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«Los medios hacen justicia exprés»

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Conocedor de los pasillos de Tribunales, Darío Villarruel acomete en su doble rol de periodista y abogado contra el tratamiento que los comunicadores otorgan a los casos judiciales que, a su parecer, combinan negligencia, ignorancia y malas intenciones. Los mitos de la mano dura y los jueces garantistas.


 

Darío Villarruel jugaba de 10. Zurdo, un metro ochenta y 90 kilos. Era un grandote habilidoso y la combinación llamaba la atención. Su padre, el recordado periodista Sergio Villarruel, le reclamaba que dejara de pisarla y le pegara de una buena vez. Hasta los 19, Darío vistió la camiseta de All Boys, mientras cursaba la carrera de abogacía, trabajaba en Tribunales y comenzaba su camino en la profesión inevitable que mamó desde chico. El periodismo terminó por ganarle la pulseada al 10 y al abogado, que de todos modos siguieron ahí, muy presentes. Primero, porque su debut en la prensa fue como cronista deportivo, y segundo, porque hizo de su formación en derecho una herramienta para tratar de explicar lo que el periodismo muchas veces se encarga de confundir. «Los medios hacen justicia exprés, que no tiene nada que ver con un juicio justo», afirmó Villarruel. Su programa Secreto de sumario, que durante 4 años emitió AM del Plata acaba de mudarse a Radio 10, los sábados y domingos de 7 a 10 de la mañana. Frente al micrófono o con su libro más reciente, (In)Justicia mediática, busca contrarrestar los efectos de un tratamiento donde hay «mucha negligencia, ignorancia e intencionalidad».
–¿Es difícil hacer periodismo judicial?
–En mi caso, es lo mejor que me pasó. Como soy abogado, al tener esa formación y haber trabajado 10 años en Tribunales, tengo dos ventajas. Conozco el Código Penal y el Procesal, y el funcionamiento de la Justicia, y también a muchos jueces, camaristas y, en alguna oportunidad, a un miembro de la Corte Suprema, a quien había tenido de compañero. O sea, cuento con un entorno de relaciones que tiene que ver con la materia. Otra ventaja es que, lamentablemente, muchos colegas que hacen periodismo de investigación no dominan estos elementos, y lo que mediáticamente aparece, por ejemplo, como que alguien es culpable, jurídicamente no es nada. Por eso, en mi programa de radio, sin querer ser un maestro, busco hacer un poquito de docencia, para que la gente entienda de qué va la cosa.
–¿Hay poca precisión en la cobertura de los asuntos judiciales?
–Yo digo que la gente cree que la Justicia es lo que no es. Muchos piensan que si les roban en la esquina y atrapan al ladrón, va a ir preso para siempre, y la verdad que al otro día, si no tiene antecedentes, lo van a liberar. Y eso no significa que el hecho queda impune, porque hasta tanto haya un juicio oral y una condena a más de tres años de prisión, el sospechoso va a estar libre. Hay un principio fundamental que muchas veces los colegas ignoran, que es la presunción de inocencia. No se puede mandar preso a alguien si no hay sentencia, salvo que sea un delito grave o in fraganti, porque si no se está imponiendo una pena anticipada. ¿Y si no era culpable? ¿Quién le devuelve esos años?
–¿Cuáles son los casos más comunes de esa mala praxis periodística?
–Recuerdo un homicidio en Morón, donde los medios titularon, no sé si por ignorancia o por intencionalidad: «Absolvieron a los dos asesinos de la nena». Si los absolvieron, no son asesinos. Yo me hago un picnic con los títulos de los diarios. Otro ejemplo: cuando uno está acusado de un delito, presta declaración indagatoria,  no testimonial, que es lo que hace un testigo. Un acusado puede mentir, un testigo no. En mi programa y en mi libro intento aclarar términos como prisión preventiva, excarcelación, condena, sentencia firme… Desde la política a la gente se le instalan temas que, desde el punto de vista jurídico, no existen. Recientemente, hubo un fallo que los medios destacaron y al que el massismo le está dando mucha manija, respecto a que los delitos de corrupción cometidos en la función pública son imprescriptibles. Si sos gerente de una empresa pública y te robás 2 millones de pesos, tu causa no prescribe nunca, te investigan por 30 años. Ahora, vos matás a tu novia, a tu mujer o a un vecino, y esa causa sí prescribe. Quiero que jurídicamente me expliquen cómo van a hacer. La gente dice «qué bien, van a perseguir a los corruptos» y, en realidad, cuando el Estado se demora, no es culpa del acusado, es culpa del Estado. Está el caso de Callejeros: fueron absueltos, condenados, detenidos, puestos en libertad y detenidos de nuevo. ¡Epa, señores! Yo pediría que me digan cuánto tengo que cumplir y cuando lo haga, salgo, porque uno hace planes de vida. Si estuviste 5 años libre, por ahí te casaste, conseguiste laburo, y de repente la Corte decidió revocar la sentencia y tenés que volver a la cárcel. Es terrible, es una tragedia para el ciudadano, por más que haya cometido el hecho.
–¿Y cuál es el rol de la prensa en todo esto?
–Hay buenos colegas, pero en general los medios hacen justicia exprés, que no tiene nada que ver con un juicio justo. Poner presa a una persona es privarla de su libertad, es muy grave. Para un juez es un hecho duro tener que detener a una persona mientras dure el proceso. Y si no se va a fugar, lo tiene que dejar libre. Cuando ya hay condena es otra cosa. Además, se mezcla mucho la ideología. Si yo digo que Lázaro Báez y Daniel Pérez Gadín –N.del.R: contador del empresario patagónico– están mal detenidos, seguro me van a decir «¡eh, kirchnerista!», y la verdad que nada que ver. Están mal detenidos porque el delito que les imputan tiene de 3 a 10 años de reclusión, y no creo que Báez y Pérez Gadín se fuguen. ¿De qué sirve tenerlos detenidos ahora? Podrían estar en sus casas hasta tanto, rápidamente, el Estado llame a juicio oral y determine si hay una condena. Los abogados tenemos una máxima: no todos los que están presos son culpables, ni todos los que están libres son inocentes. A veces, alguien está preso y a la larga se demuestra que es culpable. A veces, alguien está libre durante todo el proceso, va a juicio oral y lo condenan. La prisión preventiva es una medida cautelar, no tiene nada que ver con el delito que se imputa.
–En las causas vinculadas con el gobierno anterior, el periodismo parece ir por delante del expediente. Es común escuchar que tal o cual exfuncionario es un «chorro», como también se dijo de Cristina Fernández…
–Una cosa es que a Cristina la estén investigando o que esté sospechada, pero no se puede decir que es «chorra». El que lo diga va a perder el juicio. Esto también tiene que ver con la impunidad y la soberbia. No podés decir que «son todos chorros». Si lo hacés, después tené el valor de ir a la mediación y decírselo en la cara a quien corresponda. Yo tengo 40 años de periodismo judicial, escribí tres libros, todos los días salgo al aire y le pongo el cuerpo a las balas, y nunca tuve una carta documento. Es más, no tengo por qué cargar las tintas con alguien a quien lo condenan. Hacerlo es de mala leche.


 

–¿Por qué pasa esto?
–Hay mucha negligencia, ignorancia e intencionalidad. El Grupo Clarín tiene intencionalidad. Cuando te dicen que una inspección ocular es un allanamiento, no es lo mismo: una cosa es tocar la puerta de tu casa y otra es que te pateen la puerta y entren. Son cosas que mediáticamente, como la gente no sabe, tienen mucho impacto. Como el «se robaron todo». ¿Quién? ¿En qué causa? ¿Qué delito? Lo mismo pasa con la instalación de que van a meter presa a Cristina. La gente se compra eso. Si ella llegó a cometer un delito, y la llegan a juzgar y condenar, la sentencia estaría, más o menos, en 2027, según los tiempos de la justicia federal. Cristina ya estará retirada, sería bisabuela. Es todo ridículo. De cada diez denuncias que surgen de los medios, nueve y media van al archivo.
–¿Qué efectos tiene esta distorsión en la cobertura?
–Yo siempre digo que hay tres verdades: la histórica, que es lo que pasó y nunca se va a probar; la jurídica, que es lo que pasó y se puede probar;  y la verdad periodística. ¿Con qué se quedan las personas? Con la última. Los medios, los periodistas y comunicadores, que somos el vehículo para que la gente sepa sobre temas de derecho, somos los absolutos responsables de que se pida mano dura y se diga «que se pudran en la cárcel» o «entran por una puerta y salen por la otra». Además, no es así, no es verdad. Tomemos el caso Nisman: como abogado, si agarro el expediente y me olvido de que es Nisman, es suicidio de acá a la China. Ahora, los que no quieren que sea un suicidio es porque el fiscal denunció a Cristina, pero si el muerto hubiera sido mi tío, a los tres días el expediente estaba archivado. ¿Y qué hacen los medios? ¿Por qué el público piensa que fue un homicidio? ¿Qué habría pasado si Clarín decía que era un suicidio? En cuestiones jurídicas, es muy grave la instalación mediática de la culpabilidad. Y no solo por los hechos de corrupción. Le podés arruinar la vida a una persona. Si vos querés opinar si alguien es o no culpable, tenés que leer el fallo o la causa. Los movileros van al juicio el primer día y cuando termina. ¿Y cómo saben si estuvo bien la condena? La ignorancia es tan supina que, por ejemplo, el homicidio tiene de 8 a 25 años de pena y si los jueces dan 24, el colega dice: «Condena exigua». ¿Sabés lo que es estar 8 años en la cárcel? A muchos les recomendaría que vayan un día.
–¿Qué opinás de los casos llamados como justicia por mano propia?
–Justicia por mano propia es venganza. Con la civilización, el hombre cedió al Estado el poder punitivo. Antes era ojo por ojo, diente por diente, era la ley del talión. Ahora, si te roban, tenés que hacer la denuncia, esperar que el juez intervenga, ver si podés recuperar lo tuyo o que haya una condena con la prueba que acredite quién fue el autor. De ahí la garantía que tenemos de la Constitución. Pero la legítima defensa es algo extraordinario. Me causa gracia cuando veo a colegas periodistas debatir y no tienen ni idea. Hay gente que murió tratando de definir cómo es la legítima defensa, toneladas de jurisprudencia, doctrina y congresos internacionales. Son muy pocos los casos y el Código Penal exige tres circunstancias para que se dé, ningún otro artículo muestra tanto prurito. Y otra cosa que hay que decir: quien mata, es un homicida, aunque la Justicia te diga que tuviste razón.
–¿Qué opina de la polémica por los llamados jueces garantistas?
–La Constitución, en el título primero, dice: «Declaración de garantías y derechos de los ciudadanos». Al juez que no es garantista hay que hacerle juicio político. Distinto es que sean más o menos benévolos.
–¿En qué cambió la Justicia en los últimos años?
– Hoy por hoy, y es algo bueno, los jueces están hablando más, están tratando de pasar en limpio los fallos, que a veces son difíciles de comprender para la gente. Y aunque parezca mentira, la Justicia es mucho más rápida que hace 10 años, porque desde que llegaron los juicios orales y públicos, te guste o no, si vos robaste, de acá a dos años, como máximo, tenés un juicio oral. Lo que es malo es la instalación tan mediática de que la vida pasa por los hechos judiciales.
–¿Cuánto poder tiene un juez?
–Mucho. Te puede meter preso, te quita la libertad, los bienes, te puede escrachar mediáticamente. El juez es dios en la tierra, y si no lo sabe ejercer, es peligrosísimo.

 

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