28 de noviembre de 2013
El rol de los economistas, la burguesía nacional, la restricción externa, la fuga de capitales y el desarrollo son algunos de los temas que analiza Alfredo Zaiat.
Economista, pero primero periodista. Así le gusta presentarse a Alfredo Zaiat, jefe de la sección economía y del suplemento económico «Cash» de Página/12, además de autor del libro Economía a contramano, que va por su quinta edición.
«Pensé que el libro iba a andar bien, porque me parece que hay un espacio de debate económico muy, muy interesante en la Argentina, donde se empiezan a discutir algunas vacas sagradas del pensamiento económico convencional, que ponen un poco nerviosos a todos los que piensan que la economía es una ciencia exacta, que solo ellos tienen el pensamiento racional y el resto es irracional. Por lo menos en estos años, con diferentes publicaciones, se empieza a plantear el debate.
–Un debate que parece abrirse más con los cambios en el equipo económico.
–Estos cambios buscan una mayor coordinación en la gestión económica. No había ni hay diferencias sobre el diagnóstico de cuáles son las fortalezas y desafíos de la economía argentina, sino que había divergencias acerca de las medidas puntuales para encararlos. La presidenta de la Nación, tal como es práctica del kirchnerismo, define la política económica. La conducción política define a la economía, subordinándola. Dentro de esa lógica, definió las necesidad de un ordenamiento del equipo económico para que haya mayor coherencia en la implementación en materia económica en esta nueva etapa. A partir de ahí, eligió a Axel Kicillof como ministro.
–Que ya comenzó a ser demonizado por los grandes medios…
–Axel es un excelente economista vinculado con el mundo académico, uno de los grandes estudiosos y especialista en Keynes del país, quien además demostró tener en la práctica una excelente intervención tanto en YPF y Aerolíneas Argentinas, y como director en Techint. Además, liderando un proyecto muy importante como es el plan ProCrear. Estas actitudes, son parte de las distorsiones sobre el análisis económico. Esta forma tan esquemática y estigmatizante sólo expresa la ignorancia de quienes definen así a Kicillof. La economía es una ciencia social y por consiguiente intervienen diferentes actores políticos, económicos y sociales que dirimen sus intereses en un espacio económico, lo que significa que es una disputa de poder. Un dato objetivo es el rol sobrevalorado de los economistas. Soy licenciado en Economía, no reniego de mis estudios, ni de lo que significan, sino de la sobrevaloración que se tiene del lugar de quienes presentan a la economía como una suerte de teología. Hay que creer porque así funciona la economía, y los sacerdotes son estos economistas del establishment.
–Economistas que se equivocan y siguen opinando en los medios
–Este hecho demuestra cómo el espacio económico y la economía es una disputa de poder. A ninguna otra profesión se le admitiría esa cantidad de errores y fallidos. Sin embargo, cuál es su explicación? No es que nosotros –dicen– estemos equivocados, sino que es la realidad la equivocada. Hay una sumatoria de factores que no son menores para entenderlo: que son voceros y representantes del poder económico, y en consecuencia, tienen esa protección. Y segundo, que la sociedad es víctima. No es que la sociedad lo acepte sin darse cuenta de que están permanentemente llamando a la crisis, a la catástrofe. Lo que sucede es que es víctima en la medida que se parte de un concepto inicial: la economía es difícil. No entiendo y tienen que venir a explicarme cómo es la verdad económica. Parten de un supuesto saber neutral, pero que es eminentemente político e ideológico. Y no está mal que así sea, pero la cuestión es que lo ocultan. Más que economistas yo los defino como hombres de negocios dedicados a la comercialización de información económica, porque de esa forma se acota mejor el concepto de lo que hacen.
–En tu libro dedicas un capítulo a la «burguesía argentina». Para muchos economistas es una entelequia.
–En Argentina hay una profunda debilidad de uno de los sujetos –sino del principal sujeto– del dinamismo del capitalismo, que es la burguesía. A nivel mundial emerge como sujeto social a partir de la revolución burguesa que viene a dejar atrás una forma de organización feudal o monárquica de la sociedad. Por consiguiente, nace como un sujeto dinámico del desarrollo del capitalismo. Pensando en Argentina, lo que ha mostrado la burguesía es su profunda debilidad, y un escaso dinamismo para impulsar dicho desarrollo, porque ha escindido su destino del destino nacional. En general, las burguesías dinámicas en todos los países del mundo han tenido estrechos vínculos con el Estado, porque crecen al calor de las prebendas estatales, pero a la vez se comprometen con el destino nacional. En cambio, la burguesía argentina se ha caracterizado por ser rentista y fugadora serial de capital. No es que el Estado no le haya dado prebendas –subsidios, beneficios fiscales, tasas de interés subsidiadas, políticas de promoción industrial, facilidades para tomar créditos–, tuvo muchísimos recursos para que se convierta en un sujeto dinámico, pero no lo fue. Y esta es una de las razones principales del fracaso económico de la Argentina. Por eso la defino como una burguesía fallida.
–Sin embargo, durante el primer peronismo, pasando por el desarrollismo, y hasta el tercer mandato de Perón, la burguesía aparecía o al menos se la presentaba como el sujeto dinámico.
–Claro, pero estas etapas no terminaron de consolidarla como un sujeto económico dinámico, porque si no no se explica cómo esa misma burguesía fue uno de los soportes de la dictadura militar que buscó romper con un modelo de acumulación del capital que la beneficiaba. Esa burguesía emergente del peronismo, que tiene su apogeo durante el desarrollismo, lo que hizo fue retornar a sus fuentes rentísticas, que nacen a partir de cómo se distribuyó la tierra en el país y las ventajas comparativas de ese mismo suelo, que produce una renta extraordinaria y que consolida un capitalismo rentístico. Esa burguesía inicial no reinvierte esa renta, sino que la destina a un consumo suntuario y a fugar capitales, no a generar una base industrial de desarrollo.
–¿Esos orígenes explicarían la falta de desarrollo del país?
–En todos los grandes análisis vinculados con la economía argentina aparece la pregunta de cómo un país tan rico no pudo desarrollarse. Esto no es por un hecho natural, sino que tiene que ver con cómo se conformó la estructura de poder económico vinculado con ese poder político, que actuaba como representante de ese poder económico. Con una base y una vocación vinculada siempre con el campo. Si uno observa cuál fue el destino del capital de las ventas de empresas durante la década del 90, una parte fue al campo, otra a la fuga de capitales. Ese es el comportamiento de la burguesía argentina. No obstante, esto no implica dejar de lado el desafío de recrear una burguesía, o que haya fracciones que aspiran a otro destino. Pero el núcleo central, tiene ese comportamiento histórico.
–El kirchnerismo asumió ese desafío. Pero no obtuvo muchos resultados
–El periodo del kirchnerismo estuvo vinculado con esta búsqueda de la recomposición o reconstrucción de la burguesía. Néstor Kirchner, en su discurso de asunción a la presidencia, frente la Asamblea legislativa, plantea la idea de la recuperación de la burguesía con el crecimiento económico. Pero las burguesías no se crean por hechos espontáneos o por voluntad política. Tiene que haber una política específica, lo que Gabriel Palma, un economista chileno de la universidad de Cambridge llama el disciplinamiento de las elites. Tiene que haber un Estado activo, orientando precisamente la inversión y el comportamiento de las elites empresarias, o sea de la burguesía. Sin embargo, esta idea de Kirchner fracasó. La argentinización de las empresas de servicios públicos es una de las muestras de ese fracaso, porque no generó ese sujeto dinámico. Lo que demostró, que pudo verse en las brutales corridas cambiarias o en las fugas de capitales –80.000 millones de dólares desde julio de 2007 a octubre de 2011– es que por voluntad política no se generan burguesías. Deben implementarse políticas prebendarias hacia el sector empresario, pero siempre con exigencias de inversión, de exportación, de generación de empleo, de ampliación de la producción. Enrique Eskenazi no se transforma en un burgués porque le den YPF. Es la demostración más clara de ese fracaso.
–Luego de este intento, el Estado tuvo que intervenir de manera directa.
–Principalmente tuvo que haber una intervención directa del Estado para que el sector energético no siga agudizando la restricción externa, que es la escasez de divisas para el desarrollo, no para financiar la fuga de capitales, la especulación o el ahorro en moneda extranjera. Dicha restricción emerge por varios factores, uno de ellos es el déficit comercial energético, que la convocó de forma más aguda e inmediata.
–Que, además, compromete el proceso de sustitución de importaciones.
–El kirchnerismo recién en 2010-2011, cuando emerge la restricción externa, toma un poco más de conciencia de la necesidad de trabajar de una forma más activa en la sustitución de importaciones. Hubo un primer período de sustitución que fue espontánea, con un tipo de cambio alto actuando como barrera a las importaciones y fomentando la producción local y las exportaciones. Esa es la sustitución fácil. La más compleja empieza a tomar cuerpo con más intensidad en 2012. Ahora, creo que falta una nueva etapa más especifica. Sin embargo, por el carácter de la globalización económica, se requiere una sustitución más inteligente, mas focalizada, y además pensando en la sustitución de importaciones futura.
–¿Cómo sería?
–Uno puede elegir hacer sustitución de bienes estandarizados, es decir de todo. Y en realidad está haciendo sustitución de bienes de poco valor agregado. En cambio si hace sustitución de bienes futuros, está pensando en bienes de mayor valor tecnológico, por consiguiente de mayor valor agregado, con mayor precio en el mercado internacional. Pasa a ser competitivo en ese mercado de bienes futuro. Pongo un ejemplo burdo. Si voy a hacer sustitución de camisetas blancas que se importan de China, voy a seguir importando maquinaria, matricería, productos de alta tecnología. Siempre va a haber restricción externa presente.
No obstante, además hay que tener tiempo para llevarlo adelante. El déficit comercial energético acota los márgenes. Y hay también, un factor muy importante en Argentina, que es la fuga de capitales. En todos los países hay fuga de capitales. Es cierto, por eso existen los paraísos fiscales. Lo que uno encuentra es que la intensidad de esa fuga en nuestro país, en comparación con otros latinoamericanos, es muy superior. Por ejemplo, la organización mundial Tax Justice Network calculó el stock de capitales de argentinos en el exterior versus el Producto Interno Bruto (PIB). Encontró que ese stock es idéntico al PIB nacional, el 100%. ¿Cuál es el de Brasil? El 25% del producto; ¿cuál es el de México? El 40%. Todos fugan capitales, la clave es la intensidad de esa fuga. En Argentina esa fuga ha sido y sigue siendo muy, muy intensa, lo que acelera la presencia de la restricción externa e instala mayores limitaciones para la implementación de políticas económicas e industriales.
Frente a las voces escandalizadas sobre la intervención del Estado en la economía, pienso que se requiere más intervención estatal, no menos. Precisamente por estas debilidades que hablamos –una burguesía fallida y la intensidad de la fuga de capitales– si se aspira a una sociedad más integrada socialmente, en desarrollo, que tenga una base industrial dinámica, se necesita mayor intervención del Estado. Si no se aspira a estos objetivos, bueno, que haya menos Estado, y por consiguiente una sociedad más primarizada con muchísimos más conflictos sociales.
–¿Creés que este proyecto continuará después de 2015?
–En general los analistas y periodistas eluden dos palabras en referencia a estos temas. Yo no las eludo: no sé. Es muy difícil saber lo que puede pasar. La verdad es que la sociedad es la que va dando respuestas con la intervención diaria de la política. Las construcciones son colectivas; las destrucciones también. No creo en iluminados que puedan aparecer y cambiar las cosas. Independientemente de los nombres, trato de analizar los fenómenos políticos y sociales. No es que eluda los nombres, pero los minimizo, porque lo relevante es que la sociedad en su conjunto pueda empezar a encontrar cuál es ese mejor sendero de desarrollo. Después, vienen quiénes van a ser los ejecutores de ese convencimiento colectivo.
Soy consciente de que se personaliza permanentemente, incluso las elecciones son elecciones de individualidades. A mí me parece que lo más relevante es que si una sociedad aspira al desarrollo industrial, a la inclusión social, a una mejor distribución del ingreso, al crecimiento económico, a una activa participación del Estado, el tema de los nombres viene en una segunda instancia, cuando esa construcción colectiva designa a esa persona para que cumpla sus mandatos. Ahora bien, existen improntas de grandes líderes, como Alfonsín, Kirchner o Cristina Fernández. El tema es si esos líderes pueden traspasar ese espacio de liderazgo hacia una construcción colectiva. Ese es un desafío que tiene la sociedad, la política, los partidos políticos, los dirigentes, la militancia para después trasladárselo a la mayoría de la sociedad. Este es el trabajo de este conglomerado: la posibilidad de plantear a la sociedad un proyecto de desarrollo. Si es Cristina, o cualquier otro, para mí es lo mismo. A veces plantean: ¿a favor o en contra? ¿Sabés qué? Yo estoy a favor del desarrollo y en contra de ir hacia una economía primarizada excluyente. A favor de quienes sean los portadores de una política que busca la autonomía, la independencia económica, la integración latinoamericana. Ese es el proyecto.
—Mirta Quiles
Fotos: Jorge Aloy