24 de septiembre de 2025
El accionar violento de las fuerzas de seguridad frente a las manifestaciones encontró un límite: el Mapa de la Policía, una herramienta clave para denunciar los abusos del protocolo Bullrich.

En un contexto de medidas cada vez más violentas en contra de la protesta social, surge la necesidad de nuevos mecanismos antirrepresivos que puedan respaldar a las víctimas del accionar de las fuerzas de seguridad.
Así, el Mapa de la Policía aparece como una herramienta que fue fundamental para reconstruir el ataque que sufrió el fotorreportero Pablo Grillo al denunciar el accionar de las fuerzas de seguridad durante la represión del 12 de marzo de este año y desmantelar el discurso oficial, que aseguraba que el fotógrafo era parte de los desmanes.
El Mapa nace originalmente tres años atrás como una forma de «ponerle cara al poder policial que es la base de la hegemonía del macrismo en la Ciudad de Buenos Aires», explica Mario Santucho, sociólogo, director de la revista Crisis e integrante del Mapa. Así, crearon una plataforma colectiva en la que diversas organizaciones y gente de a pie iban sumando imágenes, datos de las comisarías, sus integrantes y abusos policiales en CABA.
Si bien el propósito de la organización es expandirse a otras ciudades del país, cuando se intensificaron las represiones en el Congreso, su trabajo rápidamente tomó otro rumbo y otro significado.
–¿La idea de ir a cubrir las marchas se dio naturalmente?
–Cuando asumió el Gobierno de ultraderecha, en diciembre del 2023, la Ciudad de Buenos Aires, que es donde nosotros trabajábamos, empezó a ser la locación permanente de represiones a la protesta. Rápidamente tratamos de aportar lo que pudiéramos con un método que se llama «arquitectura forense». Es una especie de periodismo de vanguardia que se viene desplegando en diferentes conflictos del mundo. Hay que organizarse colectivamente para reunir imágenes de manera masiva, que nos permitan reconstruir un hecho. Por eso empezamos a hacer lo que llamamos coberturas colaborativas, desde el Mapa de la Policía, a partir de un dispositivo específico que se armó, que se llama Archivo Histórico de la Represión Argentina (Ahora), que básicamente empezó a convocar a fotorreporteros, que ya iban a las protestas habitualmente, y empezamos a proponer que no solo tuvieran como objetivo registrar el momento del palazo o del balazo, sino que pusieran un ojo en tratar de reconstruir más integralmente el operativo represivo. Entonces nos organizamos: empezamos a poner un lugar donde juntarnos una hora antes de la convocatoria, dividimos el territorio en diferentes cuadrantes, cada uno ocupa uno, documenta, hay un lugar donde nos podemos refugiar también, donde la gente puede venir a cargar las baterías, a dejar las imágenes para seguir o juntarnos a pensar. Algunos que no tenemos mucha capacidad de registro, con fotos y eso, nos quedamos en el lugar monitoreando las coberturas de los canales de televisión en vivo.
«Tratamos de aportar lo que pudiéramos con un método que se llama “arquitectura forense”. Es una especie de periodismo de vanguardia.»
–En el caso de Pablo Grillo, ¿hubo alguna imagen que fue clave para comenzar?
–Sí, la imagen clave fue un video que filmó un compañero de FM la Tribu, que había ido a cubrir la marcha. Él estaba detrás de Pablo en ese momento, y justo graba cuando le da la granada. Él se dio cuenta de que había filmado la escena, e incluso un rato después, cuando vio que Pablo estaba mal, se fue para proteger el registro que tenía, y además para ponerlo a disposición rápido. Nosotros, como ya estábamos organizados como Mapa de la Policía, ni bien vimos en la televisión que había una persona muy grave, empezamos a convocar en nuestras redes, y públicamente también, para que nos manden registros de lo que hubiera. Después eso lo vinculamos con otros dos videos de drones distintos, uno de A24 y otro de TN, que retomaron la misma escena, pero de la parte donde se disparaba. Ahí empezó el trabajo de individualización de quién fue el que disparó, con una serie de señas o de características. En este caso fue bastante fácil hacerlo, porque tenía un traje uniforme mucho más claro que el resto. Y a partir de ahí entran las fotos de los fotorreporteros, que son clave, porque son las fotos que están más cerca del tipo. Y con un zoom pudimos verle el apellido en la placa.

–¿El objetivo es la divulgación mediática y tambien la denuncia judicial?
–Nuestra idea es tener la capacidad de que cuando hay un hecho represivo, podamos reconstruirlo de manera tal que incluso sirva no solo como denuncia pública, sino también como evidencia ante la Justicia; pero, además, nos permite un conocimiento más complejo sobre la dinámica represiva, en condiciones en las cuales parecería que la represión tiene la eficacia de abortar las movilizaciones. Y creo que eso ha sido posible porque hemos perdido, desde el campo popular, cierto conocimiento o saber sobre cómo se manifiesta, incluso cuando la policía no quiere. Eso se hace también entendiendo cómo funciona la policía y cómo nos podemos defender con eficacia.
«Nuestra idea es tener la capacidad de que cuando hay un hecho represivo, podamos reconstruirlo de manera tal que incluso sirva no solo como denuncia pública, sino también para la Justicia.»
–¿Cómo se va incorporando el material judicialmente?
–Como son videos pensados para la intervención pública en las redes sociales, no sirven como evidencia jurídica. Entonces el juzgado nos cita y nos pide que contemos cómo hicimos eso, para ver si tiene precisamente valor de evidencia judicial. Ese es el trabajo que hacemos en el Archivo Histórico de la Represión Argentina. Es un trabajo muy sistemático, muy metódico. Cada imagen que recibimos, pedimos que sea en formato original, que no nos la manden por WhatsApp, porque así pierde un elemento que es clave, que es la metadata. Toda foto, toda imagen o video, además del archivo de imagen, tiene un archivo de texto que viene adherido, donde tiene la información de dónde fue sacada la foto, con qué dispositivo, a qué hora, y viene georreferenciado. Entonces, ahí sí sirve como evidencia judicial. En el último caso, que es el de Jonathan Navarro, un hincha de Chacarita que había ido a bancar a los jubilados y que le metieron un proyectil de gas pimienta en el ojo y le sacó la visión, en esa causa judicial también reconstruimos que fue un prefecto el agresor.
–El aporte de material fotográfico para la denuncia de represiones es una lección que ya se había sacado de los asesinatos de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán. ¿Ese sería un aprendizaje que se tuvo que recuperar?
–Sí, ese ejemplo que pones es un ejemplo clave, digamos, que a nosotros nos viene todo el tiempo a la mente. Pero, a su vez, yo creo que lo que nosotros estamos construyendo hoy es un saber que en ese momento emergió de manera muy fortuita. Yo creo que hoy nosotros tenemos mucha más fuerza que en ese momento, porque nos empezamos a organizar y las condiciones tecnológicas son mucho más favorables. Pero sí, venimos de una pérdida de capacidad en ese sentido. En ese momento los medios funcionaron, incluso Clarín o por lo menos la sección fotográfica, como parte de lo que podríamos llamar el campo democrático de resistencia frente a la represión. No podemos confiar en eso. Tenemos que construir nuestras propias capacidades.

–¿Lograron detectar algún patrón en el accionar policial en el último tiempo?
–Lo primero que hay que decir es que el principal motivo de la violencia represiva es el intento de cumplir el protocolo de Patricia Bullrich. Cuando la ministra se empaca y manda a la policía a la calle. O sea, para que no haya quilombo, los manifestantes tienen que tener una conciencia y una actitud casi budista. El segundo patrón es que la violencia represiva de las fuerzas de seguridad viola todos los protocolos sistemáticamente. No es que cuando le dispararon a Pablo Grillo en la cabeza fue una mala fortuna de que al tipo se le escapó un tiro o no tuvo cuidado. No, nosotros tenemos muy bien documentado a ese mismo efectivo, Guerrero, tirando muchas veces de esa manera. Y no solo de gendarmería, sino de varias fuerzas. O sea que si hay una solo persona herida de gravedad es de casualidad. Y el tercer elemento sería que cuando el Mapa de la Policía empezó a tener una capacidad de denuncia fuerte, las fuerzas de seguridad empezaron a enfocar cada vez más claramente contra los fotorreporteros y todos los que registraban lo que ellos hacían. Esos son los patrones que nosotros identificamos. Yo creo que hemos logrado ponerles ciertos límites.
«El principal motivo de la violencia represiva es el intento de cumplir el protocolo de Patricia Bullrich. Cuando la ministra se empaca y manda a la policía a la calle.»
–¿Cómo ven desde el Mapa el rol del periodismo en general en el marco represivo actual?
–Una cosa bien importante que pasó con lo de Pablo Grillo, fue que cuando nosotros sacamos la reconstrucción, Patricia Bullrich rápidamente salió a desmentirnos, pero al día siguiente La Nación publicó una reconstrucción casi idéntica que la nuestra. Nosotros tuvimos ahí vínculos, nos pidieron material. En este momento, donde hay un Gobierno tan radicalizado de ultraderecha, esas redes se conforman. La pregunta es cuándo eso se va conformando en una especie de gran contrapoder social. En Argentina hay un resorte fuerte, la experiencia de memoria que está latente y se activa cuando es preciso. Pero creo que nos relajamos mucho. Durante todo este tiempo se cedieron muchas capacidades a las instituciones estatales que parece que fuera un triunfo, pero después terminan teniendo patas cortas también. Porque cuando cambia de signo el Gobierno, como vimos que pasa, todo eso se desarma y la capacidad social que la construyó no está. Eso es una fetichización muy grande de la representación política. El poder siempre está abajo o no está.