19 de diciembre de 2025
Carlos Heller analiza el escenario político, la gestión gubernamental y los desafíos de la oposición. La concentración de la riqueza y la gestión cooperativa como modelo democrático y eficiente.

A pocos días de finalizar su mandato como diputado nacional por la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Carlos Heller recibió a Acción en su despacho del Banco Credicoop, del cual es presidente. En un lugar destacado, sendos retratos lo muestran con Néstor Kirchner y con el presidente de Brasil, Lula Da Silva. También posee imágenes con el recordado dirigente cooperativista Floreal Gorini. Referencias que marcan un recorrido y una forma de entender la política y los valores que sostiene cada día y en cada debate. Fue presidente de comisiones estratégicas de la Cámara, como las de Finanzas y la de Presupuesto, destaca muchas leyes que tuvo la oportunidad de discutir y votar, y elige como la más saliente aquel Aporte Solidario sancionado durante la pandemia. «Es impresionante la cantidad de leyes que aprobamos desde 2009, pero elijo esa para destacar por lo simbólico de su contribución y porque mostró un camino por el que se pueden realmente modificar las cosas», señala.
–¿Cómo caracteriza al Gobierno de Milei, cumplida la primera mitad de su mandato?
–Podría empezar con un tema muy puntual que pasó esta semana. Argentina votó junto con Estados Unidos e Israel en contra de una resolución de Naciones Unidas, que destacaba el rol de las cooperativas para el desarrollo, vinculada al Año Internacional de las Cooperativas. La votación tuvo 179 votos a favor y 3 en contra. Esto parece una anécdota, pero no lo es, porque tal vez es una marca distintiva del nivel de alineamiento incondicional que el Gobierno argentino ha asumido con Estados Unidos. No hay precedentes históricos tan explícitos.
Creo que estamos ante un Gobierno que, además, plantea con toda «franqueza» sus objetivos. Es decir, la dictadura decía «achicar el Estado es agrandar la Nación». Menem planteaba privatizar todo lo que sea estatal. Por su parte, Macri decía que el rol del Estado es preparar la cancha para que jueguen los privados. Finalmente, Milei sostiene que el Estado es una organización criminal y que él es un topo infiltrado para destruirlo desde adentro. Y que es el mercado el que tiene que determinar la asignación de los recursos, qué actividades se desarrollan, cómo, cuánto, etcétera. Estamos en un proceso complejo porque se da en el marco de un fenómeno global. Vemos cómo el presidente de un Estado poderoso decide bloquear barcos de otros países y el mundo se indigna, pero no reacciona. Vemos que ese mismo presidente dice que podría anexar parte de Canadá o que el canal de Panamá es suyo. Creo que marca un momento global que viene acompañado, también, de aquello que Giuliano Da Empoli explica en Los ingenieros del caos. Tal vez haya que remitirse a lo que le pasó a la humanidad en la pandemia, cuando se da esa conjunción desgraciada con el crecimiento notable de la posibilidad del uso de la tecnología y desde ahí el aislamiento de las personas. Se reemplaza el contacto que tenemos con el mundo por la mediación del teléfono móvil o de la computadora y nos llevan a una sociedad lo menos social posible, individualista, tengo lo que me merezco, me arreglo solo. Es una situación complicada.
–En ese contexto, el Gobierno argentino encuentra un marco propicio para desplegar su prédica libertaria.
–El presidente ha definido hace pocos días que el modelo por el que él trabaja es un país de tres sectores: minería, combustible y agropecuario. Desde luego que a ese país le sobra mucha gente, porque esos rubros no son justamente de mano de obra intensiva. Pero el tema hay que complejizarlo un poco más, atendiendo a que en el marco de la incorporación de tecnología se van reemplazando trabajos humanos. Y a quienes quedan afuera les quieren vender que van a resolver ese problema siendo repartidores o manejando un Uber. Cuando cierra una empresa por la apertura importadora, el empresario puede resolver el problema convirtiéndose en importador, pero los trabajadores de la empresa se quedan sin trabajo, con todo lo que eso implica desde el punto de vista humano y social, y también tiene un impacto en la economía porque dejan de ser consumidores. Y eso afecta a otros que están produciendo. Por eso no me canso de repetir que el único límite que tiene el ajuste es la capacidad de resistencia de los ajustados, frase que dije por primera vez en los 90, cuando me preguntaban dónde iba a terminar el ajuste del menemismo. Solo iba a terminar cuando la gente dijera no quiero más, y sigue siendo así. Caso contrario, no tiene límite.
«El presidente ha definido hace pocos días que el modelo por el que él trabaja es un país de tres sectores: minería, combustible y agropecuario.»
–¿Cómo analiza el endeudamiento con el Fondo Monetario Internacional, incrementado por el actual Gobierno?
–Hay distintas formas de endeudamiento; puede ser virtuoso si se destina a obras de infraestructura que permitan mejorar las posibilidades de desarrollo, pero el endeudamiento actual es perverso porque nos lleva a callejones sin salida, a aumentar las condicionalidades que tiene el país y a alejarnos de la posibilidad de que la Argentina sea un país autónomo, con políticas propias que apunten a defender los intereses de sus ciudadanos y sus ciudadanas. El FMI nos otorgó un crédito que no nos debería haber dado según su propio estatuto. Ya estamos excedidos con el que contrajo Mauricio Macri, y ahora se agrava esa situación. Hay una cuestión que debería exceder la responsabilidad del país, porque la culpa no es solo del que pidió el crédito. El FMI es un organismo multilateral del que son accionistas todos los países. No es simplemente Estados Unidos. Por lo tanto, la comunidad internacional tiene una responsabilidad en haberle dado a la Argentina un crédito de monto y condiciones que no podía pagar. Y en la negociación que la Argentina debe tener con esa comunidad deben aparecer las responsabilidades compartidas.
–¿La concentración de la riqueza sigue siendo el gran problema?
–A nivel global, la concentración de la riqueza es cada vez peor. Apareció estos días un estudio muy interesante que muestra que 60.000 personas tienen tres veces más riqueza acumulada que la mitad de la humanidad. Mirado el dato desde los 90, curiosamente ese segmento crece en su riqueza a un 8% por año, y simultáneamente los países pobres se van endeudando en la misma proporción con los acreedores ricos. Así llegamos al fondo de la cuestión. En la historia universal, el mundo peleaba porque la riqueza no alcanzaba. Había guerras por la comida. Hoy estamos en una situación paradojal, absurda y brutal: un mundo inmensamente rico convertido en la fábrica de pobres más grande de la historia universal. Nunca hubo ricos tan ricos, nunca hubo tantos pobres. Entonces, la solución pasa por un solo lugar, que es cómo se acumula y cómo se distribuye esa torta cada vez más grande, que la tecnología ha venido a ayudar a crecer, y que tiene cada vez más concentración.
–En Argentina parece que la concentración se profundizará a la luz de los proyectos que impulsa Milei en el Congreso.
–Se está debatiendo la denominada reforma laboral, que contiene un capítulo impositivo. Allí se le disminuye el porcentaje de Impuesto a las Ganancias a las grandes empresas. 144 empresas, que son algo así como el 0,1% de la cantidad de empresas que pagan ese tributo, representan casi el 60% de lo que el país recauda de Impuesto a las Ganancias. Esas son las más favorecidas por esta reducción. Mientras en otra ley que se está tratando en estos días, la de Presupuesto, intentan derogar leyes que el Parlamento ha aprobado y ratificado incluso con dos tercios luego del veto presidencial: la ley de financiamiento educativo, la ley de emergencia en discapacidad y la de emergencia pediátrica, porque dicen que no tienen recursos para atenderlo y que por lo tanto no pueden estar en el Presupuesto. No lo lograron en primera instancia, porque incluso diputados y diputadas que responden a sus gobernadores, y que habían apoyado el proyecto de Presupuesto, aportaron a la construcción de una mayoría que rechazó el capítulo que incluía tales derogaciones.
«La solución pasa por un solo lugar, que es cómo se acumula y cómo se distribuye esa torta cada vez más grande.»
–¿Cómo analiza el devenir de los debates en el Congreso y en la política en general para los próximos dos años? ¿Hay un desafío para la oposición en el sentido de presentar nuevas alternativas?
–Nadie tiene capacidad de decretar alianzas o construcciones. Es la maduración, el sentido común y las luchas las que marcarán los tiempos. El Parlamento que se eligió en octubre del 23, que asumió en diciembre de ese año, aprobó Ley Bases, facultades extraordinarias y demás, y con la misma composición, luego aprobó presupuesto universitario, emergencia pediátrica, discapacidad, etcétera. Y por dos tercios. ¿Qué cambió? El efecto sobre la sociedad de las políticas que llevó adelante el Gobierno. Es lo que supongo que volverá a pasar.
Lo que viene debe ser claramente una opción entre dos modelos de país. Un modelo que cree en el mercado como valor absoluto y que cree que hay que dejar que todo funcione libremente por esa asignación de recursos que el mercado hace. Si hay una necesidad para hacer una ruta, va a estar el empresario que va a hacer un negocio construyéndola. Y si no hay negocio, es porque no hay necesidad. Es una teoría.
La otra es: hace falta un Estado presente que intervenga y que asigne los recursos disponibles teniendo en cuenta las prioridades, entendiendo que donde hay una necesidad hay un derecho. Eso no se puede negar, pero se niega. Es decir, que haga un Presupuesto a partir de las necesidades y después discuta de dónde salen los recursos para atenderlo. Y no que haga un Presupuesto según las políticas económicas y después decida cómo se reparte.
Esos son básicamente los dos modelos. Yo voy a ser siempre partícipe y trabajaré por construir un modelo que crea en la integración regional, que crea en la protección del mercado interno, que crea que un país, para ser soberano, debe tener desarrollo en ciencia y tecnología, en educación de alto nivel, en salud de calidad, y que no puede ser que todo quede en manos del negocio y las fuerzas del mercado.

«Hemos demostrado que se puede gestionar de manera eficiente lo público, sin abandonar los principios ni los objetivos.»
–¿Cómo se posiciona el banco cooperativo en un contexto tan adverso como el actual?
–Si nosotros hubiéramos sido pesimistas, hoy no estaríamos acá haciendo esta nota. Porque seguramente aquello que hicimos en 1977, cuando decidimos transformar las cajas de crédito en bancos cooperativos, no lo hubiéramos hecho, porque teníamos todo en contra, porque, fríamente vistos, los proyectos no eran viables, y tenían altísima chance de fracasar. Sin embargo, acá estamos, habiendo desarrollado una experiencia fenomenal de gestión eficiente y pública.
Aquella frase que Nelson Giribaldi, nuestro primer presidente, dijo el día de la apertura del Banco Credicoop: «Asumimos el compromiso de demostrar que eficiencia y democracia no son términos incompatibles» tiene un enorme contenido, porque, además fue dicha en el medio de la dictadura, que venía a destruir la democracia por ineficiente, como ahora quieren destruir al Estado.
La dictadura eliminó el Parlamento, clausuró los sindicatos, los partidos políticos, todas las organizaciones de la sociedad porque decían que eran burocráticas, ineficientes, corruptas. Ellos venían a instaurar una sociedad que no iba a ser democrática, pero que iba a ser eficiente. Ese era el sustrato del mensaje. Cuando nosotros lanzamos aquella frase, asumimos el desafío de demostrar que democracia y eficiencia no son incompatibles. Hoy podemos mostrar con orgullo un modelo que puede gestionar lo público de manera eficiente. Eso también es parte de la batalla cultural que nos instalan todos los días. Hemos demostrado que se puede gestionar de manera eficiente lo público, sin abandonar los principios ni los objetivos, manteniendo los valores fundacionales, pero haciendo todo lo necesario para poder competir de igual a igual con aquellos que tienen como objetivo la maximización de la utilidad.
