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Nombrar la violencia

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Los nuevos conceptos abren puertas en la sociedad y en la subjetividad de las personas: hablar de femicidio, por ejemplo, permitió sacar a la luz modos de sometimiento antes naturalizados, asegura la destacada socióloga e historiadora. Las transformaciones del feminismo y el fin del patriarcado.

Las cualidades de investigadora ya estaban presentes en Dora Barrancos cuando de niña devoraba incansable cuanto libro le traía su padre, por entonces director de escuela, y disfrutaba, tal como lo recuerda hoy, del olor que salía cada vez que estos veían la luz desde los cajones donde estaban gaurdados. Su nombre sin dudas es sinónimo de feminismo, pero no de cualquier feminismo, sino de aquel que se reconoce abierto, lejos de círculos exclusivos, un feminismo “de derrame” como bien lo define ella, cercano a las luchas obreras y a la diversidad sexual. Exiliada en Brasil durante los años en que la dictadura cívico-militar asoló al país, Barrancos se supo cercana a la lucha de las mujeres por primera vez justamente allí, frente a la justificación que daban en los años 70 integrantes de la justicia brasileña ante el asesinato de una joven de la alta sociedad: «en defensa del honor». Ya de regreso con la democracia, decidió que no alcanzaba con lo que sabía hasta el momento y se convirtió en historiadora. Desde 1986 es investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, CONICET, y desde 2010 es su directora por el área de Ciencias Sociales y Humanidades. Numerosos libros la representan tales como Inclusión/exclusión. Historia con mujeres (2002); Mujeres en la sociedad argentina. Una historia de cinco siglos (2007) y Mujeres, entre la casa y la plaza (2008), entre otros. En esta entrevista, Barrancos habla de las deudas pendientes del feminismo, de Milagro Sala, de la equidad, de cómo afectan las crisis económicas a las mujeres y de cómo avizora el fin del patriarcado.
–En su última visita al país la relatora sobre violencia de género de la ONU cuestionó duramente a la Argentina. ¿Qué opinión le merece el primer año de gobierno en materia de políticas públicas para frenar la violencia de género?
El primer año no se hizo nada. Fabiana Túñez, a cargo del Consejo Nacional de Mujeres, es una persona a la cual estimo mucho y tengo mucha consideración por sus batallas contra la violencia de género, entiendo además que, según ella misma reconoció, el primer año fue de ingreso a las cuestiones, de determinación de la política que se iba a seguir contra el flagelo de la violencia, que va a ser hegemónico, de acuerdo a lo que fue presentado. Lo destacable es que hay un plan, que tendrá ángulos que podremos debatir y que estarán más sujetos a la crítica constructiva, pero que plantea un combate contra la violencia hacia las mujeres de manera integral, por esto estamos expectantes. No obstante, el contexto real de inserción del Consejo es un infortunio. El aumento de la pobreza y la fragilidad del empleo aumenta la violencia. La labilidad de las mujeres de los sectores populares está muchísimo más exacerbada frente a problemas tan brutales como la pérdida de empleo. Se pueden dar todos estos recursos en la lucha contra la violencia, pero, por otro lado,  aparece toda una política que hace muy consecuente la profecía de que habrá aumento de violencia.
–¿Qué lectura hace del último paro de mujeres en la Argentina?
–Estoy muy entusiasmada con el segundo paro que hemos hecho las mujeres, porque efectivamente creo que se tornó más contundente, pero además, creo que lo que está aumentando es esa movilización subjetiva de las mujeres. El acto de ir a la calle es una movilización en el sentido más pleno, hay mucha movilización subjetiva de las mujeres, está trastocándose esa subjetividad. Estas movilizaciones 25 años atrás eran poco pensables, además porque no estaba arraigado el concepto de violencia contra las mujeres. Son las propias mujeres las que están interpeladas, hay un movimiento íntimo que tiene efectos sobre sí y sobre otras mujeres. El paro anterior, como era inaugural era de tanteo. Creo que en este se arracimó mucha más cantidad de mujeres, además, y este es un dato incontestable, hubo muchas más mujeres en la calles.
–¿Influyó el movimiento NiUnaMenos?
–El movimiento NiUnaMenos ha sido fundamental pero también le asigno mucha importancia a dos grandes vertientes: los feminismos de todos estos años, sus transformaciones, los nuevos grupos feministas que han surgido, sobre todos aquellos de disidencias con la sexualidad: los grupos lésbicos de feministas son muy importantes como manifestación de derechos y de no resignar ya ninguna posición estigmatizante. La otra cuestión en nuestro país son los históricos encuentros nacionales de mujeres, que han sido muy transformadores, aunque las mujeres no se manifiesten feministas de un día para otro, y algunas ni siquiera lo hagan, ha ocurrido un sacudimiento de sí mismas.
–¿Qué opinión le merece el accionar de la policía hacia el final de la movilización?
–Incalificable lo que ocurrió. Hubo una orden de reprimir, de traer tantos detenidos, pero además hubo un plus: en muchos de esos policías actuó ese capital patriarcal, que parece que estaba en riesgo en una movilización como esta, ahí se enardece algo que es personal, lo digo por la conducta que tuvieron algunos de los elementos de la policía.
–¿Por qué se sigue escuchando esta cuestión de que las mujeres deben demostrar capacidad para acceder a determinados lugares de la sociedad?
–Sí, claro, sobre todo porque los hombres a lo largo de los tiempo han dado “sobredosis de gran capacidad”. Esto de tener que demostrar capacidad es una manifestación un poco ridícula, si no fuera bastante obscena desde el punto de vista de la equidad humana. Los varones se prerrogan en todo caso a sí mismos, pese a ser incapaces muchas veces pueden estar en la arena política con toda legitimidad y ocupar hasta cargos presidenciales ¿verdad? Es un disparate. Algunas antecesoras del feminismo histórico en el siglo XIX pensaban que había que estar más preparadas, más educadas, para obtener todos los derechos políticos, después de la Primera Guerra Mundial se terminó esa discusión dentro del feminismo porque las mujeres demostraron tener una enorme capacidad de sustituir a los varones en época de guerra.
–El feminismo ¿dejó de ser esa suerte de grupo selecto?
–Siempre conviene hablar en plural sobre las grandes cuencas feministas. Obviamente la agenda del feminismo ancestral cambió muchísimo. El feminismo de hoy se compadece casi nada con el feminismo de los ’80, que era un feminismo encapsulado, de capilla, de inclusión y exclusión donde algunas podían ingresar y otras no, donde había ciertos estereotipos también y ciertos ritos de iniciación que había que tener. En cambio, hoy día tenemos un feminismo de derrame. Antes muchas de nuestras congéneres lesbianas no podían ampararse en esos feminismos. Felizmente el régimen de verdad llegó y es probable que hoy lo más floreciente que tengamos dentro de los feminismos sea una gran capacidad de movilización de muchísimas mujeres lesbianas que han introducido cambios muy interesantes. Tenemos también feminismos en los grupos aborígenes que reclaman desde otras circunstancias teoréticas, conceptuales. Vivimos una gran diáspora de los feminismos, goza de buena salud de una manera diversa, es el eterno retorno modificado.

–¿Hay algo distintivo del feminismo en Argentina?
–El feminismo argentino fue siempre de corte relacional, tuvo siempre una convocatoria de derrame social, le debe mucho al socialismo inicial. Las relaciones con los pobres desposeídos, con las pobres trabajadoras, siempre fue muy poroso, hay feminismos que no tienen esa relación. Además, en general, las feministas en la Argentina son abolicionistas, es decir, son muy pocos los grupos de feministas que abogan por la idea de que la prostitución es un trabajo exactamente igual a todos los trabajos. En Brasil es diferente, hay una armonización mayor con la idea de que es un trabajo semejante a otros, lo mismo pasa en Uruguay.
–¿Y usted qué opina?
–Yo podría decir: es una conjetura. Las diferentes cuencas argentinas tienen un acierto bastante común respecto de que hay que preservar el abolicionismo y no hacer lugar a la regulación. La legalización quiere decir que se confiere un estatuto de trabajadora o trabajador, con los mismos derechos de jubilación, entre otros. Soy de las que cree que tenemos que mantener este paraguas del abolicionismo, no nos podemos meter con la subjetividad de las personas que tienen deseos, necesidades, pero lo que no podemos hacer es promover la legalización de esto que no deja de ser un sometimiento.
–¿Cuál es su principal crítica al feminismo?
–Mi reto pasa por cómo les costó admitir a las travestis en género femenino, esto era muy doloroso. También me parece desacertado que en algunas oportunidades algunas feministas hayan impedido la participación de varones, me parece absurdo y tampoco se compadece con la historia del feminismo. Voy a poner el gran escenario del Seneca Falls, nuestra primera y gran asamblea en 1848 en Estados Unidos, donde había un 30% de varones presentes. Es imperdonable que haya exclusión de varones, es una cuestión de mujeres que alcanza a toda la humanidad, además no me parece interesante porque entonces también hay una expulsión de los transgénero.  
–¿Recrudeció la violencia machista o siempre existió pero antes no se hablaba de esto? ¿Hay más femicidios o antes no se llevaba registro?
–No se puede decir que haya aumentado la violencia, no es serio ni responsable, porque el concepto violencia contra las mujeres tiene en nuestras pampas menos de 30 años de acuñación. No había concepto de violencia de género en nuestras feministas antecesoras. Con la recuperación de la democracia la violencia de género se puso en el tope de la agenda, fue la violencia doméstica primero. Estamos recién articulando enunciados, firmes y convencidos después de la recuperación de la democracia. Nuestras primeras leyes fueron contra la violencia doméstica, después vino Belém Do Pará, y después vino la consistencia de un discurso feminista que agrega todas las formas de violencia. Lo que sí tenemos es un notable aumento del registro social de la violencia, del registro mediático de la violencia, obviamente hace 15 años atrás ningún diario iba a decir feminicidio, sino que iban a hablar de homicidio pasional. Lo que sí sabemos es que estas muertes tienen un gran impacto social y los medios se portan bastante bien, hasta 48 horas después, dependerá si la mujer pertenecía a clases populares, porque allí comienza una rebaja: ‘y estaba vestida así’ ‘se exponía’. Necesitamos de ahora en más todos los registros posibles sobre las violencias y así sí podemos argumentar.
–¿Qué consecuencia tiene hablar de femicidios? Es decir, incorporar el término en el lenguaje cotidiano
–Los conceptos son “abre puertas” simbólicos, mentales. ¿Por qué necesitamos conceptos nuevos? Porque nos estamos dando cuenta de que ahí hay una ruptura de algo de lo cual no había nota, ahora lo notamos y esto es lo que ha pasado también en el orden jurídico. Hasta ese momento estaba naturalizado, formaba parte de la atmósfera connatural. Hablar de feminicidio o femicidio tiene un valor agregado extraordinario, permite que haya un debate interno de las personas, que se den cuenta; si algo no lo nominamos no existe como tal, de ahí el valor de la palabra, la palabra nos constituyó como sujetos. La eficacia del lenguaje es incontestable.  
–¿Cómo se termina con el patriarcado en una sociedad en la cual se sigue cuestionando a las chicas con pollera corta y aquellas que invitan a salir a un hombre?
–Se termina con el patriarcado con una gran sintonía de las congéneres, si el Estado se convence de que tiene que hacer prevención y para hacer prevención tiene que ir inmolando, aniquilando esa arquitectura. El Estado no entra en la interna de los hogares pero en lo interno de la vida educativa sí puede entrar. Si todo ese ejército extraordinario de maestras que son mujeres consolidara una posición antipatriarcal las cosas estarían muchísimo mejor, ahora, obviamente no podemos responsabilizar a esas mujeres sino que tenemos que responsabilizar la inopia del Estado con ese ejército extraordinario. Se impone la necesidad de una matriz diferente de formación del cuerpo docente, de observatorios internos, de contrariar las argumentaciones estereotipadas, de formar grupos que son convivientes con todo el ciclo primario, un grupo de gestión sobre violencia de género permanente en todas las escuelas, sobre todo en las escuelas secundarias donde se tiene que poner sobre aviso que la celotipia es una maraña patriarcal, que no se puede dar la contraseña del correo electrónico por un acto de amor, que no se pueden permitir las lesiones simbólicas, todo esto horada el patriarcado. La disrupción del sistema sexo-género que producen las personas que atraviesan los géneros, que deben ser hoy día una masa muy importante, eso también hace tambalear al patriarcado, eso lo desfigura.

Fotos: Juan C. Quiles/3Estudio

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