24 de septiembre de 2023
El especialista recorre el origen de este lenguaje y el rol de las clases populares en su propagación. Un argot nacional transgeneracional y transclasista.
«No me propongo la apología del lenguaje porteño, al que finalmente habrá que llamar lunfardo o lunfardía, como llamamos América al continente descubierto por Colón, sino bosquejar el vilipendiado proceso de su formación», dice José Gobello en la introducción de Lunfardía, obra publicada el 5 de septiembre de 1953 en la que el escritor argentino rescata ciertas palabras y convierte el lunfardo en hecho lingüístico.
El lunfardo tiene historia, memoria e identidad; un costado lúdico y de complicidad. Y tiene su día: es por Gobello y su Lunfardía que todos los 5 de septiembre se celebra en Argentina el Día del Lunfardo.
«Desde el punto de vista lingüístico el lunfardo es un argot, esto es, un léxico popular urbano», explica Oscar Conde, doctor en Letras, poeta, ensayista, filólogo y educador.
En sus comienzos profesor de griego clásico en la Universidad de Buenos Aires (UBA) y de latín y griego en la Universidad del Salvador, actualmente enseña Literaturas y culturas populares en la Universidad Pedagógica Nacional (UNIPE), Lunfardo en la Universidad Nacional de las Artes (UNA) y es profesor del Doctorado en Filosofía en la Universidad Nacional de Lanús (UNLA).
«Desde el punto de vista lingüístico el lunfardo es un argot. Un léxico popular urbano. Todas las grandes ciudades del mundo poseen un argot.»
Compilador, entre otros, de Poéticas del tango (2003); Poéticas del rock (vol. 1, 2007 / vol. 2, 2008); Argots hispánicos (2017); y, junto con su colega Laura Cilento, de Textualidades alternativas. Casos de literaturas marginalizadas en la Argentina (2021). Es autor del Diccionario etimológico del lunfardo (2004); Lunfardo. Un estudio sobre el habla popular de los argentinos (2011); Charly García, 1983 (2019); y Versos rantifusos y otros poemas de Felipe Fernández «Yacaré», una edición de su obra que anotó junto a Claudio Martínez y que presenta próximamente en la Academia Nacional del Tango. En el orden filológico publicó ediciones anotadas de La muerte del Pibe Oscar, de Luis C. Villamayor (2015).
Es académico titular de la Academia Porteña del Lunfardo desde 2002, de la Academia Nacional del Tango desde 2015 y de la Academia Argentina de Letras desde junio de 2023.
Apasionado por las palabras desde chico, Conde desanda el recorrido del lunfardo desde su surgimiento hasta nuestros días, con paradas obligadas en su camino: la inmigración, el conventillo, el tango, las clases sociales y la complicidad.
–¿Qué es el lunfardo?
–El lunfardo es un vocabulario, un listado de palabras y de expresiones de origen popular que empezó a gestarse en la región del Río de la Plata. Podríamos marcar una especie de triángulo imaginario entre las ciudades de Montevideo, Rosario y Buenos Aires, pero del que no son ajenas la ciudad de Santa Fe y otras ciudades más pequeñas de la provincia de Buenos Aires, como La Plata, Mar del Plata, y toda la región del litoral rioplatense. Desde el punto de vista lingüístico el lunfardo es un argot. ¿Y qué es un argot? Es un léxico popular urbano. Todas las grandes ciudades del mundo poseen un argot, es decir, un grupo de palabras que son como un código entre los habitantes de esa ciudad. Puede ocurrir que ese código quede para siempre cerrado, circunscripto a esa ciudad, o puede suceder, como pasó con el lunfardo, que se vaya ampliando y extendiendo a todo el país. El éxito de lunfardo en ese sentido es total: es un léxico transetario, transclasista y transgénero.
–¿Cuándo y en qué contexto surge?
–El lunfardo se forma entre 1870 y 1880, cuando empiezan a llegar las primeras corrientes de inmigrantes europeos, especialmente de italianos y españoles. En la primera etapa, el lunfardo contiene aproximadamente un cincuenta por ciento de palabras del italiano estándar, del genovés y otras lenguas itálicas. Hay, también, un vocabulario popular previo, compuesto por palabras del habla popular o del habla de los esclavos africanos, brasileñismos y voces del ámbito rural, posiblemente españolas en su origen pero que después aparecen en toda la literatura gauchesca. Al mismo tiempo, no debemos olvidarnos de las sucesivas migraciones internas hacia la ciudad de Buenos Aires y el Gran Buenos Aires, que tuvieron lugar en particular durante la primera mitad del siglo XX. Así es como el lunfardo recibió el aporte de lenguas aborígenes, como los quichuismos pucho («colilla») y cancha («habilidad»), o tomadas del guaraní, como matete («desorden») o del araucano, como pilcha («ropa»). De alguna manera, el lunfardo fue conformando una síntesis lingüística, una memoria viva de la historia de la Argentina.
–¿De dónde proviene cierta creencia popular que sostiene que el lunfardo nace en la cárcel?
–En la década de 1870 tenemos los primeros testimonios periodísticos que dan cuenta de que hay una nueva manera de hablar en Buenos Aires; el tono de estas notas periodísticas es un tono de advertencia porque los periodistas o sus fuentes, que eran policías, creían que este modo de hablar era el léxico de los ladrones. Como lunfardo quería decir «ladrón», se empezó a hablar de la jerga lunfarda, es decir, el habla de los ladrones. Así quedó emparentada la palabra lunfardo a esta falsa idea de que los que usaban el lunfardo eran ladrones.
«Los distintos sectores sociales se sirven de lunfardo de maneras distintas. Los vocablos del lenguaje cotidiano, las palabras nuevas las inventan los jóvenes.»
–¿Cómo aparece el lunfardo en las distintas esferas de la vida social?
–Los distintos sectores sociales hablan o se sirven de lunfardo de maneras distintas, posiblemente. Las palabras nuevas las inventan siempre jóvenes de 25 años para abajo. Los vocablos del lenguaje cotidiano los inventan los jóvenes, y las palabras de los argots en su extraordinaria y enorme mayoría las inventan los jóvenes de las clases populares. Cuando el lunfardo surge, lo hace casi como un sociolecto de las clases populares. O sea, es un habla en la boca de los pobres, los desclasados, los habitantes de los conventillos, del suburbio. El lunfardo era el modo de hablar de todos. Esto perdura. Hay lunfardismos muy antiguos tan naturalizados e incorporados que en ocasiones los hablantes no saben que son lunfardismos. Pienso en palabras como laburar o pibe.
–Hay algo lúdico y de complicidad que acompaña al lunfardo. ¿Esto es así?
–Sí, claramente. Son elementos lingüísticos que permiten la cohesión grupal y refuerzan la identidad. El lunfardo está completamente extendido y esto empezó a suceder en la década de 1970 con la televisión, las repetidoras de radio y luego a partir de la revolución que significó Internet y las redes. Antes se inventaba una palabra del lunfardo y esa palabra se usaba en un contexto geográfico bastante limitado durante mucho tiempo. A lo sumo, si aparecía en la letra de un tango, podía tener una difusión mayor, pero hoy en día a un youtuber que vive en Avellaneda lo siguen 50.000 pibes de todo el país y mañana esos 50.000 usan la palabra, vivan donde vivan, en un pueblito de La Rioja, Neuquén o Tierra del Fuego.
–¿Qué hace que un término se vuelva lunfardo?
–Depende de que la palabra tenga cierto grado de continuidad, cierta cantidad de años en uso y que no sea una emisión aislada. Hay palabras que desaparecen, otras que surgen y hay palabras que caen en desuso y al tiempo vuelven con otro significado. La lengua está viva, está en boca de los hablantes. Son los hablantes quienes decretan la continuidad de una palabra. La palabra bondi, que quería decir «tranvía», dejó de ser usada a comienzos de los años 60 porque en Buenos Aires en el 62 se sacaron los tranvías; sin embargo, en la década del 80 volvió pero con el significado de «colectivo». En el lunfardo histórico la palabra chabón quería decir «tonto». Ese significado se perdió y en los 80 la palabra volvió con otra acepción. Creo yo que el disco de Sumo, After chabón, tuvo mucho que ver con esa vuelta. Volvió con otro significado, haciendo referencia a un tipo cualquiera, a un flaco.
–¿Cuántas palabras lunfardas hay aproximadamente?
–Entre 7.000 y 7.500 palabras, más unas 1.500 locuciones, que son expresiones de dos o tres palabras, como ir en cana, tirar los perros, escupir el asado, remarla en dulce de leche o pisar el palito.
«Hay palabras que desaparecen, otras surgen y otras que caen en desuso y al tiempo vuelven con otro significado. La lengua está viva en boca de los hablantes.»
–¿Qué hizo que el lunfardo y el tango tuvieran una relación tan cercana?
–Ambos se empiezan a gestar al mismo tiempo, en la década de 1870. Al igual que con el lunfardo los causantes del nacimiento del tango fueron los inmigrantes, sobre todo los italianos. El tango y el lunfardo fueron creciendo en forma paralela hasta que en un momento determinado explotaron en el uso, o sea, todo el mundo empezó a escuchar tango y a entender el lunfardo. Hay que tener presente que el alcance de un argot no está dado por la cantidad de gente que lo usa sino por la cantidad de gente que lo entiende. A partir de la década del 20 se da una especie de explosión de ambas cosas; el tango y el lunfardo se usaron mutuamente: los letristas del tango, para lograr una mayor fidelidad del público, recurrieron al lunfardo tratando de que una letra de tango se pareciera lo más posible al modo en el que se comunicaban las clases populares, y el lunfardo, por su parte, se expandió porque tuvo al tango que lo llevó de la mano.
La lengua está viva
¿Cómo se renueva el lenguaje? ¿Qué explica que alrededor del lenguaje inclusivo convivan posiciones tan extremas? «El lenguaje se renueva, se renueva mucho más lentamente de lo que todos creen, pero se renueva. Cuando digo el lenguaje no estoy hablando del lunfardo, digo el lenguaje del español corriente, la lengua», explica Conde. Sobre el lenguaje inclusivo y su «equivocado paralelismo con el lunfardo», sostiene: «El lenguaje inclusivo es una intervención política sobre la lengua. Hay quienes lo equiparan al lunfardo pero es un error. No tiene nada que ver el lenguaje inclusivo con un argot popular, que nace espontáneamente. Una cosa es algo espontáneo y otra cosa es algo que es parte de una operación ideológica y política, legítima para mí en el sentido de que pretende dejar constancia de que hay toda una parte de la población no representada en el modo en que hablamos». En todo caso, agrega, «si quisiéramos buscar un punto de comparación entre un argot como el lunfardo y el lenguaje inclusivo podríamos decir que ambos son actos rebeldes; ambos van contra la lengua estándar». Al planteo, el investigador subraya que «el valor más grande que tiene el lenguaje inclusivo está dado por la inclusión completa de todos los géneros y la posibilidad de que todo el mundo se sienta absolutamente integrado. Lo que no sabemos todavía es si la mayoría de los hablantes lo van a adoptar».