13 de marzo de 2014
Juan Carlos Junio, diputado nacional repasa logros y debilidades de los gobiernos kirchneristas y reflexiona sobre el impacto de las recientes medidas económicas. Pujas y asignaturas pendientes.
En un comienzo de año agitado, tanto en lo económico como en lo político, muchos son los interrogantes y desafíos que se le presentan a la Argentina en el escenario nacional, regional e internacional. Juan Carlos Junio, profesor de Historia, diputado nacional del Partido Solidario por la Ciudad de Buenos Aires y director del Centro Cultural de la Cooperación, reflexiona sobre las conquistas, los conflictos y las perspectivas del país, en una extensa entrevista que mantuvo con Acción.
–Transcurridos más de 10 años de gobiernos kirchneristas, ¿cuál es el balance que hace?
–Creo que Néstor Kirchner aparece como alguien que estuvo dispuesto a enfrentar a los poderes fácticos que, de un modo u otro, venían predominando en la Argentina desde hacía décadas. Tanto él como Cristina actúan en esta década en un proceso que, efectivamente, rompe con cuestiones centrales del neoliberalismo en el país y se decide –con una gran determinación– a articular, con el resto de los procesos latinoamericanos, un nuevo posicionamiento de este país que también implicó una ruptura con el posicionamiento tradicional de la Argentina. Una cuestión central de este proceso político fue haber recolocado al Estado como el gran protagonista de todas las políticas del gobierno, de forma tal que ahí hay un eje central cuya
culminación más importante, quizá, es la reestatización del 51% del capital de YPF, y que tuvo otros hitos en la recuperación del agua, de Aerolíneas Argentinas y demás. En esa línea hay que destacar que hemos tenido una de las estatizaciones más importantes de la historia. Me refiero a las administradoras de fondos de jubilación y pensión. Otra cuestión central fue la reforma de la Carta Orgánica del Banco Central, piedra angular del neoliberalismo tanto en el país como en el mundo entero. También un aspecto muy importante es el tema del trabajo. No me refiero solamente a la recuperación de los 6 millones de puestos de trabajo que, de por sí, es un fenómeno social notable, sino al hecho de colocar al trabajo como eje ordenador de la sociedad. Gobernar es dar trabajo; es ese uno de los preceptos sociales y democráticos de gran valor. En ese sentido, también creo que se han planteado políticas de carácter social –como la Asignación Universal por Hijo o el plan Progresar– que están ligadas con una visión según la cual el Estado tiene que salir al encuentro de las necesidades de los sectores sociales vulnerables hasta que se vaya consolidando el círculo virtuoso de la economía en el que se logre alcanzar el trabajo para todos. El indicador de la desocupación es bajo: 6,7%. Sin embargo, en ese sentido hay mucho por hacer; particularmente, desterrar el trabajo informal, el trabajo en negro.
–Precisamente, ¿cuáles cree que son las debilidades y los retos del modelo?
–La política internacional y el rol del estado son cuestiones centrales que colocan al kirchnerismo, efectivamente, como una gran novedad. Agregaría que en un país como el nuestro todo lo relacionado con las políticas de derechos humanos integra la serie de grandes medidas que hicieron que se transforme en una década de progreso, de avance en la distribución de la riqueza y de recuperación de la autonomía como nación. No obstante, así como afirmo que se mejoró en la distribución de la riqueza, creo que hay una cuestión estructural del modelo en la que no se pudo avanzar. Me refiero a la concentración y a la extranjerización de las grandes palancas de la economía. En este período no se pudo generar una reducción de ese fenómeno estructural. Nosotros debemos seguir trabajando en el tema antimonopólico con el fin de generar condiciones para que las pequeñas y medianas empresas puedan avanzar más en la participación productiva en el país. Seguimos creyendo que para avanzar en la distribución de la riqueza es imprescindible seguir generando iniciativas en el sistema tributario. Digo, reformarlo, reformularlo, sacarle el grado de regresividad estructural que arrastra, al sostener una política tributaria muy basada todavía en el consumo. Habría que colocar la mira en las grandes utilidades y patrimonios en correlato con este fenómeno de la concentración y la extranjerización de la riqueza. Es decir, pensar en que hay que gravar más a todo ese núcleo minoritario pero poderoso, que implica, por otro parte, la mayoría del producto bruto argentino.
Creemos además que hay que avanzar en la modificación de la Ley de Entidades Financieras, una gran asignatura pendiente de la democracia argentina y que para los cooperativistas tiene una gran significación. El millón de firmas es una muestra contundente de nuestro compromiso con esa reforma. No sólo tendría el gran simbolismo de terminar con una ley de la dictadura, sino que le otorgaría al Estado una fuerte capacidad regulatoria. Creemos que hay que terminar con la ley de inversiones extranjeras de la dictadura y también tenemos por delante otros temas que el proyecto y la sociedad deben debatir, como la despenalización del aborto. Por lo tanto, nuestra visión es la de la profundización del proyecto político en un sentido integral.
–Teniendo en cuenta los últimos episodios políticos y económicos de fines de 2013 y principios de este año, ¿cómo caracteriza la situación actual?
–Por lo pronto, los episodios a los que te referís –fundamentalmente el ataque a la moneda a través del dólar– no son una originalidad argentina. Aquí se expresa teniendo en cuenta nuestras condiciones y nuestras particularidades, pero, en realidad, se está haciendo en muchos otros países del continente. Todo este tema del incremento desenfrenado de precios, de la desaparición de algunos productos, responde a una acción económica para aprovecharse de esta devaluación que se vio compelido a hacer el Gobierno. El tema de la devaluación, como todos sabemos, históricamente –acá y en todas partes– genera una clara transferencia de riquezas del sector trabajador a los sectores empresarios. Lo que quiero decir es que la acción de remarcación, de falta de productos y abastecimiento, junto con la situación de zozobra a través de la corrida del dólar y del dólar ilegal, tienen un sentido desestabilizador y claramente antidemocrático, en función de esmerilar a un gobierno legítimo y democrático. Si bien es lógico que un gobierno tenga oposición, lo que ésta no puede hacer es desestabilizar a un gobierno legítimo. Y creo que eso es lo que estuvo ocurriendo.
–En ese sentido, ¿cómo evalúa la campaña «Precios Cuidados» impulsada desde el Estado?
–Hoy el Gobierno logró controlar ese ataque e implementó una iniciativa a los efectos de dominar la situación de los precios de las grandes corporaciones que se lanzaron, preventivamente y deliberadamente, a aumentar los productos con un criterio especulativo de maximización de sus ganancias. La acción del Estado en este tema de los precios es francamente muy fuerte. Veremos si logra su objetivo. Respecto de estas cadenas de valor, nosotros siempre hemos planteado ver el tema de los costos de las empresas. Esta acción sector por sector –empezando por el más importante, es decir, el de las industrias alimenticias– de controlar la cadena de valor para evitar abusos y poder llegar entonces a un precio final cuidado creo que es un gran trabajo, arduo y espinoso, ya que los formadores de precios ofrecen resistencia. Ahí se da una disputa. Al respecto, no quiero dejar de decir que nuestra visión política sobre este tema la hemos manifestado ya muchas veces. Creemos que efectivamente se deben acotar las ganancias empresarias. Para que sea posible redistribuir la riqueza, es necesario que la ganancia empresaria, particularmente la de los oligopolios, no sea inalterable, prácticamente sacramental, sino que tiene que haber una racionalidad, en el marco de lo que es un sistema capitalista, para desde allí poder transferir riquezas hacia los sectores de ingresos fijos y a los sectores más vulnerables, incluso a los sectores medios. Para eso creemos que tendría que haber en el sistema impositivo un mecanismo que le ponga un techo a la ganancia empresaria, que la acote, a los efectos de que se reutilicen utilidades excesivas, emergentes de incrementos de precios abusivos.
–Mencionó la devaluación, medida novedosa para este gobierno. Si bien se logró el objetivo de estabilizar una situación que se tornaba compleja y que provocaba turbulencias en la economía, tuvo sus efectos. Para tocar un tema de coyuntura, podemos pensar en la cuestión de las negociaciones paritarias, en el marco de una devaluación que podría llegar a generar políticas de ajuste, como suele suceder.
–Faltaría agregar al análisis de este fenómeno coyuntural que acabo de describir el tema del salario y el del trabajo en el marco de la puja distributiva. El salario, no sólo de los docentes sino todos los trabajadores, de todo el sector de ingresos fijos, no tiene que retroceder con respecto a los precios ni al proceso inflacionario. Por lo tanto opino que aquí no hay un techo salarial efectivamente; por eso hay que propender, y nosotros apoyamos, que si bien siempre se tenga en cuenta que hay que proteger el trabajo, al trabajador y al sostenimiento y equilibrio del sistema productivo, sin embargo hay que defender que el salario no tenga mella en este fenómeno complejo que estamos analizando. Hasta aquí, las paritarias en los últimos años fueron un mecanismo de defensa de los asalariados frente a los aumentos de los precios. Veremos cómo termina en los próximos dos o tres meses. Se discuten dos mil paritarias. Nosotros seguimos creyendo que no tiene que haber retrocesos en la distribución de la riqueza.
–Frente a los desafíos que enfrenta el Gobierno, los intentos de desestabilización, las pujas que señalaba y otras demandas sociales, ¿qué evaluación hizo del discurso de la Presidenta en la apertura de las sesiones legislativas?
–Lo que Cristina hace en su discurso es ratificar las líneas rectoras del modelo económico y del proyecto político, ya que se imbrican uno con el otro. Y con esa ratificación –Estado, trabajo, políticas sociales, política internacional– marca el rumbo para los próximos tiempos, para el período que le queda como Presidenta de la Nación. Ratifica, también, la necesidad de profundizar y, en ese sentido, lo que importa para las organizaciones sociales, para una visión progresista, para las organizaciones políticas comprometidas con esta profundización del rumbo, es dedicarnos estos años a generar grandes iniciativas de carácter social, cultural y político para darle sustento al empoderamiento del que habló la Presidenta y que es aquello que, tradicionalmente, muchos de nosotros planteamos como participación social y política en tanto cuestión fundamental para los sectores populares con el fin de darle sustento a los gobiernos progresistas frente a los grandes lobbies de poder que desestabilizan.
–En este marco político, ¿cómo ve la disputa para 2015 teniendo en cuenta el recambio presidencial?
–Efectivamente vamos a tener un 2014 de búsqueda de posicionamientos y alianzas. No parece que haya que esperar decisiones prontas del kirchnerismo. Es todo muy prematuro y resulta poco original empezar a ser analista de los cuatro o cinco candidatos que están dando vueltas. En definitiva, vamos a llegar a un punto en que lo que está en juego son dos proyectos: la continuidad del proyecto kirchnerista con un sentido transformador, de progreso, de ruptura con el neoliberalismo, de posicionamiento latinoamericanista, de solidaridad con los movimientos populares del continente, de autonomía de los grandes poderes mundiales, y el proyecto esencial neoliberal, de retorno al pasado, e inclusive las otras variantes políticas socialdemócratas, ya que tienen posturas funcionales a la derecha, que claramente encabezan Sergio Massa o el mismo Pro.
–En ese hipotético escenario donde se enfrentarían dos proyectos de país, ¿la posible candidatura presidencial de Daniel Scioli representando al oficialismo no resquebrajaría al espacio kirchnerista?
–Creo que Scioli no encarna el proyecto progresista y transformador del kirchnerismo. Por eso tenemos expectativas de que, dado lo que implican estos 10 años de transformación, se pueda encontrar alianzas y candidaturas que expresen la continuidad de este proyecto. De eso se trata lo nuestro.
–Desde su condición de legislador cooperativista, y en base a su vasta experiencia en el movimiento solidario de crédito, ¿cómo ve el vínculo entre cooperativismo y participación política? Este es un tema siempre debatido dentro del movimiento.
–Nosotros estamos convencidos, ya desde nuestra adolescencia, desde la creación de este movimiento, del IMFC, de que el cooperativismo es una herramienta social absolutamente rica como instrumento de gestión y de democratización de la política, la economía y la cultura. Lo que sí creo es que al calor de este proceso latinoamericanista es una novedad el crecimiento importante del paradigma cooperativo –en sus más diversas ramas y matices– como instrumento de gestión de la sociedad, de la cosa pública, de la economía popular y demás. Nosotros siempre reconocimos que el ideario cooperativo –como todos los paradigmas sociales y gestionarios– había sufrido un gran golpe ideológico; esto es, que habíamos sufrido una derrota en la batalla cultural. El cooperativismo está en un proceso de mucho reconocimiento en el continente y en nuestro propio país como un instrumento posible y real para gestionar y resolver los problemas de la economía y la sociedad. Nosotros creemos que el cooperativismo está llamado, en esta fase histórica, a jugar un papel notable junto con el Estado y otras formas de economía social.
—Pablo Provitilo
Fotos: Jorge Aloy