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Pilares de la democracia económica

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El dirigente cooperativista Rubén Zeida reflexiona acerca de la situación actual de la economía solidaria. Su visión sobre la educación cooperativa, identidad, gestión empresaria e integración.

 

Es presidente de la histórica Cooperativa de Consumo, Edificación y Crédito El Hogar Obrero (EHO) y se vinculó al movimiento cooperativo buscando una alternativa viable para potenciar, desde su puesto como director del programa pyme de la Confederación General de la Industria, a pequeñas y medianas empresas. En el cooperativismo, destaca, más precisamente en El Hogar Obrero, encontró la mejor manera de amalgamar asociativismo, trabajo, producción y desarrollo. «Yo estaba asociado a El Hogar Obrero, mi familia era de origen socialista y, por supuesto, estaba vinculada a la cooperativa. Además, la empresa de mi padre era proveedora de vestimenta para hombres de esa entidad», recuerda Rubén Zeida. Su participación activa en la institución comenzó en 1991. «Dada mi experiencia en el sector pyme, me propusieron integrar un nuevo consejo de administración como vicepresidente para poner en marcha a las empresas integradas de producción, los supermercados y demás emprendimientos. Acepté pero de buenas a primeras me encontré sumergido en un marasmo, con 14.500 empleados, 300 locales comerciales, 19 empresas, 300.000 ahorristas, más las marchas, los locales tomados, etcétera. Lo que en principio iba a ser una tarea de ir a una reunión de vez en cuando para ver lo que pasaba, se transformó en una actividad de los 7 días de la semana y todos los días del mes», comenta el dirigente, que a partir de ese momento comenzó una extensa y activa trayectoria en el movimiento cooperativo.
Zeida, ingeniero electromecánico con orientación en electrónica y doctor en Física de la Universidad de París, preside el consejo de administración de El Hogar Obrero, es secretario de Intercoop Editora Cooperativa, prosecretario de la Federación Argentina de Cooperativas de Consumo (FACC) y síndico de la Confederación Cooperativa de la República Argentina (COOPERAR).
–¿Cómo fue gestionar El Hogar Obrero luego de la crisis de la cooperativa?
–Muy difícil. Nos llevó 21 años terminar el concurso de acreedores, recién lo logramos en 2012; fue una tarea titánica. De repente me encontré en la conducción de lo que, en ese momento, era la empresa privada más grande de la República Argentina. Digo la más grande porque en el ranking de las empresas privadas de la revista Mercado de aquella época, entre 1989 y 1990, por nivel de facturación, El Hogar Obrero era la sexta empresa en el rubro de comercio y servicios. Las cinco primeras eran empresas públicas y EHO era la primera empresa privada en ese sector. Me encontré de repente en medio de esa situación. El último día hábil de 1989, el Gobierno de Carlos Menem, con Erman González en el Ministerio de Economía, confiscó los depósitos bancarios a plazo fijo. Esto fue un viernes y lo tomó al Hogar Obrero con su dinero en el banco. Después, fue feriado cambiario y bancario y la cooperativa no tenía liquidez porque la tenía capturada por este decreto que había dictado el Gobierno. Si en ese momento hubiera habido otro tipo de gente en el consejo de administración, si en lugar de palomas hubiéramos tenido halcones, nada de lo que pasó después hubiera pasado. A lo mejor yo no me hubiera metido en el cooperativismo y estaría en otra cosa. ¿Por qué? Porque EHO no tenía por qué devolver los depósitos a plazo fijo ya que estaba fuera del sistema financiero y debió acogerse al feriado. Pero EHO, por ser una cooperativa, por no estar sujeta a la ley de entidades financieras, el primer día hábil del mes de enero volvió a abrir sus puertas y muchos depositantes, por temor a lo que había pasado, fueron a retirar sus depósitos a plazo fijo que aún no habían vencido, y EHO, por una cuestión de honorabilidad, empezó a devolver el dinero, con la idea de que si demostraba que devolvía los fondos, la gente iba a retornar el dinero. Eso no pasó.
–¿Es posible recrear la experiencia de producción, distribución y consumo de la cooperativa?
–Con la Federación de Cooperativas de Trabajo (FECOOTRA) venimos hablando desde hace muchos años de una posible unión con el objetivo de ir formando núcleos con cooperativas de trabajo que se ocupen de la distribución. O sea, la idea original era tener locales con la franquicia «coop» y que otras cooperativas de trabajo gestionaran locales, mientras que la Cooperativa Obrera de Bahía Blanca hiciera la logística y demás. Pero esto es bastante complejo porque es una cuestión de voluntades. Se pueden tener seguramente algunos locales en los que empezar a hacer algo por el estilo, pero no con la envergadura que se requiere. Además, hoy, sobre todo en Capital Federal y Gran Buenos Aires, el cooperativismo de consumo como imagen prácticamente no existe. Lo que sí existe son las empresas de capital lucrativo. Están las marcas importantes. En la zona de Bahía Blanca, donde está instalada la Cooperativa Obrera hace mucho tiempo, cuando llegaron las empresas grandes de supermercadistas, la cooperativa se preparó con anticipación para hacer frente a esta situación. Al principio tuvo un pequeño bajón en la facturación pero después se recuperó. Para nosotros hoy es muy difícil. Hay que tener locales, personal y una logística de gran envergadura. Recordemos que EHO era un regulador de precios del mercado porque tenía muchos locales.
–¿Considera que la forma cooperativa puede ser una ventaja comparativa frente a las empresas comerciales?
–Lamentablemente no hay fidelidad a la cooperativa como tal. Nadie piensa que comprar en una cooperativa le puede asegurar, en el mediano o largo plazo, un mejor estándar de vida. Siempre traigo a colación el lema de la Alianza Cooperativa Internacional de 2012, Año Internacional de las Cooperativas decretado por la Asamblea General de las Naciones Unidas, que dice: «Las empresas cooperativas construyen un mundo mejor». Nosotros somos empresas y construimos un mundo mejor. ¿Por qué un mundo mejor? Porque generamos trabajo digno, porque las cooperativas buscamos cooperar y no tener enemigos, porque brindamos confianza, buenos productos, porque preservamos el medio ambiente, cuidamos a la familia, brindamos educación, servicios culturales, servicios de salud y todo lo que sea necesario para minimizar los litigios entre las personas. Nuestro objetivo es que haya cooperación. Por el contrario, a las empresas lucrativas lo que les interesa es absorber a la competencia para tener el monopolio o el oligopolio y fijar ellos el precio. Y ese no es nuestro objetivo. Entonces, en el sector de consumo que brinda los productos para la canasta familiar ya están muy instaladas las grandes empresas, aquellas que tienen mucho capital como para aguantar los cimbronazos que puedan provocar la economía o la competencia. Además, se perdió la fidelidad a las cooperativas, se perdió la fidelidad respecto de lo que significa el cooperativismo. Y eso hay que volver a recrearlo. Esta sí es la deuda que tiene nuestra dirigencia: recrear el cooperativismo. Nosotros tenemos que seducir a los no cooperativistas. Cuando nuestros dirigentes hablan, en general, se dirigen a los cooperativistas. Eso es como mirarse el ombligo.
–¿Y cómo se logra, a su juicio, instalar la identidad cooperativa?
–Explicándole, en primer lugar, a la sociedad, a los no cooperativistas, que somos empresas. La Alianza Cooperativa Internacional tardó un siglo en incorporar la palabra empresa en la definición de cooperativas. Y esto es por los debates que tenían internamente entre los integrantes del cooperativismo mundial ya que, obviamente, reconocer que eran una empresa era complicado porque nacieron combatiendo a las empresas. Una segunda cuestión es que las cooperativas no son entidades de derecho público, sino entidades de derecho privado. La mejor prueba es el caso de EHO, al que se le aplicó la ley de concursos y quiebras, que no se aplica a las entidades públicas, sino a las privadas. Nosotros somos entidades de derecho privado y los dirigentes corremos con nuestro propio riesgo. Volvamos a cómo se seduce. Tenemos que explicarle a la sociedad que la diferencia que existe entre las empresas cooperativas y las lucrativas es quién se queda con el excedente. En el caso de las empresas cooperativas, el excedente se lo quedan los asociados de la cooperativa según el uso que hacen de los servicios que brinda la entidad, independientemente del capital que tienen puesto en ella. Si bien la cuota es la misma, puede pasar que por razones diferentes tienen distinta cuota de capital. En cambio, en las compañías lucrativas el excedente se lo llevan los propietarios del capital según la proporción que tienen en la tenencia accionaria. Quien más capital tiene más excedente se lleva. Y no sabemos adónde va ese excedente. En las empresas cooperativas quien más usa la cooperativa más retorno tiene del excedente. Esta es la diferencia. Entonces, en primer lugar, si uno consume en una cooperativa puede tener derecho a gozar de más excedente. En segundo lugar hay que convencerlos de que cada vez que uno compra algo en una empresa cooperativa, contribuye a su propia sustentabilidad económica.


–¿Qué opina acerca de la participación de dirigentes cooperativistas en espacios políticos?
–Independientemente de los cargos, el cooperativismo está por encima de las facciones partidarias, porque las cooperativas son constructoras de riqueza social, que es lo que la gente necesita. Nosotros llevamos incorporado en el código genético nuestro los valores y principios de la cooperación. La función primordial del gobernante es administrar correctamente los bienes públicos y los dirigentes cooperativistas estamos acostumbrados a administrar de manera eficiente los recursos que no nos pertenecen. Si tuviéramos más elegidos y designados –elegidos por el voto popular, y designados por los elegidos– en la función pública que hubieran pasado por el sector cooperativo, estoy absolutamente convencido de que tendríamos una mejor administración de los recursos que los contribuyentes ponen a disposición del sector público. Por eso yo quisiera votar en las elecciones a aquel candidato que tenga dentro de las cinco primeras medidas de su plataforma defender y promover al sector cooperativo.
–Usted ha trabajado el tema de la capacitación, formación y educación cooperativa. ¿Hubo avances en la incorporación del cooperativismo en los programas escolares?
–Sí, pero deberíamos tener un plan integral en ese sentido. Es una vergüenza que el artículo 90 de la Ley 26.206, sancionada en 2006, todavía no haya sido reglamentado a nivel nacional. Sí se ha hecho en algunas provincias. Cuando se creó la Comisión de Educación en COOPERAR –en 2008– tratamos infructuosamente de tener una reunión con el Consejo Federal de Educación para tratar esta cuestión. Recién en 2014, gracias a la visibilidad que fue adquiriendo la confederación, se logró mantener reuniones con el Ministerio de Educación por este tema. No costaría nada introducir el proyecto pedagógico sobre cooperativismo escolar y que en cada escuela haya una cooperativa escolar. La cuestión pasa por convencer a todo un aparataje burocrático para que el cooperativismo se incluya en la currícula y para que esta práctica le otorgue puntaje a los docentes. Eso facilitaría mucho la promoción. Debemos ir por etapas, empezar con la escuela primaria y después avanzar en los otros niveles. En la universidad se está tratando de introducir en la currícula de las carreras profesionales los conceptos del cooperativismo. La experiencia más avanzada que hay es con las carreras vinculadas con las ciencias económicas. Nosotros hemos trabajado desde COOPERAR para que haya cooperativismo en todas las carreras de las facultades porque hoy es una opción, es una materia optativa y necesitamos que se expanda a otras disciplinas.
–El Instituto de Asociativismo y Economía Social impulsa una nueva ley para el sector cooperativo y mutual y se están realizando debates en todo el país. ¿Cuál es su opinión sobre la propuesta oficial?
–Creo que la Ley 20.337 no debe derogarse por una razón muy esencial: que alguien me demuestre que un artículo de esa la ley fue un impedimento para el desarrollo del cooperativismo. Ninguno. Sí estoy de acuerdo en actualizar determinados temas y que se identifiquen nuevos instrumentos que colaboren en la promoción de cooperativismo. No estoy de acuerdo con el concepto de cooperativas de pequeño porte. Se es o no se es cooperativa. Entonces, como dije, estoy de acuerdo con algunas modificaciones. Por ejemplo, las cooperativas de servicios esenciales tienen que ser autónomas para fijar sus precios de entrada y de salida. Las tarifas no se las puede fijar el Gobierno. En un pueblo determinado, con una estructura socioeconómica determinada, donde el dinero para pagar los servicios sale de los habitantes de la zona, la lógica dice que sean ellos los que decidan cómo van a hacerlo. Ahora bien, qué pasa con los que no pueden pagar. Para eso la cooperativa tiene que verse obligada –eso se denomina derecho de acceso– a que todo el mundo pueda tener los beneficios del servicio que se está brindando. Será en ese caso a través de una tarifa menor o se verá si se gestiona algún subsidio. Las cooperativas son elementos esenciales para lograr la democracia económica. Si se respetara esto que te estoy diciendo, las cooperativas serían los pilares de la democracia económica. Y obtenida la democracia económica, se obtiene la democracia política.
Por otro lado, no me parece bien que el órgano de aplicación tenga la facultad de intervención directa sobre las cooperativas. ¿Por qué el Estado se tiene que meter adentro de la cooperativa si es una organización voluntaria de personas? Yo no estoy de acuerdo con eso. Porque te coarta la libertad. Otro tema es el de las cooperativas de trabajo que no están suficientemente contempladas en la 20.337, eso se debe revisar, como también se deben incorporar muchas cuestiones que no existían en el año 1973. En COOPERAR hemos discutido justamente los aspectos generales que tocan a todos los sectores. Ahora vamos a tratar los temas sectoriales, es decir, las distintas problemáticas. Pero estas tienen que venir enunciadas por cada uno de los sectores. A partir del debate de este anteproyecto se abrió una gran oportunidad que puede dinamizar el crecimiento del cooperativismo.
–¿Es posible lograr una mayor incidencia cooperativa en la economía nacional?
–Creo que se puede dar y fundamentalmente a través de las cooperativas de servicios esenciales y las cooperativas de trabajo asociado. El trabajo asociado es un sector dinámico, pero efímero, endeble, si no logra consolidar capital. Y las cooperativas de servicios esenciales están afincadas territorialmente, son conocidas, tienen tradición, pero están descapitalizadas y al borde de la quiebra. Si se revirtiera la situación, podrían hacer un gran aporte. Se necesitan dirigentes que le expliquen a los no cooperativistas para qué sirve una cooperativa y cómo genera capital.

Silvia Porritelli
Fotos: Martín Acosta

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