liberación nacional; el sionismo homologa la lucha de los macabeos con la del estado de Israel y el mundo árabe. «Las fuerzas del cielo» se puede interpretar entonces de muchas maneras, pero no es un concepto muy judío por más que el rabino Wahnish lo haya empleado en la misa interreligiosa en la Catedral. Según lo que contó Carlos Maslatón en una entrevista, esa frase no viene de su inmersión en el judaísmo religioso sino de un eslogan de las IDF, las Fuerzas de Defensa de Israel.
«Si bien Milei todavía es católico, en principio es auspicioso que haya un presidente que no sea católico: si tuviéramos también un presidente budista, musulmán, umbanda, eso hablaría de una sociedad mucho más abierta.»
–Por otra parte hay sectores de la comunidad judía que están preocupados y temen que la posición religiosa de Milei aliente expresiones antisemitas.
–Es importante mantener las cosas separadas. Si bien Milei todavía es católico, en principio es auspicioso que haya un presidente que no sea católico: si tuviéramos también un presidente budista, musulmán, umbanda, eso hablaría de una sociedad mucho más abierta. Antes de 1994 solo podía candidatearse a presidente un católico apostólico romano. La gente no votó a Milei, pero tampoco dejó de votarlo porque haya expuesto su vínculo con el judaísmo. Pero una cosa es lo que quiere Milei en su fuero interno y otra esa exposición, por ejemplo que haya cerrado su discurso en el acto de Jánuca con su eslogan de campaña. El discurso de Jorge Macri, que fue leído porque no estuvo presente, habló en cambio de Buenos Aires como una ciudad abierta a la diferencia religiosa y a la pluralidad. Otra cosa es lo que pasó en el acto cuando llegó Milei y desde el micrófono se pidió «recibir al flamante presidente». ¿Por qué aplaudirlo, si era un acto religioso? Ahí hay algo que la ortodoxia no maneja muy bien, que es exponer el vínculo con la política. El Pirkei Avot, un tratado de ética, dice: «No te acerques a los gobernantes». Cuando Alberto Fernández ganó la presidencia, la DAIA llevaba adelante una querella contra Cristina. Samuel Levin, un líder ortodoxo del grupo que viene ganando las elecciones en la AMIA, pidió anular esa querella porque la comunidad no podía tomar posición política. Para el judaísmo ortodoxo vivimos en el galut, en el exilio, y mientras esperamos al Mesías tenemos que seguir las reglas del país donde vivimos y llevarnos lo mejor posible con quien gobierne. Por eso, en el movimiento Lubavitch hay un quiebre con una tradición dentro del mundo ortodoxo.
–¿Hay un interés político en el acercamiento de Milei al judaísmo? La comunidad Lubavitch tiene una fuerte inserción de sectores financieros y de grandes empresarios, como Eduardo Elzstain.
–Hay un vínculo clarísimo. Los que encienden el candelabro de Jánuca son políticos, empresarios y dirigentes del mundo judío. Es una elección: también podrían invitar a un dirigente social, pero no lo hacen. Dar ese honor a alguien que proviene de los sectores dominantes dentro del campo económico es identificarse con una manera de pensar la economía y la organización de la sociedad. De todas maneras, no creo que Milei necesite la intermediación del judaísmo para que Eslztain y grandes empresarios apoyen su proyecto.