5 de marzo de 2024
«La derecha encontró una forma moderna de actualizar ideas antiguas», dice el periodista al analizar la eficacia política de la cultura memética. Viralización, violencia y rol del Estado.
Nacido en 1987, el periodista y escritor Juan Ruocco se crio y creció en dos mundos paralelos, el analógico y el que le ofrecía internet. Este último se convirtió en un lugar de buceo, descubrimiento e investigación de nuevas posibilidades y producciones. En una etapa se vio tentado por la filosofía e inició una carrera que no finalizó, sin embargo, su interés por ella y por la política lo llevaron a indagar en torno a los memes y su proceso de radicalización. Si bien había escrito dos novelas, 3220 y El coloso justicialista, en 2023 publicó su libro ¿La Democracia en peligro? Cómo los memes y otros discursos marginales de internet se apropiaron del debate público de editorial Paidós, mientras que disfruta del programa Círculo Vicioso que, vía Podcast, conduce junto a Pablo Wasserman donde, un peronista y un libertario como lo son Juan y Pablo, mantienen una charla interminable que ya va por el capítulo 170. Y entre charla y charla, se despliega la cultura memética.
«Los memes son el folklore nativo de internet. Cualquier persona que esté expuesta mucho a internet, y más si es joven, es inevitable que adquiera ese folklore.»
–Por su capacidad de penetración, en tu libro asociás a los memes con un virus. ¿Podríamos pensar que utilizan el mismo mecanismo que el capitalismo?
–Lo que me sucede es que los memes son un artefacto muy posmoderno y creo que estamos en la etapa posmoderna del capitalismo. Me gusta citar a Deleuze (Gilles) cuando describe a las sociedades de control. Cómo el capitalismo formateaba a los sujetos en el período más clásico a través de la escuela, la fábrica, las instituciones o los manicomios. Era un sistema más de molde y fue cambiando a un sistema de flujos y modulaciones. Y el meme es, en ese sentido, bastante deleuzeano. No hay un lugar ni un orden central que los diseminen, sino que funcionan todos en una lógica descentralizada. Los sentidos se van adquiriendo y transformando en un camino evolutivo que, tranquilamente, puede ser trazado como un flujo. Y luego, al ser un artefacto tan posmoderno, viene con su carga ideológica. Los hay mucho más de derecha y ultraderecha, aunque también tenés los memes más izquierdistas. Pero hay algo en la lógica que comparte con esta etapa del capitalismo que tiene que ver con la lógica de la modulación, la descentralización y la horizontalidad.
–Los memes adquirieron tanta fuerza que adolescentes y no tanto se informan de la realidad política a través de ellos. ¿Se acrecienta el poder de la imagen?
–Estamos en una época donde la imagen corrió completamente del centro a la palabra, es una tendencia que se vivía en los años 90 y que ahora, con todas las tecnologías de la imagen, se termina de cristalizar. Antes, la distancia técnica hacía que sea más fácil consumir que producir, pero hoy la producción está al alcance de la mano. La multiplicación de plataformas de video tiene que ver con eso. Instagram, Tik Tok, YouTube, las redes sociales más importantes son las que tienen que ver con el video. Después, los memes son el folklore nativo de internet. Cualquier persona que esté expuesta mucho a internet, y más si es joven, es inevitable que adquiera ese folklore, ese lenguaje, esos esquemas de pensamiento y por el otro lado tiene la cuestión participativa. Con los memes te podés apropiar de ellos, reutilizarlos para tus propios fines, compartirlos y acceder a cierta validación simbólica. Si tenés una cuenta que es generador de memes y a esa cuenta le va bien, te genera un nivel de satisfacción que es difícil encontrar tan rápido en otros ámbitos de la vida. El meme es un artefacto en el que la transformación es casi constitutiva de sí mismo, entonces esa transformación es lo que le da una capilaridad que otras imágenes, discursos y lenguajes no lograron tener.
–Y en esa transformación fue penetrando en la política.
–Así es. La cultura memética nace en un subforo llamado 4 Chan (se pronuncia «forchan») y es allí donde el meme comienza a tener una carga política fuerte. El foro donde nace se llamaba «Políticamente incorrecto». La politización de los memes entra por ese lado, el hecho de ser anónimos, de no perseguir un traqueo de la identidad personal y la posibilidad de expresar racismo, xenofobia, etcétera, etcétera. Después, el equipo de campaña de Trump detecta a todos estos grupos que atacaban a la otra candidata, Hilary Clinton, y los empieza a empoderar, el propio Trump sube un par de memes y la cosa explota. Esa estrategia empieza a ser vista como muy viable por parte de grupos de derecha y de extrema derecha. No es un fenómeno nuevo, la derecha y la derecha radicalizada estuvieron siempre ahí, pero no encontraban el cauce o la herramienta que le permitiera transformarse y pasar de década. Metieron un pleno, encontraron un territorio que estaba muy disponible, una forma muy moderna de actualizar sus ideas antiguas o clásicas y funcionó. Y ahí es donde empieza este proceso de politización de los memes. Muchos de los candidatos, quizás más occidentales de derecha, empiezan a encontrar en los memes una herramienta vital para transportar sus ideas.
–¿Podríamos decir que las armas de los 70 son los memes de esta época?
–Hay algo de eso. Los memes se han convertido en una gran herramienta de propaganda. Yo, que me dedico a investigar, observo mucha literatura militar al respecto. Hay papers del 2004 de Estados Unidos que analizan cómo el ejército podría usar los memes en operaciones de guerra psicológica. En la guerra Ucrania-Rusia se vieron muchos memes manufacturados, de un lado y del otro, para ocupar esos espacios. El artefacto meme viene llamando la atención de muchos grupos hace mucho tiempo, precisamente por su capacidad de generar propaganda y de ser diseminado con esta velocidad tan grande. Por eso, de alguna manera, son los fierros de esta época.
–Incluso la violencia también se monta sobre los memes.
–Sí, la utilización de la violencia como una herramienta de propaganda política está centralmente definido en el manifiesto de Anders Behring Breiviki, padre de estos movimientos, que asesina a 77 jóvenes del partido social demócrata en Utoya, Noruega (año 1979). Es el primero que se da cuenta de que hay que utilizar la violencia como herramienta de propaganda política. Después Brenton Tarrant en Nueva Zelanda ataca dos mesquitas y mata a 50 personas (2019). Ese ataque es cien por ciento memético, el manifiesto de él inicia con el sol negro que es el símbolo de las SS, el que tenía tatuado Sabag Montiel cuando intenta matar a Cristina (por Cristina Fernández de Kirchner). Y es Tarrant quien termina diciendo que los memes hicieron más por «nuestro movimiento» que todos los manifiestos que fueron escritos 200 años antes.
–¿A nivel local, como hecho de violencia en relación a los memes, el que ves más claro es el ataque a Cristina Fernández de Kirchner?
–Sí, porque es muy significativo que dos días antes del ataque, el atacante se haya tatuado el sol negro. No sé si, necesariamente, el flaco estaba expuesto a esta cultura o los incitadores dejaron su firma. Pero, ver eso ahí hizo que se me enciendan todas las alarmas. Hay un componente fuerte relacionado con esta cultura, gente muy hecha mierda, grandes problemas de salud mental, socialización a través de sitios de esta índole, un combo importante.
–¿En este sentido considerás que debe haber algún tipo de regulación de utilización de los memes?
–Es muy difícil. Sí lo que hay que hacer es asumir que internet se convirtió en un campo de batalla y por tanto hay que ver cuál es el rol que el Estado quiere o debe tomar sobre eso. Para mí, la Argentina debería pensar en lo que llamo «soberanía cognitiva», de modo de, al menos, poder detectar qué cosas vienen manufacturadas como para saber si la dirección de la política de nuestro país es 100% orgánica o está tocada por afuera; obviamente siempre juegan intereses foráneos, el tema es en qué cantidad uno lo permite. Por tanto, si es un virus debería haber una vacuna para explicar cómo funciona todo esto y bajarle la efectividad a las partes más radicalizadas. Hay intentos de estudios que van por ese lado. El estar alfabetizado meméticamente puede ser una herramienta para no caer en tráficos ideológicos de ese universo.
«La politización de los memes entran por el hecho de ser anónimos, de no perseguir un traqueo de la identidad personal y la posibilidad de expresar racismo, xenofobia, etcétera.»
–¿Cuáles son los espacios de circulación de los memes que favorecen la virilización?
–Funcionan mucho en la lógica de las redes sociales. Están cada una de las redes sociales y, además, existe, al menos, un grupo de referentes y de gente que se encarga de crear, recircular y transformar memes. Luego, el gran difusor es Whatsapp. Pero las grandes usinas para mí están en Instagram, Twitter y Ttik Tok. Allí hay influenciadores que tienen cuentas con mucho alcance que están todo el tiempo subiendo. Esta gente mueve mucho volumen, incluso algunos de ellos terminan siendo validados por su trabajo y ya son funcionarios del Gobierno.
–¿Cuál es el meme más popular?
–Para mí estamos en la época de los Wojak, la persona común en blanco y negro. Los Wojak y Chad son los más importantes. Igual creo que estamos en un recambio muy fuerte por la presencia de Tik Tok, al ser la plataforma más usada y de actualización constante vamos hacia la época de los memes en videos de 5 segundos, va a venir por ahí la mano.