Aislar sin romper los vínculos

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Estamos frente a una pandemia, en una situación de emergencia que no se enfrenta con protocolos convencionales. La prevención, que consiste fundamentalmente en el aislamiento social, es la medida más importante para evitar el contagio y para disminuir la curva de mortalidad. Esto significa utilizar tácticas como las que aplicaron China y otros países para producir aislamientos masivos de población por el tiempo que sea necesario y así disminuir el número de contagios y evitar el colapso del sistema sanitario. Ningún país, ante la magnitud de esta pandemia, puede responder con su sistema de salud ante la necesidad de internación, camas y personal de terapia intensiva. En consecuencia, una de las formas de evitar el colapso del sistema –que hoy padece Italia, por ejemplo– es tratar de disminuir la cantidad de infectados y de enfermos de neumonía con coronavirus, que es la causa principal de fallecimiento. Hasta el momento, no existen vacunas y es muy probable que esta epidemia no las encuentre en tiempo y forma. Y tampoco existe un tratamiento efectivo. La utilización  de dos drogas combinadas, azitromicina e hidroxicloroquina, requiere de más pruebas  de efectividad, en trámite al cierre de esta nota. Pero esto no se va a resolver solamente con las medidas del Gobierno. Requiere sin dudas de la solidaridad y la cooperación de la sociedad. Se va a producir una situación de aislamiento social por un período importante, cuya extensión es imposible de determinar en este momento. Por lo tanto, hay que utilizar los recursos de la informática y la tecnología para mantener vínculos sociales muy importantes y solidarios mientras transcurre el aislamiento de las personas en sus domicilios.
Una pandemia no se puede subestimar. Y en ese contexto tan difícil, tampoco se puede dejar de tener en cuenta que el pánico, el miedo y la exageración son malos consejeros. También en este punto hay que apelar a la solidaridad y a la conciencia social frente a la mala información o la desinformación a la que contribuyen las redes sociales. Debemos ser responsables y no hacer circular esos contenidos.
Las medidas adoptadas por el Gobierno parecen correctas. Lo es, por caso, la descentralización de los reactivos, ya que el Instituto Malbrán no es suficiente para responder a la demanda. Estamos ante un desafío sanitario, político y social. Aquellos países que tengan una autoridad política competente a la altura de la crisis, aquellos cuya sociedad pueda comprender y estar a la altura de la crisis y un sistema sanitario lo más eficiente posible en estas circunstancias, podrán salir adelante. Las sociedades que no tengan estas características sin dudas están en riesgo, y así se verifica en los países que sufren hoy mayores dificultades. La actual situación impone repensar el valor para la sociedad de los profesionales de la salud y la propia situación de la salud. En nuestro país, la salud no tiene prensa, y aparecen otros temas como prioritarios. Hoy está claro que la salud es prioritaria para cualquier país y debe estar en la agenda porque, si bien no todos los años atravesamos situaciones como la actual, cuando se produce, los resultados negativos se proyectan durante mucho tiempo. De igual modo, esta crisis revaloriza el papel del Estado. Y también debería constituir un punto de inflexión para el sistema financiero internacional, que hace circular por el globo cuantiosas cantidades de dinero. Mucha gente en el mundo se pregunta en qué invertir: hay que invertir en salud. Y hacerlo en un marco de interacción y solidaridad internacional. Estamos en un momento muy duro, que nos plantea la necesidad de la mayor atención social posible, así como la mayor cohesión política, social y económica, porque lo más importante es que la gente debe sobrevivir. Aislar la sociedad sin romper los vínculos y evitar un mayor daño en enfermos y vidas son los desafíos de hoy.

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