Voces | ENTREVISTA A MARTÍN ARBOLEDA

Una economía planificada

Tiempo de lectura: ...
Rubén H. Ríos - Fotos: Gentileza Ed. Caja Negra

Politólogo y profesor de Sociología, el pensador colombiano pone en cuestión las tendencias actuales del capitalismo. Las crisis financieras globales.

Doctor en Ciencia Política por la University of Manchester y académico de la Universidad Diego Portales de Santiago de Chile, Martín Arboleda (Colombia, 1982) se ha destacado como especialista en economía política global. Es autor de los libros Planetary Mine: Territories of Extraction Under Late Capitalism (Verso, 2020) y Gobernar la utopía (Caja Negra, 2021) y ha publicado en diversas revistas académicas internacionales. Actualmente trabaja en un proyecto acerca de la historia intelectual de la planificación económica durante las décadas de 1960 y 1970 en Latinoamérica.
–Como investigador de la economía política del capitalismo tardío, y también de la teoría social crítica, ¿cómo describirías la conformación o la situación y las tendencias actuales del capitalismo global?
–A grandes rasgos, se podrían identificar algunas tendencias que siempre han estado latentes y que se han manifestado de distintas formas en el desarrollo histórico del capitalismo, pero que en las últimas décadas se han mostrado más pronunciadas. Por ejemplo, la intensiva financiarización de la economía mundial, que ya se venía dando desde el colapso del sistema de Bretton Woods, en 1973. Lo que cambia después de la crisis financiera de 2008, desatada con la burbuja inmobiliaria en los Estados Unidos, es que la dinámica global adquiere también un carácter rentista, porque se presenta una enorme concentración de activos y propietarios financieros y una oligarquización del poder político. De ahí el control monopólico de la economía por grupos financieros.

«En las últimas décadas se han mostrado tendencias muy pronunciadas. Por ejemplo, la intensiva financiarización de la economía mundial.»

–En tus trabajos también se señala una especie de retorno a la planificación.
–Sí, porque históricamente la idea de la planificación económica aparece en momentos de crisis. La primera instancia de planificación se dio con posterioridad a la Revolución bolchevique, en 1917, cuando Rusia quedó devastada por los efectos de la Primera Guerra Mundial. Entonces se hizo forzoso implementar un mecanismo central de asignación de recursos. Asimismo, en Europa, el Plan Marshall fue una respuesta a la destrucción masiva de la Segunda Guerra. De la misma forma, la planificación desarrollista en América Latina por la misma época respondió al entorno inflacionario persistente y profundo en la región. Hoy se hacen muchos paralelos entre la crisis de la Gran Depresión, que se propagó en la década de 1930, y la que se ha producido después de 2008, reforzada por la crisis del coronavirus, con el subsiguiente contexto inflacionario. Lo que ha generado un nuevo debate en torno a la planificación. Ha quedado muy en evidencia que el mercado no es capaz de solucionar los problemas y urgencias sociales y que resultan necesarias intervenciones directas sobre la actividad económica.
–¿Eso significa que el capitalismo ha clausurado la etapa neoliberal?
–Para nada. La idea de la planificación ha desaparecido del horizonte de la izquierda, mientras que muy paradójicamente los oligopolios globales realizan planificaciones a gran escala, como Google o Walmart. Algunos autores llegan a hablar de un Gosplán de Google, aludiendo al organismo de la planificación económica en la Unión Soviética. Es cierto que la crisis del coronavirus, que obligó a los Estados a intervenir en la economía, favoreció un regreso a la idea del Estado como un actor económico importante. Ya en 2008 hubo un gigantesco rescate estatal a las entidades financieras en tránsito de quebrar y eso llevó a la pregunta acerca de por qué el Estado debía intervenir para salvar a los responsables de la crisis. Todo eso ha provocado una sensibilidad incipiente acerca de la intervención del Estado en la coordinación de la economía.
–La primera planificación económica, sin duda, es una singularidad histórica.
–De ahí que, en Gobernar la utopía, analizo la nueva política económica implementada en 1921 por el naciente Gobierno soviético. Desde mi punto de vista, fue un intento de generar una economía mixta. El Estado estaba a cargo de los sectores más estratégicos, al mismo tiempo que se permitía, de manera paralela, el funcionamiento de ciertos mercados para solventar necesidades urgentes. Se intentó hacer coexistir el mecanismo de planificación con la economía de mercado. Claro, la experiencia duró poco tiempo.
–Pese a todo, a tu juicio, el modelo de la gubernamentalidad neoliberal todavía sigue vigente.
–Las crisis recientes han mostrado la flexibilidad del neoliberalismo. Es evidente que es perfectamente compatible con formas autoritarias, como lo hizo en América Latina, y también con políticas intervencionistas de Estado, como sucedió recientemente, que encajan con ciertos esquemas neoliberales. Por eso ha reaparecido el ordoliberalismo, que combina la intervención fuerte del Estado con una economía libre de mercado. Quizá estamos presenciando una mutación del neoliberalismo, un pasaje hacia otra forma.

«Posiblemente estamos ante una deriva ordoliberal del capitalismo contemporáneo: los rescates estatales de grandes conglomerados.»

–¿Hacia un «liberalismo interventor», como decía Eucken, el fundador del ordoliberalismo?
–Sí, también estaba claro en Hayek y en Mises, mentores del neoliberalismo, el principio de una intervención estatal enérgica para mantener la libertad de mercado. Posiblemente estamos ante una deriva ordoliberal del capitalismo contemporáneo. Los rescates de grandes conglomerados, vitales para el sistema capitalista, podrían considerarse acciones de corte ordoliberal. Hoy, en Chile, las empresas de servicios de salud, que se hallan en peligro de insolvencia, piden a viva voz la ayuda financiera del Gobierno. Esto señala que ciertos atributos de un Estado interventor pueden ser por completo afín a un modelo basado en la privatización u oligopolización del poder económico.

–¿Pero también afín a un modelo basado en la planificación económica? Los ordoliberales y los neoliberales se oponen a toda planificación.
–Por eso mi libro publicado en Argentina, Gobernar la utopía, recupera los debates que se dieron en torno a lo que significó la planificación económica en el siglo XX. Esta es una asignación de recursos distinta a la del mercado, en cuanto se basa en objetivos de desarrollo trazados de manera anticipada. Y no se asigna recursos simplemente a áreas rentables, sino a las que en el futuro podrían tener una mayor capacidad de generación de empleo. En segundo lugar, la planificación implica una gestión del proceso productivo en su totalidad, una visión panorámica de la economía nacional que se ha perdido. La economía ordoliberal o neoliberal no define de antemano un objetivo. En eso Hayek era tajante. Para él, fijar una meta de desarrollo representa coartar el libre mercado, que es el mejor sistema de asignación de recursos con el que cuenta la humanidad. La planificación, por el contrario, define objetivos económicos a contrapelo de las señales de mercado, ya se trate de modalidades neokeynesianas, desarrollistas o socialistas.
–Históricamente, ¿a partir de cuando se abandona la idea de la planificación social de la economía?
–Hay varios momentos. Por un lado, el giro neoliberal que comienza con el declive de Bretton Woods y el boom de los gobiernos de Reagan y Thatcher, que le imprimen al fenómeno un fuerte monetarismo y, por el otro, el derrumbe de las economías planificadas del bloque soviético y el giro posmoderno en el pensamiento social, el cual se desliga del problema de la planificación utópica. El levantamiento zapatista de 1994 marca un punto de inflexión, a partir del cual se instalan los movimientos sociales como un nuevo sujeto político de transformación, en reemplazo del Estado, los partidos y las centrales obreras y, por lo tanto, de la planificación económica que ha requerido de la articulación de estos cuerpos políticos. Sin embargo, como te decía, hoy se está produciendo un retorno incipiente del debate acerca de la intervención del Estado en la coordinación de la economía.
–¿En qué consiste ese retorno incipiente?
–El nuevo pacto verde​​, el Green New Deal, no solamente en Estados Unidos sino también en varios países europeos, trae de vuelta la idea de la economía planificada del New Deal estadounidense. El Green New Deal impulsó las campañas presidenciales de Bernie Sanders y Jeremy Corbyn. Si bien actualmente ha perdido un poco de fuerza, ha permitido la visibilidad de la economista Mariana Mazzucato, una de las voces neokeynesianas de mayor resonancia tanto en el ámbito universitario como en el de la política. El neokeynesianismo trata de solventar algunas deficiencias del keynesianismo, como la ausencia de consideraciones ecológicas y medioambientales, lo que ha suscitado su recepción por el ecosocialismo y la macroeconomía feminista. Además, no es tan estatista como el antiguo paradigma, pues resalta las alianzas público-privadas.

«La planificación implica una gestión del proceso productivo en su totalidad, una visión panorámica de la economía nacional que se ha perdido.»

–¿Es compatible una economía mixta, conformada de planificación y libre mercado?
–Esa pregunta justamente he tratado de responderla en mi libro Gobernar la utopía, en particular sobre el socialismo de mercado, una de las grandes discusiones del siglo XX que se dio en una vertiente de economistas neoclásicos. Ellos pensaban que una economía poscapitalista podía constituirse a partir de cooperativas autogestionadas. La expresión más avanzada de este socialismo de mercado se llevó a cabo en la Yugoslavia socialista. Los detractores de este modelo argumentan que las cooperativas por sí mismas no pueden sostener un proceso poscapitalista, porque en el mercado se encuentra la lógica de la competencia, y en esta la lógica de la acumulación y la concentración de la riqueza y, por lo tanto, el antagonismo de clases. Ernest Mandel, un relevante teórico socialista, pensó esta cuestión de cómo ajustar un esquema de cooperativas con una economía planificada. Básicamente proponía que los bienes de consumo necesarios, como vivienda o alimentos, podían asignarse de manera planificada, mientras que los bienes suntuarios podían circular de manera mercantil. Otros autores niegan que eso sea posible. Lo importante no es quién tiene razón, sino hacerse esas preguntas.
–¿Cuáles preguntas?
–La pregunta, por ejemplo, de cuál sería el rol de los mercados en una economía planificada en transición hacia un poscapitalismo. Es cierto que una sociedad poscapitalista puede sonar demasiado utópica en las condiciones del presente. Solamente el desmantelamiento de la economía neoliberal exigiría un esfuerzo de planificación o, por lo menos, controlar el mercado de capitales con el fin de evitar la especulación financiera. Y ya eso solo supone una intervención económica de gran magnitud. El problema de la planificación, por ende, debe afrontarse y por eso resulta muy fructífero estudiar las experiencias del siglo XX.

Estás leyendo:

Voces ENTREVISTA A MARTÍN ARBOLEDA

Una economía planificada