12 de octubre de 2023
Militante feminista y educadora popular, dice sentirse orgullosa de sus raíces afroguaraníes. Su labor en la radio y la vocación por transgredir e incomodar.
Gladys Flores es una histórica militante feminista afroguaraní y educadora popular, y en cada elemento que compone su mundo se respira esa militancia. Desde el color violeta en su ropa hasta su peinado con rastas. Pero también en cada detalle de su pequeña casa en Lomas de Zamora: una bandera wiphala de fondo, bastones ceremoniales de Kenya en su pared o un pareo de Costa Rica que oficia de cortina dan testimonio de sus viajes en busca de sus raíces.
«En ese pasillo había un cuadro de Pocha Lamadrid, afroargentina descendiente de les primeres esclavizades que trajeron al país», explica sin perder oportunidad de trasmitir otra enseñanza. Como lo hace todas las semanas en su programa radial Negras (Sí) Marronas, en Radio Cultura de Lomas, pero también como profesora de la materia Feminismos Negros en la Diplomatura superior de Feminismo de la Universidad de José C. Paz.
Según Gladys, en nuestro país la militancia afrofeminista es algo reciente a causa de que, primeramente, necesitaban lograr el autorreconocimiento de las personas afro como tales. «Las y los afros no solo existíamos, sino que seguimos existiendo hoy en Argentina», asegura con firmeza y explica cómo comenzó todo: «En 2013, cuando se cumplieron 200 años de la abolición de la esclavitud, empecé a ir a los encuentros con una bandera que decía “Argentina también es afro”. Y les iba preguntando a las compañeras que veía si se percibían como afro. ¡Imaginate cómo lo negaban! También las que fenotípicamente era evidente que lo eran. ¡Cada excusa escuché!, pero tampoco las podía obligar».
Gracias a esta militancia de años cuenta cómo han logrado finalmente que, desde 2019 en Lomas de Zamora, por ejemplo, se haya reconocido el 25 de julio como el Día de las Mujeres Afro o también de cómo recientemente tuvieron la primera asamblea federal de mujeres negras y afros en la Cámara de Diputados de la Nación.
–¿Vos siempre tuviste claras tus raíces afroguaraníes?
–En mi caso se dio naturalmente. Yo me crie con mis primos en una casa donde la cultura guaraní siempre estuvo presente, para mí no se podía separar. De hecho, nosotras hasta donde pudimos discernir, supimos que nuestros ancestros son de Minas Gerais y de Bahía, Brasil, lugares que conozco y donde pude ver la confluencia entre guaraníes y negros y negras de un modo natural. Y con respecto a la militancia yo siempre fui comunista y también feminista; pero empecé con lo afro porque notaba que no me alcanzaba con el género y la clase. Además, siempre, desde chiquita, fui «la negra», aun en mi familia, siendo la menos fenotípicamente afro. Porque, claro, en este país siempre a lo negro se lo vincula con la cuestión de clase y el lugar donde vivas. Y es una construcción muy subjetiva. Yo me crie también pensando que somos todos y todas iguales, o que los negros se habían acabado en la guerra del Paraguay o con la fiebre amarilla: todas mentiras. Y que la gente como nosotros o mi familia somos como somos porque somos del Conurbano y trabajamos al sol.
–El 25 de julio es el Día de la Mujer Afrodescendiente, ¿por qué fue necesaria esa fecha conmemorativa, más allá del 8 de marzo?
–Porque no somos todas iguales. Hay muchas académicas blancas muy formadas que hablan de interseccionalidad y lo hacen porque no saben nada. Ese concepto nace a partir de Kimberlé Crenshaw, una abogada estadounidense negra. Le llega el caso de una mujer negra que decía que había sido discriminada a la hora de buscar un empleo. Nadie le quería tomar el caso porque en esa empresa habían tomado personas negras y mujeres; pero eran hombres negros para el sector de mantenimiento y mujeres blancas en administración. Esa línea que parece pequeña, no lo es, porque siempre que se piensa en una persona no blanca, se la piensa para una cuestión de servicios. Nadie piensa que es doctora. Y en términos de los feminismos también. Yo ya venía diciendo que las no negras no nos incluían. Y hoy estoy más belicosa todavía, no quiero que me incluyan, quiero que se corran, quiero tomar el lugar que me pertenece. Porque si yo te pido que me incluyas vos lo vas a hacer según lo que consideres, y yo ya sé dónde quiero estar como mujer afro. Es toda una discusión con estas compañeras feministas muy queridas, por cierto. Y no es que estemos enojadas, es que estamos reclamando lo que nos corresponde. Porque si somos todas iguales, ¿por qué vos estás ahí y yo acá? ¿Cuántas personas negras hay diputadas o concejales?
–¿Qué sucede con las afro en la historia del feminismo?
–En la historia de los feminismos a la que se conoce a partir del período de la Ilustración, previo a la Revolución Francesa, es a Olympe de Gouges o Mary Wollstonecraft. Pero en esos mismos años, acá en Latinoamérica, se estaban dando batallas impresionantes con mujeres a la cabeza, con Micaela Bastidas o Bartolina Sisa. Hay que armar ese relato que la historia esconde. Nadie conoce quiénes eran María Remedios del Valle o Josefa Tenoria. Tenemos un montón de mujeres negras e indígenas que resistieron y construyeron la conformación del Estado nación. Y lamentablemente lo desconocen, aun diplomados. Es gente que ya tiene un título de grado, ha pasado por todas las instancias educativas y no saben eso de la historia.
–¿Existe alguna diferencia al plantear esta militancia, pero desde el Conurbano?
–Sí, hay diferencias, porque también desde Capital se ve a todo el Conurbano como negro y «choriplanero». Toda la vida fuimos los negros de mierda, pero es por una cuestión de pobreza y no étnica racial. Por eso cuando nosotros nos planteamos la cuestión étnica estamos interpelando directamente. En CABA se extranjeriza el tema. Yo trabajé muchos años allá en la Dirección General de la Mujer y muchas compañeras decían que hasta que me conocieron a mí, no habían visto negras en la calle. Porque el mirar tiene una alta connotación política. Hay una invisibilización. Me pasa ahora también en la Municipalidad de Lomas cuando hacemos actividades, se preguntan: ¿dónde estaba toda esta gente? En la calle estaban. Hay que saber mirar.
–La académica colombiana Any Occoro, entrevistada también por Acción, decía todo lo contrario, que se sentía muy observada en la calle.
–Claro, pero fijate que ella es fenotípicamente afro, el lugar donde ella está y dónde estoy yo. Yo estoy en el Conurbano, acá somos todos iguales: somos todos pobres. Ella, al ser negra, intelectual y habitante de CABA, claro que está observada. ¿Cuántas negras hay en la academia? Cuando fuimos a la Universidad de Tres de Febrero a estudiar un posgrado de Estudios Afro yo pregunté: «¿Quiénes son los docentes negros?». Y había solo un pasante colombiano. De hecho, es reciente la producción de material feminista afro en nuestro país, porque hay que partir de la base de que nos niegan. A mí me lo han dicho: «¿Por qué te decís así, si no sos tan negra?». ¡Qué atrevida! Yo nunca le diría a nadie «vos no sos tan blanco» o «blanco choriplanero». Y cuando lo decís así te dicen: «Vos estás haciendo racismo al revés». El racismo al revés no existe, porque son relaciones asimétricas de poder. Es histórico. Para que realmente yo sea racista con alguien blanco o blanca, tienen que haber pasado 500 años donde todas las personas afros o no blancas te torturaran y te hicieran todo lo que nos hicieron. Recién ahí estaríamos en igualdad de condiciones.
–¿Por qué crees que la temática afro nunca es incluida para la fecha del 12 de octubre?
–Porque nos ocultan. Con los pueblos originarios pasa lo siguiente: como son muchos grupos étnicos no se han vulgarizado las lenguas. Muchos las conservan. En cambio, con lo afro hay una uniformidad. Primero la gente no tiene incorporado el término «afrodescendiente». Y ante la explicación «descendiente de una persona negra», muchos te dicen: «Pero, ¿cómo le voy a decir a alguien negro?». Entonces si vos pensás que decirme negra está mal es porque vos ya estás siendo racista. Yo hago una resignificación de la palabra negra. Soy políticamente negra. Yo me siento orgullosa.