Amasar y resistir

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A pesar de un contexto desfavorable para el rubro, los trabajadores de la casa de comidas ubicada en el barrio de San Telmo están celebrando dos años como entidad de la economía social. La fugazzetta rellena es el imperdible de su carta.


Estados Unidos y Defensa. La fachada de Mi Tío exhibe el tradicional fileteado porteño. (HORACIO PAONE)

El horno no dio más para bollos y lo decidieron: para conservar las fuentes laborales la única opción era el cooperativismo. Cuando en marzo de 2017 encontraron el local de Estados Unidos y Defensa, en el barrio porteño de San Telmo, cerrado con candado y con cerraduras nuevas, avanzaron. Eran nueve trabajadores. Había muchos con 25 y hasta 30 años de antigüedad, pero también había otros «más nuevitos», con poco más de una década encima. Todos se animaron y hoy están celebrando su segundo año como entidad asociativa.
«Todo explotó en 2017, pero el conflicto ya venía desde antes a raíz de la mala administración. Se hacían compras malas, se gastaba mal. De hecho, nosotros ya habíamos enviado cartas documento por la falta de pago de sueldos, porque no nos pagaban las obras sociales ni nos hacían aportes. Y ni hablemos de aguinaldos. Todo eso en medio de una desfavorable situación económica general del país con tarifas descomunales. Así, de un momento a otro, los dueños cerraron las puertas, presentaron la quiebra, judicializaron. Ese proceso todavía sigue, pero nosotros también seguimos», cuenta Adrián Norberto Fernández, el síndico de la cooperativa. Para él y sus compañeros, resistir y continuar amasando es «un escudo para proteger el trabajo» que empezaron a planificar con el acompañamiento de la Federación de Cooperativas de Trabajadores de la Economía Social (FETRAES).

Entramado solidario
Fernández era uno de los «nuevitos»: empezó a traer y llevar bandejas en Mi Tío en 2004. 13 años después pasó de ser empleado a socio fundador. Y no se arrepiente aunque cueste. «En estos dos años nos pasaron más cosas que en los más de 40 de la pizzería», dice y enumera: cortes de gas, instalación nueva, renovación de la locación. La lista sigue, pero los brazos no se bajan. «Ante los inconvenientes, el Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos nos ayudó con un crédito que, a pesar del contexto, ya saldamos. Nos vino muy bien para poder conservar este, nuestro frente de batalla», agrega. Tejer vínculos con otras entidades de la economía social fue fundamental para poder resurgir y mantener vivo el emprendimiento ubicado en una zona estratégica de la Ciudad de Buenos Aires.
Como en toda historia de recuperación, la convicción de quienes lo llevan adelante fue esencial. «Hubo meses en que no llevamos plata a nuestras casas para seguir apostando a la cooperativa», afirma Fernández. Un proceso complicado, que cada día se dificulta más por los aumentos de tarifas y la crisis económica. Mientras relata una historia tan reciente como difícil, Fernández hace memoria de los comienzos, cuando la autogestionada comenzó a moldear su futuro en compañía de clientes «que ahora son amigos». «De a poco se fueron enterando de nuestra situación, se juntaron firmas en el barrio, se acercaron vecinos. Toda esa movida nos sorprendió gratamente», se alegra. Sin perder la sonrisa recuerda que se armaron numerosos grupos en las redes sociales y se juntaron firmas para que Mi Tío no se fuera del barrio.
De miércoles a lunes, la pizzería abre sus puertas de 8 de la mañana a 2 de la madrugada, para devolverle una cuota de pasado a San Telmo, una zona que cada día se vuelve más «moderna». Y lo impregna con aromas de fugazzeta rellena, la especialidad de la casa. Su otra mejor receta, la autogestión, tiene tres ingredientes fundamentales: resistencia, organización y redes. Nada de mejunjes secretos.

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