30 de septiembre de 2025
La socióloga y escritora Maristella Svampa analiza el avance de la extrema derecha y la polarización asimétrica que promueve con su violencia discursiva. Movimientos sociales y acción colectiva.

«Las extremas derechas apuntan a instalar una polarización asimétrica o desigual; es decir, una configuración política bipolar que no se ejerce por igual desde ambos polos. Lo específico de la asimetría es que uno de sus lados pone en escena un discurso antipluralista que se combina con una práctica política violenta, radical y desproporcionada de invalidación, exclusión y deshumanización del otro», advierte Maristella Svampa, socióloga, activista y escritora. En Argentina, señala, «la extrema derecha de Milei corrió el umbral de lo políticamente viable y posible generando una violencia discursiva, una estrategia de deshumanización del otro que nos instaló en una nueva realidad».
Svampa estudió Filosofía en la Universidad Nacional de Córdoba, hizo especializaciones en Historia y Filosofía en Francia, y el doctorado en Sociología por la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales (Ehess) de París. Es investigadora superior del Conicet y profesora titular de la Universidad Nacional de La Plata. Además, coordina el Grupo de Estudios Críticos e Interdisciplinarios sobre la Problemática Energética y es una de las impulsoras del Pacto Ecosocial e Intercultural del Sur. Su último libro es Policrisis. Cómo enfrentar el vaciamiento de las izquierdas y la expansión de las derechas autoritarias (Siglo XXI, 2025).
–¿Qué llevó al fortalecimiento de la extrema derecha en el mundo?
–Las extremas derechas son una alternativa de poder global que se está expandiendo en diferentes países. En la Unión Europea hay 21 partidos representados en el Parlamento. Donald Trump transita su segunda gestión caracterizada como de ultraderecha. Anteriormente, en América Latina estuvo la experiencia de Jair Bolsonaro; ahora Bolsonaro está condenado, pero quedó una sociedad brasileña profundamente dividida y bolsonarizada también. Esto para decir que, efectivamente a nivel global, asistimos a un momento de desmarginación y normalización de los autoritarismos, como quizás no habíamos visto en casi un siglo de historia, en donde hubo muchos mecanismos de contención de la extrema o la ultraderecha.
«Instalar un régimen afectivo basado en el odio, el distanciamiento y la indiferencia es pensar que toda la sociedad argentina está rota, y eso no es cierto.»
–¿Qué observa en la región, y en Argentina puntualmente, a este respecto?
–Nosotros pensamos, equivocadamente, que América Latina estaba preservada de esto porque de alguna manera lo que la había caracterizado era el ciclo progresista, que más allá de sus deficiencias, que son muchas, se caracterizaba por una narrativa de derechos. Esto que adviene en Argentina de manera tan acelerada, hiperbólica, lo que hace es instalar un nuevo discurso, una nueva narrativa política, no diría hegemónica, pero al menos con pretensiones de hegemonía. En esa línea hay que tener en cuenta que no venimos del mundo feliz peronista. Los últimos gobiernos fueron muy malos. El Gobierno de Alberto Fernández dejó un contexto de alta inflación. Terminamos en 2023 con la inflación más alta del mundo, casi 211%, lo cual obtura la posibilidad de proyectarse en el horizonte para cualquier familia, mucho más para los sectores populares.

–¿Cuánto tuvo que ver la pandemia en la expansión de los partidos de extrema derecha?
–Con la pandemia también se cristalizaron muchas frustraciones ligadas al confinamiento y a la imposibilidad de llevar a cabo actividades económicas y, por ende, a dificultades de sobrevivencia. Enojo, furia, frustración, todo eso fue de alguna manera capturado por las extremas derechas que venían a proponer algo nuevo en Argentina, en un marco global, insisto, de expansión de las mismas. No es que fuera un rayo en medio de una tarde de sol… De todas maneras, a todos nos sorprendió el nivel de radicalidad. Lo que sucedió, además, con la extrema derecha de Milei es que instaló un contexto de polarización asimétrica que rápidamente se convirtió en una suerte de paradigma político.
–¿A qué alude el concepto de «polarización asimétrica» y qué la diferencia de la polarización política conocida?
–Las extremas derechas apuntan a instalar una polarización asimétrica o desigual; es decir, una configuración política bipolar que no se ejerce por igual desde ambos polos. Lo específico de la asimetría es que uno de sus lados pone en escena un discurso antipluralista que se combina con una práctica política violenta, radical y desproporcionada de invalidación, exclusión y deshumanización del otro. La extrema derecha de Milei corrió el umbral de lo políticamente viable y posible instalando una violencia discursiva, una estrategia de deshumanización del otro que nos instaló en una nueva realidad. Los medios de comunicación ayudaron a la normalización del autoritarismo y eso ocurrió muy rápidamente luego de que Milei ganara las primarias en agosto de 2023. La polarización asimétrica que promueven las derechas radicales y reaccionarias no es igual a la polarización política que se instaló durante el ciclo progresista en América Latina.
«A nivel global, asistimos a un momento de desmarginación y normalización de los autoritarismos, como quizás no habíamos visto en casi un siglo de historia.»
–¿Qué implicancias tiene para la democracia el proyecto político del Gobierno?
–Tenemos, básicamente, un partido abiertamente antipluralista que busca socavar los cimientos de la democracia, que incluso no respeta los consensos mínimos establecidos en 40 años de nuestra historia reciente y que, al mismo tiempo, desarrolla esto a través de un lenguaje político violento y una estrategia de invalidación y deshumanización del otro, que muestra a las claras que el proyecto de las extremas derechas, como el de Milei, es un proyecto integral.
–¿En qué sentido es integral?
–Su proyecto político es ultraneoliberal, abiertamente antiprogresista y profundamente represivo. Ese proyecto, en su globalidad, es el que busca instalar Milei, que no solo apunta a suprimir derechos y destruir el Estado, sino también a colonizar subjetividades y territorios.
–El concepto de policrisis que desarrolla en el libro es organizador de las dimensiones que quiso subrayar: crisis climática, energética, transición geopolítica, incremento de desigualdades, expansión de extremas derechas, erosión de las democracias. ¿Cómo se entrelazan ellas?
–La pandemia instaló una coyuntura de crisis extraordinaria que permitió visibilizar algunas cuestiones: las grandes desigualdades, el carácter zoonótico de la pandemia –que claramente nos insertaba en un contexto de destrucción del ambiente–, y el rol del Estado. De alguna manera, también abrió la posibilidad de discutir sobre proyectos o programas de transición ecosocial, que después no se vieron cumplimentados, todo lo contrario. Después de la pandemia se agravaron las desigualdades sociales, las estrategias de shock ligadas al capitalismo del caos y, por supuesto, se expandieron las extremas derechas. Para mí, hay dos cuestiones novedosas: por un lado, esta normalización de las extremas derechas –que no veíamos desde hace muchas décadas–, y por otro, este corrimiento de las agendas. Otra cuestión también específica de esta policrisis civilizatoria es el carácter de la crisis climática, que es antrópica, esto es, que tiene que ver con las actividades humanas, ligada a la dinámica depredatoria y destructiva del capitalismo actual.

«Milei corrió el umbral de lo políticamente viable y posible generando una estrategia de deshumanización del otro que nos instaló en una nueva realidad.»
–Hace un instante señaló que el proyecto del Gobierno apunta, entre otras cosas, a «colonizar subjetividades». ¿A qué tipo de subjetividades se refiere, y qué narrativas buscan instalar las extremas derechas?
–En el caso de las narrativas de las extremas derechas –además del individualismo y la promoción del libre mercado que hacen las narrativas más conservadoras, neoliberales–, lo que hacen es tratar de instalar una nueva economía afectiva ligada al capitalismo. Al mismo tiempo, van por las subjetividades: ese régimen afectivo que proponen busca sobre todo movilizar las pasiones extremas. Este Gobierno busca capturar las emociones extremas.
–Esto último se conecta con la polarización asimétrica, a la que se refirió anteriormente.
–La polarización asimétrica y la captura de esas emociones –a través de las redes sociales y el algoritmo–, son las que están en la base de este nuevo régimen afectivo. Ahora bien, yo soy de la idea de que buscar instalar un régimen afectivo basado en el odio, el distanciamiento y la indiferencia es pensar que toda la sociedad argentina está rota, y eso no es cierto. Hay experiencias de solidaridad y de cooperación que son absolutamente fuertes, que tienen una historia de acumulación y hay nuevas experiencias también que están surgiendo en la lucha contra este Gobierno.